domingo, 28 de octubre de 2012

Opinión, 30/09/2012 QUE VIENEN LOS LIBERADOS

QUE VIENEN LOS LIBERADOS

Era el comentario del mes de julio en los despachos y corrillos de la Administración. 6.000 liberados que vuelven a sus puestos de trabajo. Salta la alarma entre los interinos, que no saben si al que sustituyen está en la lista de los que vienen o de los que se quedan. Los afectados mueven sus palillos para lograr permanecer en el chollo. La hecatombe que se avecina va a ser de difícil digestión para alguno de ellos que, como al herrero de Barchín, trabajando se le olvidó el oficio.

Los delegados sindicales son esos trabajadores elegidos casi siempre por una mínima parte de sus compañeros para defender a éstos contra los abusos del patrono. En el caso de la Administración, contra los abusos de los gobiernos del PP. En ocasiones se trata de personas poco aficionadas a “dejarse la pringue en el tajo”; más bien son los clásicos listillos, letrados y oportunistas que se suben al carro del escaqueo. Disponen por ley de una cantidad de horas, pagadas por la empresa o el Estado para dedicarlas supuestamente a defender a sus compañeros. Su generosidad les lleva a desprenderse de algunas de esas horas para cedérselas a otros, mejor situados en la lista, que les permite liberarse totalmente de sus obligaciones laborales y dedicar su tiempo exclusivamente y retribuidos hasta el último complemento a la no menos generosa labor de velar por todos, obligando de paso a la empresa o a la Administración a reponer su ausencia con otro trabajador.

El sistema es perverso por cuanto: 1º, no solo tenemos que soportar con cargo a nuestro bolsillo el mantenimiento de los sindicatos, estemos o no afiliados, sino que además hemos de correr con los sueldos de estos salvapatrias sindicales, sean o no liberados y aunque no seamos afiliados ni les hayamos votado. 2º, además hay que cubrir el puesto de trabajo que deja vacante el liberado y guardárselo intacto por si un día se cae de la lista y tiene que volver. 3º, como consecuencia de lo anterior, un liberados nos cuesta dos sueldos.

Si analizamos su “trabajo” veremos con sorpresa que su dedicación exclusiva es más para el sindicato que para los compañeros; la fuerza de maniobra para piquetes, manifestaciones, etc. que van según su grado y categoría, desde los del megáfono hasta los repartidores de banderas y pegatinas. Conozco liberados que aparecen por su centro de trabajo una vez al año para llevar el almanaque o cuando hay elecciones o protestas. Otros ni eso, por ejemplo ese liberado de UGT, ausente durante veinte años de Renfe que ganaba una pasta con lo de consejero de Bankia. En mis años de profesional en la banca y la Administración he visto como los delegados han dispuesto de sus horas sindicales en los días y horarios de más trabajo, aun a sabiendas de que no iban a ser sustituidos y perjudicando sin el menor atisbo de remordimiento a los que dicen defender. Conozco otros que mantienen su condición de liberados y no piden la excedencia para dedicarse a negocios particulares, o aquellos que se han montado en las sedes sindicales su particular academia de preparar oposiciones. Vuelven ahora 6.000 liberados a sus puestos de la Administración. Si el Gobierno les anula el privilegio es porque es legal hacerlo y si es legal hacerlo es porque estaban de más y si estaban de más es porque alguien los había autorizado sin deber hacerlo, de tal forma que resulta que hemos estado pagando no se sabe cuánto tiempo el sueldo de 6.000 funcionarios que ejercían como liberados sin tener derecho a ello. Ahora, a ver quien les hace restituir a las Administraciones Públicas las horas sustraídas de forma legalmente dudosa y a quien se pide responsabilidades por haberlo consentido.

Vuelven los que huyeron del trabajo para poner en la calle a quienes les sustituyeron, en muchos casos con más mérito que los sustituidos. Justo era remediar el entuerto pero nos sigue costando casi lo mismo y con peores resultados; antes el liberado y el interino, ahora el liberado y el paro del interino y encima nos desprendemos de mucha gente válida para reponer a otros muy tasados de ganas y cuya ilusión por volver no anda rayando precisamente el éxtasis.

Recientemente he conocido el caso de una interina que después de once años de un trabajo bien hecho, dedicación plena y excelente consideración de sus jefes y compañeros, se va a la calle para permitir la vuelta del liberado sustituido, uno de esos de la visita anual por lo del almanaque y que además vuelve disponiendo mensualmente de sesenta horas sindicales, es decir, tres horas diarias o una semana al mes, a elegir y con la única condición de anunciarlo un día antes. Como la ley no obliga a que esas horas sean cubiertas con nuevos contratos, a los contribuyentes nos cuesta su sueldo, el paro de la interina y además tener que asumir sus compañeros la carga de trabajo que el sindicalista deja de hacer.

El sistema es perverso. No se nos puede obligar a los contribuyentes a mantener oligarquías inútiles. Los sindicatos y sus liberados deben sostenerse por sí mismos con las aportaciones de sus afiliados o desaparecer. En la sociedad del siglo XXI los despachos de abogados laboralistas pueden suplir perfectamente la función de mediadores y defensores de los intereses de los obreros. Una buena ley de huelga y estos profesionales son suficientes para acabar con la rémora del siglo XIX que siguen siendo los sindicatos de clase, en el caso de España, los sindicatos verticales de clase. El modelo de Estado que define la última e inútil Constitución hace aguas por todos lados y esta es una de las vías abiertas.

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