DE SAN NICOLÁS A LOS REYES MAGOS
Si alguien pensaba, como yo no hace mucho tiempo, que el
barbudo vestido de rojo procedente del Polo Norte iba a desplazar a los tres
magos de oriente, estaba en un error. Lo
que sí ha ocurrido es que entre Santa Claus y los Reyes Magos se han llevado
por delante al concepto tradicional de la Navidad, tal como se entiende en el
mundo cristiano.
A veces se confunde lo fundamental con lo superfluo o lo complementario con lo
esencial. La Navidad es para los cristianos la celebración del nacimiento de
Jesús en Belén. Este es el hecho fundamental. San Lucas nos cuenta en su
evangelio que María dio a luz a Jesús en una cuadra o cobertizo a las afueras
de Belén, lo envolvió en unos pañales y lo acostó en un pesebre. Posteriormente
un Ángel lo anunció a los pastores que guardaban el rebaño por la noche y
vinieron hasta el lugar al conocer la noticia. San Mateo en su evangelio dice
que, al tiempo, unos magos que venían de oriente vieron su estrella y la
siguieron hasta dar con el recién nacido al que ofrecieron oro, incienso y
mirra.
Posteriormente, los Papas y la tradición se encargaron de
añadir nuevos elementos como el buey y el asno o el número, los nombres y procedencia de los magos a los que se añadió el apelativo de reyes. Más
adelante se fue haciendo popular la costumbre de entregar regalos a los niños
en asociación con la ofrenda de obsequios
que los magos hicieron al recién
nacido. Así nació la tradicional “Noche de
Reyes” en la que los niños colocan los zapatos para que en ellos
depositen los Reyes sus regalos.
Por otra parte, a partir del Siglo IV, San Nicolás de Myra o
de Bari (según se conoce en Oriente u Occidente) se caracteriza entre otras
cosas por llevar regalos a los niños, entrando por la ventana y colocándolos en
los calcetines, cristianizando una
costumbre que en las diversas provincias del imperio romano se achacaba a
personajes paganos. Cuando en el siglo
XVII los irlandeses crearon Nueva York llevaron con ellos la fiesta de San
Nicolás que es el patrón de Irlanda y a partir de ese momento se fue creando el
mito de Santa Claus, un viejo barbudo y rechoncho que a su regreso al
continente europeo ya no tenía ninguna
relación con San Nicolás y venía adornado con un origen en el Polo Norte y un
trineo tirado por renos para repartir los regalos, que cuajó rápidamente en los
países nórdicos y que los franceses bautizaron como Papá Nöel.
Estos son los tres elementos que definen las actuales
fiestas navideñas en todo el mundo occidental y cristiano. Por un lado la
representación del nacimiento de Jesús mediante los tradicionales belenes,
donde la gente mezcla las características geográficas y humanas del próximo
oriente con las de su propio país, como queriendo con ello significar que Jesús
también nace en cada uno de nuestros pueblos. Junto al Castillo de Herodes
puede haber un molino de viento en los belenes manchegos o escondido en unas
matas el “caganet” en los belenes catalanes. Esta representación auténtica de
la Navidad está empezando a reivindicarse en Austria, Alemania, República
Checa, España y algún otro país occidental frente a la desviación de tipo
comercial en que el mundo de los negocios han convertido a Santa Claus y a los Reyes Magos.
En el plano comercial y con la ayuda aportada por ateos y
agnósticos, se ha venido vendiendo Papa Noel como el mayor atractivo de la
fiesta de Navidad (o de invierno como dicen algunos trasnochados de la
izquierda española). Papa Noel viene al principio de las vacaciones navideñas y
trae los regalos para que los niños los disfruten en esos días y al mismo
tiempo dejen tranquilos a los padres modernos, a veces poco acostumbrados a
soportar a los críos durante todo el día. Las mil y una formas del barbudo
barrigón caen simpáticas en las mentes infantiles y eso la publicidad lo aprovecha y lo explota
hasta la saciedad. Es difícil sustraerse a esta invasión de monigotes de tela,
plástico, cerámica para adorno de interiores o el que llega trepando por el
balcón. Casi que forma parte de nuestra vida en estos días a menos que uno se
proponga desterrarlos.
Los Reyes Magos se iban quedando rezagados. Sus detractores,
los mismos que apoyan a Papá Noel se deshacen en argumentos para descalificar
lo que es una conmemoración y costumbre de carácter religioso. En los países
mediterráneos la tradición está más arraigada y no hay Ayuntamiento que no
monte su Cabalgata de Reyes. Aquí entra otra vez en juego el mundo de los
negocios que casi ha conseguido desproveerla de su carácter original y
convertirla en una nueva ocasión para fomentar el consumismo. Los niños ya
apenas conocen el origen de los Magos de Oriente; simplemente asisten
entusiasmados a ver la cabalgata multicolor de unos personajes fantásticos que
por la noche les van a traer regalos. Los centros comerciales hacen el agosto,
algunos de ellos abriendo hasta la media noche como El Corte Inglés.
Diferencia entre la decoración navideña de El Corte Inglés de hace unos años y la actual |
En resumen, hemos convertido la Navidad en una debacle
consumista, creando personajes de ficción o secuestrando otros tradicionales
que invitan a complacer a propios y extraños mediante el regalo de algo. Los
centros comerciales adelantan su campaña navideña a principios de Diciembre martilleándote
los tímpanos con la cansinería del villancico americano y terminan un mes
después con la misma música pegadiza, las arcas llenas y lo que es peor, han
formateado la mente de la sociedad convirtiéndola en voraz consumidora de otro
camelo, las rebajas. El verdadero sentido de la
Navidad queda reducido al núcleo familiar donde todavía se celebra
la Noche Buena y se canta un villancico; cada vez menos; es más fácil dejarse
arrastrar por el efímero encanto de las luces y la música.
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