domingo, 28 de octubre de 2012

Opinión, 09/09/2012 DEL BOTELLÓN Y OTRAS COSAS DE FERIA

DEL BOTELLÓN Y OTRAS COSAS DE FERIA

Se veía venir y además era inevitable. La “Ley Seca” ya fracasó en USA hace un siglo y tiene el mismo futuro su implantación en Albacete. Alguna zona próxima al recinto ferial iba a ser necesariamente ocupada por muchos jóvenes albaceteños que no pueden aguantar el timo de “cubatas light” a precio de gasolina. La alcaldesa ha cedido en su afán prohibitorio pero ya dejó prevista una salida airosa en la Ordenanza Municipal. Es curioso cómo se cambia de la oposición al gobierno. No hace mucho esta alcaldesa recriminaba a la anterior por no prohibir esto que ahora ella misma defiende.

No se entiende que la medida de gracia alcance solamente a cinco de los once días de feria y se supone que los usuarios del botellón van a seguir acudiendo el resto de días y no precisamente a los chiringuitos, casetas y carpas. ¿Acaso es una decisión de la alcaldesa para congraciarse con los que explotan estos establecimientos?. Si es por respetar el descaso de los vecinos, ¿por qué no limita también los días y horarios de los ruidosos locales de la cuerda que también molestan?.

Ya en Enero de este año defendí en un artículo la permanencia del botellón, debidamente regulado y controlado. Sigo pensando lo mismo, por varias razones entre las cuales quiero destacar que muchos de los “cubatas light” de feria se componen de un vaso estrecho y alto, lleno de cubitos cilíndricos de apenas dos milímetros menos de diámetro; un chorreón de algún licor de procedencia dudosa de calidad similar al “garrafón” y el resto relleno con algún refresco de botella gigante. Todo ello por el “módico” precio de seis euros como mínimo. Cabe destacar que los dolores de cabeza y diarreas que se producen en la feria tienen en su mayoría un origen común.

El botellón en cambio, y no defiendo la ingesta de alcohol a lo bestia, tiene la ventaja de que el alcohol que se consume suele ser de mejor calidad cuando se adquiere en tiendas normales y además sale mucho más barato aparte de ser más higiénico por la utilización de vasos desechables. Mis hijos, como los de muchos más albaceteños, podrán hacer un especial acudiendo una noche a un concierto rock o a tomar un cubata en una carpa de la cuerda, pero la feria dura once días, son jóvenes y la viven y eso no hay bolsillo que lo aguante a los precios desorbitados que se imponen.

Me asombra también la noticia de que los diez inspectores que controlarán la calidad de los 155 establecimientos donde se sirven alimentos solo lo van a hacer en los primeros tres días de la feria, es decir, recién vestidos de fiesta para pasar el control. Pasados esos tres días, cuando todo se desborda, la suciedad aumenta y las normas se descuidan, no habrá inspecciones de oficio, solo se atenderán quejas de algún intoxicado que no podrá precisar seguramente donde y cuando le ocurrió y menos si además abandonó este mundo. Esto es inadmisible y me gustaría ver a los miembros del consistorio dar una vuelta por las trastiendas, cocinas y aseos de ciertos chiringuitos para que se enteren de una vez qué es lo que se cuece en la feria.

No me extraña, en cambio, y además acepto gustosamente el precio de un euro en los autobuses de feria, sin excepciones, si con ello se consigue equilibrar el presupuesto. Pero hablando de ingresos, me gustaría saber si el Ayuntamiento ha comparado lo que cobra a las casetas y otros establecimientos de bares, restaurantes y copas establecidos fuera del recinto ferial y especialmente en la cuerda. Tengo la sospecha de que muchos de ellos figuran y pagan como una cosa cuando en realidad son otra, ocasionando sustanciosas pérdidas a las arcas municipales. En todo caso, y como vecino de Albacete, tengo el derecho a saber qué pasa en la zona de la cuerda y pedir una remodelación de la misma para futuras ocasiones, poniendo a cada uno en su sitio y evitando los fraudes que supuestamente se producen. El año pasado presencié en un chiringuito de la misma, al principio de la tarde y a la vista de todo el mundo, incluso infantil, un espectáculo de strictease con connotaciones pornográficas de una zafiedad espeluznante. Creo que es el momento de poner coto a todo esto porque se está desmadrando y no se entiende cómo el gobierno local puede ser tan puritano para unas cosas y tan permisivo para otras.

En fin, quiero terminar este pequeño repaso crítico a algunos aspectos de la feria por el principio, la cabalgata, que es un derroche de vulgaridad y de falta de imaginación. De las 55 carrozas que desfilaron, más de diez fueron alquiladas en la zona de Levante, algunas con motivos completamente ajenos a la feria; otras pocas confeccionadas en los talleres de Asprona y alrededor de treinta elaboradas por las peñas.

No salimos de recrear el patio manchego con la parra ni el corral de la labranza. Se presta más atención al hecho de acompañarlas que a su calidad. Los lebrillos de cuerva, el jamón y los chorizos o las botas de vino son más propias de una fiesta campestre que de un desfile ferial. En fin y terminando, la feria de Albacete tiene de todo, bueno y malo; mucho más de lo primero que de lo segundo. Este año es de las buenas, de las de dos fines de semana, las que gustan a la gente de los pueblos. Para los de aquí y para los de fuera, como se dice en Albacete: ¡Buena Feria!.

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