domingo, 28 de octubre de 2012

Opinión Domingo, 21/10/2012 UN PUNTO DE NO RETORNO

UN PUNTO DE NO RETORNO

Cada mañana al levantarme me hago el propósito de enfocar el día con alegría y optimismo. El propósito tiene la vida tan corta como el escaso tiempo que tardo en oír la radio y echar un vistazo a la prensa. Últimamente me noto triste, aburrido, desesperanzado, incrédulo, escéptico y no sé cuántos adjetivos más. No quiero trasmitir este estado de ánimo ni a mi familia ni a mi trabajo pero apenas puedo evitarlo.

Comentaba hace unos días en este mismo medio y un poco por encima cuales eran los factores que ayudaban o favorecían el aumento de la pobreza en la sociedad española. España es como una familia hacendada media, muy numerosa, en donde tanto los padres como los hijos han ido por delante de sus posibilidades asociando el bienestar a la disposición de toda clase de comodidades domésticas y de ocio, pagadas al principio con ahorros familiares y más tarde financiadas. Cuando las cantidades adeudadas han ido venciendo, para devolverlas se han tenido que ir dando bocados a los ingresos periódicos hasta engullirlos. En lugar de aunar esfuerzos para solventar la situación y salir adelante, creada en parte por la falta de autoridad de los padres, algunos de los hijos han optado por el abandono; por pasar el día en la calle vociferando contra la familia y la sociedad, huyendo del trabajo pero volviendo a comer al refugio familiar. Otros de los hijos han pensado que por libre les iría mejor y están coaccionando a los padres para que dividan la hacienda y les den su parte, aún a sabiendas de que sin partirla ya es escasa y dividida una ruina. Todos los intentos de los padres por enderezar la situación ahorrando y no gastando chocan con los manirrotos de los hijos, cuya mayoría trata de ignorar la situación y pretenden seguir viviendo en la opulencia fingida. Los menos intentan arrimar el hombro pero en vano consiguen remontar. Los acreedores optan, unos por el embargo de la hacienda y otros por la refinanciación de las deudas a intereses de usurero. Los vecinos se ofrecen voluntarios a salvar la situación aprovechando la debilidad del demandante y pensando en hacerse en corto plazo con los beneficios de la hacienda.

Desgraciadamente España es así. En treinta años se ha ido minando la autoridad del Estado. Los díscolos de la izquierda se han lanzado a la calle a destrozar lo poco que queda, a sembrar el odio, a dividir; pretendiendo dar la espalda al problema creado por ellos mismos y seguir viviendo en la fantasía del utópico estado de bienestar. Derrocharon cuanto pudieron y siguen haciéndolo donde gobiernan sin el menor escrúpulo, retorciendo la verdad hasta convertirla en asumida mentira. Los nacionalistas, que vieron en la diferencia un medio de ganarse la vida, intentan agrandarla para consolidar su situación personal y lejos de valorar la riqueza de la variedad, pretenden poner linderos a sus parcelas y sembrarlas de odio y de miseria. Los vecinos, en este caso la UE, adoptan una actitud hipócrita que pareciendo que nos ayudan, nos están comiendo parcelas de poder económico y político. Los acreedores, la banca y los mercados, hacen suyo el refrán de que “del árbol caído todo el mundo hace leña”, aprovechando la debilidad económica y la fractura social para exprimir nuestras arcas sin hacer concesiones ni dar una tregua. Hemos llegado a un punto de difícil retorno. Sin reparar en las enseñanzas de la historia, la izquierda totalitaria jaleada por una chusma analfabeta, parapetada tras las máscaras y las banderas rojas, tricolores y multicolores, sale a la calle buscando curas para quemarlos. Los nacionalistas, alcanzado ya el grado de separatistas “sin freno ni marcha atrás” dinamitan los cimientos del Estado aprovechando la laxitud del Gobierno y de la justicia. El cáncer sindical, que ya se consideraba casi extirpado por la rebaja de subvenciones estatales, vuelve a resurgir con la fuerza de la sinrazón y el oportunismo, buscando fuera de nuestras fronteras la excusa para justificar su mala fe e intentando internacionalizar el conflicto laboral para utilizarlo como tapadera. La UE es una ruina moral porque todo Occidente es otra ruina moral. El imperio occidental está empezando a alcanzar un estado agónico doliéndose por donde más debilidad presenta, el Sur mediterráneo, donde los principios y valores que fueron pilares de nuestra civilización están resquebrajándose en aras a una sociedad pseudomoderna, egoísta, insolidaria y atea.

Con este panorama, cualquier atisbo de optimismo se desmorona ante las reiterativas pancartas convertidas en catecismo de la rojería y el independentismo: 'No a los recortes’, 'Por una enseñanza pública’, 'Sí al Estado de bienestar’, 'Catalonia is not Spain’, 'Catalunya, nou estat d’Europa’, 'Goodbye Spain’. El por qué lo intuimos o lo sabemos; la pregunta es ¿hasta cúando? España, donde una buena parte de los españoles intentan descuartizarla y otra buena parte asisten fervorosos al espectáculo, es un nido de traidores. La RAE define el término traición como: “Falta que se comete quebrantando la fidelidad o lealtad que se debe guardar o tener”, “Delito cometido por civil o militar que atenta contra la seguridad de la Patria” y el de alta traición como: “Traición cometida contra la soberanía o contra el honor, la seguridad y la independencia del Estado”. Sin embargo en el Código Penal el delito de traición se circunscribe al escenario internacional como “el hecho de inducir a una potencia extranjera a declarar la guerra a España o a concertare con ella para el mismo fin “. Creo llegado el momento de redefinir estos términos para tiempos de paz y acabar de una vez con esta esquizofrenia colectiva que lleva camino de conducirnos a reproducir momentos históricos que ya deberían estar eternamente superados.

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