domingo, 28 de octubre de 2012

Opinión, 02/09/2012 LA CUERDA Y OTRAS COSAS DE FERIA

LA CUERDA Y OTRAS COSAS DE FERIA

Si no me falla la memoria deben cumplirse por ahora los veinticinco años de la remodelación de “La Cuerda”, que dio lugar a la ampliación de “La Sartén” que se quedaba pequeña. Pertenecía yo a una asociación que tras mil vicisitudes consiguió un local en el interior del recinto, creo que junto al de la UGT, que había dejado vacante La Besana y cuyo uso se nos prometió “in aeternum”. Por aquello de que poco dura la alegría en casa del pobre, al año siguiente fuimos desalojados sin más explicación y a continuación se lo adjudicaron, ahora sí “in aeternum” al PSOE y así, juntos los dos, abrir lo que ahora se llama “Casa del Pueblo”.

Al año siguiente se hizo la primera subasta de parcelas de “La Cuerda” y posteriormente el reglamento que permitía instalar una caseta en una parcela adjudicada en determinadas condiciones. Con las casetas, a estilo sevillano, se pretendía facilitar la integración en la feria de las diferentes peñas y asociaciones, ya existentes o creadas al efecto y darle más realce y vida a una zona que apenas acogía cuatro puestos de feriante anárquicamente dispuestos. Se estableció un registro de peñas y se creó una asociación de las mismas para negociar cada año con el Ayuntamiento las condiciones de instalación. Se determinó que no podían ser negocios particulares de bares o restaurantes y que además deberían ser públicas sin poder impedir el acceso a nadie.

Con estas condiciones se fueron instalando en un par de años toda una hilera de casetas, más o menos uniformes y con una capacidad bastante mayor que las sevillanas. Recuerdo algunas, “Magisterio”, “Enemigos del agua”, “Rebotica”, “La Besana”, “La Espiga”, “Harka Manchega”, “Amigos del caballo”, “El Sarmiento”, “Renfe”, “El Otrosí”, “Atascaburras” y alguna más que me dejo. Las normas empezaron a incumplirse desde el primer momento. Ya algunas obviaron su carácter público y desde el primer día funcionaron a puerta cerrada y con vigilantes jurados impidiendo la entrada de ajenos.

A la vista del éxito de los primeros años llovieron las solicitudes de asociaciones y peñas, algunas creadas para este fin, formándose una segunda hilera de casetas a espaldas de las ya existentes. Los asociados o peñistas por sí mismos no eran suficientes para mantener un servicio de bar o restaurante que fuera rentable para los adjudicatarios y más de una se quedó sin servicio a mitad de feria. A partir de ese momento, los titulares fueron cediendo a favor de los negocios de restauración perdiendo poco a poco su carácter originario y convirtiendo las casetas en bares, restaurantes o discotecas. Al cabo de veinticinco años, no más de tres o cuatro peñas conservan su identidad habiendo sucumbido el resto al rentable negocio de la subcontrata, que les permite obtener suculentos beneficios solo por mantener el logotipo en la fachada. Hay peñas desaparecidas cuyo nombre y derechos han sido adquiridos por empresarios de la hostelería que trasladan su negocio a la feria en estos días.

La permisividad y descontrol de las autoridades municipales en este asunto ha traído como consecuencia que:

- Se ha perdido el espíritu con que se adoptó en su momento la remodelación de “La Cuerda”. La pretensión de convertir ese espacio en una zona participativa de grupos organizados ha degenerado en un “botellón legal” al amparo de la desidia de las autoridades

- Gran parte de las casetas han dejado de cumplir con la función para la que fueron creadas, convirtiéndose en claros negocios de hostelería.

- Muchos de los titulares de éstas hacen negocio a espaldas del Ayuntamiento pagando al mismo la cantidad estipulada y arrendando o cediendo por otra muy superior.

- Hay bastantes empresarios de la hostelería que se han quedado con los derechos de algunas peñas desaparecidas y pagan al Ayuntamiento como tales para explotarlas después como restaurantes o bares de copas.

- Se ha bajado la guardia en el control de las condiciones higiénicas de las instalaciones no cumpliéndose en algunos casos con los mínimos exigibles.

- El entorno se ha convertido en una cloaca, lleno de deshechos y con cada rincón convertido en urinario.

La feria de Albacete es indiscutiblemente excepcional. Su recinto ferial es único. La feria taurina como si de primera se tratase. El programa amplio y variado. La imagen, de aprobado raso y los detalles bastante mejorables. Una característica consustancial con la feria es la suciedad. Si decía que “La Cuerda” se ha convertido en una cloaca, el redondo central es un vertedero intransitable a algunas horas de la tarde noche y no digamos del anillo exterior en la zona de chiringuitos. La central de “limpieza” con camiones y contenedores malolientes justo en el acceso de la parada de autobuses y con zonas de restauración a ambos lados ofrece una imagen deplorable. Los ediles y autoridades varias deben pasar la feria entre los toros y la elitista caseta de “Amigos de la feria”, en el interior del recinto, sin transitar por donde la celebran o la sufren el resto de los mortales y desde este punto envío un recordatorio a los ediles socialistas que se rasgan las vestiduras porque los peperos no promocionan una feria que ellos mismos convirtieron en un evento repetitivo y aburrido, carente de imaginación e innovación y sobre todo, sucio.

Hablo así de la feria porque amo la feria y aunque no soy nacido en Albacete, el caballo de cartón que me compró mi abuelo el mismo año que probé la vara de un maestro cojo en el barrio de Las Cañicas, digo, ese caballo me traía cada año el recuerdo de una feria en la que luego, pasado el tiempo, he vivido intensamente y sigo esperando cada año con la misma ilusión. Aquel caballo de cartón al que mi casero, Gabriel Villalba, al principio de la carretera de Barrax, ponía paja por el día y la retiraba por la noche y yo tan feliz; bendita feria.



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