lunes, 20 de enero de 2014

DE LA TRANSICIÓN A LA DESINTEGRACIÓN

18.000 VISITAS AL BLOG Y UN REPASO AL PAÍS

Los dos últimos años de actividad de este blog han sido los más productivos con caso cuatrocientas entradas y dieciocho mil visitas. Ayer se completó este número y como ya dije anteriormente, celebro las entradas por cientos y las visitas por miles. Pobre resultado si se compara con los de profesionales e insuficiente para mí, que aspiro a aumentar el número de lectores, pero igualmente satisfactorio porque veo que poco a poco lo voy consiguiendo y ello me invita a seguir haciendo una cosa que siempre me gustó y que las nuevas tecnologías me han dado la oportunidad de hacer, decir lo que pienso y cómo interpreto lo que veo; observar las cosas de este mundo e intentar descifrarlas; repasar detalles de la conducta humana e intentar comprenderla. Gracias a los que me aguantan y espero que lo que escribo les pueda servir de algo.

Hoy estoy pesimista. Quizás porque me levanté esperando ver el suelo nevado y el cielo gris y en cambio me cegó el sol hiriente de una atmósfera limpia hasta distinguir el azul del cielo y el verde del césped. Las cosas del tiempo son así, te acuestas con lo que te dijeron que iba a pasar y te levantas con lo que no pasó, a pesar de la gran aproximación en las previsiones.
Algunos protagonistas de la transición
Pero no es del tiempo meteorológico del que quiero tratar sino del tiempo transcurrido a lo largo de ese periodo que dan en llamar la transición y de los años que siguieron a ésta hasta nuestros días. No se ponen de acuerdo en la duración de este periodo histórico, aunque la mayoría lo hace coincidir con la muerte del anterior Jefe de Estado y la promulgación de la Constitución de 1978. Igual da porque ponerle límites a una transición en España es como ponerle puertas al campo. España está en transición permanente porque nunca estamos satisfechos con lo que tenemos ni unidos para conseguir lo que queremos. Como ese dicho de mi pueblo, los españoles vamos dos por tres calles o lo que es lo mismo, no hay forma de encontrar una camino común que satisfaga a todos y por el que transitemos en paz y convivencia para llegar donde queremos. Claro que el problema de los españoles es que no nos ponemos de acuerdo en el destino al que vamos, la ruta por la que ir y la compañía que queremos.

Juramento de Adolfo Suárez
Yo me formé en la sociedad franquista y participé en mi juventud en la actividad divulgadora de las bondades del régimen hasta que descubrí tanta miseria moral oculta tras los símbolos y las consignas. A la muerte de Franco, con la carrera terminada, la oposición aprobada, recién casado y alejado de la política, no llegue a entender el empecinamiento de Carlos Arias ni la pantomima de suicidio político de las Cortes del régimen y mucho menos la huída a la UCD de todos los que hasta entonces vistieron de azul. Ahora comprendo lo bueno que hicieron y lo mal que lo hicieron. Entiendo el mérito del Presidente Suárez por su difícil toma de decisiones  pero no tanto por su visión de futuro y de la realidad nacional. No otorgo mérito alguno al conjunto de cantamañanas llamados “padres de la Constitución”, que desde el egoísmo de unos, el complejo de otros y la arrogancia de todos hicieron una carta magna no a favor del futuro sino en contra del pasado. La ambición de los nacionalistas, el ansia de revanchismo de la izquierda y el complejo de la derecha les hizo llegar más allá de lo que la Constitución republicana  de 1931 consideraba como una gran conquista social. En el concepto incuestionable de la unidad de España quisieron ser tan espléndidos con los nacionalistas, encubiertamente separatistas, que sin pensar en los vicios y tentaciones de los españoles establecieron lo del café para todos, sin siquiera reflexionar sobre las consecuencias.

Juramento de Felipe González
Pasé los años de González y Aznar dedicado a consolidar mi carrera profesional y tuve la ocasión de hacer un par de incursiones en la vida política local, con más pena que gloria esa es la verdad y sin acomodarme a los hábitos y costumbres de mal gobierno que ya se iban fraguando, hasta el punto de que ambas terminaron en dimisión. Ambos presidentes tuvieron muchos aciertos y cometieron muchos errores. Aún así, cuando pasen los años y se analice la historia con objetividad se llegará a la conclusión de que fueron dos buenos presidentes que acometieron tareas difíciles y colocaron a España al nivel que le correspondía en el concierto europeo y mundial. Lo triste de ambos periodos fue que, ya en el primero se fue instalando e institucionalizando la mala práctica de corromper la actividad política hasta el punto de provocar la caída de González y en el segundo, a pesar de las repetidas promesas de Aznar de regenerar la vida política, tan regeneración se quedó en agua de borrajas y los regímenes instalados en Cataluña, Andalucía o Castilla la Mancha fomentaron la corrupción en ambas tres y la ruina en las dos últimas.

Juramento de José María Aznar

Hubo tres coincidencias muy importantes en los dos  presidentes que estabilizaron y enriquecieron la vida política. La primera, la actitud de ambos ante la unidad nacional, de la que nunca dudaron ni pusieron en tela de juicio, a pesar de que la necesidad de contar con los nacionalistas para formar gobierno les obligó a ir traspasando inicuas cuotas de poder que alimentaron la avaricia de los nacionalismos. La segunda la lucha contra el terrorismo de ETA, con sus luces y sombras, con la vía policial y la del diálogo pero sin ceder ni bajar la guardia; de hecho, al final del gobierno de Aznar, ETA estaba prácticamente desmantelada. La tercera fue la de ganarse el prestigio personal en el entorno internacional, donde ambos fueron considerados grandes estadistas y respetados y tenidos en cuenta como tales, a pesar de que como es obvio, cometieran errores.

Vino a continuación el periodo más triste de la reciente democracia hispana, la del presidente que heredó el título de felón con que fuera conocido el Rey Fernando VII. Nadie como este felón hizo tanto mal a España en tan poco tiempo. La inmensa labor de los tres grandes presidentes, Suárez, González y Aznar tirada por los suelos. Las tres coincidencias que adornaron las presidencias de González y Aznar pronto fueron puestas en tela de juicio y desterradas de su programa. Su deslealtad llegó hasta el extremo de renegar del concepto de nación Española y comprometer la unidad y el destino de España al capricho de lo que decidieran unos minoritarios grupos de fascistas catalanes. Dio aliento a la banda terrorista y la hizo resurgir después de haberla dado todos por derrotada y puso a sus dirigentes a gobernar el País Vasco ayudado por la prevaricación de los entonces miembros del infausto Tribunal Constitucional. Fue el hazmerreir del mundo mundial, como diría Felipe. El fantoche malintencionado y metepatas que puso a España en el mayor de los ridículos y en cuyo pie de foto en Bruselas figurará bajo su nombre: “El tonto español más universal”. Otra cosa no menos grave que lo diferenció de los otros fue su empeño en revivir sus fantasmas personales de la guerra civil y extenderlos al conjunto de los españoles, pretendiendo instalarse en vencedor de una causa que todos perdieron. De la ruina moral, económica y política en que dejó a España mejor no hablar porque algunas heridas aún tienen cura pero otras carecen de remedio.

Juramento de Zapatero
La sociedad española actual es el producto final de lo que hicieron o dejaron de hacer los cuatro presidentes titulares y el interino. El espíritu de la transición fue aquel espíritu acomodaticio que hizo a cada uno ceder un poco de lo suyo a favor del consenso, visto éste como única alternativa para crear una España democrática compatible con parte de la herencia franquista. Santiago Carrillo aceptó, no sabemos si por “imperativo legal” la Constitución, la Monarquía y la Bandera constitucional. Felipe González renunció, por “imperativo alemán” al marxismo para instalar al PSOE en la social democracia y a España en la OTAN. Los separatistas catalanes y vascos recogieron el fruto de la debilidad de los demás y no renunciaron a nada ni acataron nada.

Quién piense que en realidad hubo renuncia desinteresada es demasiado indulgente. El refrán de que “la cabra tira al monte” es ahora más verdadero después de haber visto la trayectoria de la izquierda y los nacionalismos españoles. Nadie reconoce en el PSOE de Rubalcaba a aquel partido surgido de Suresnes  ni la variopinta IU del indigente intelectual de Cayo Lara es comparable al PC de Carrillo o la IU de Julio Anguita, como no admiten comparación la UGT de Cándido Méndez y la de Nicolás Redondo o las CCOO de Fernández Toxo con las de Marcelino Camacho. Los de entonces pudieron ser oportunistas pero tuvieron un ideal y por él lucharon. Lo de ahora es pura y llanamente la izquierda descompuesta. La izquierda que perdió su referencia ideológica a la caída del muro de Berlín y necesitó para subsistir el compadreo con formaciones multicolores ajenas a la ortodoxia marxista. La izquierda cerril, ridículamente revolucionaria en la globalidad del mundo del siglo XXI, sin otra identidad que su ausencia de ideales democráticos, que la empujan a buscar en el ruido callejero los resultados que las urnas continuamente les niegan. La izquierda dedicada al saqueo de fincas y almacenes y a robar a los pobres obreros sus prestaciones de desempleo o de despido. La izquierda, en definitiva, que vuelve al lugar donde siempre estuvo.

En los nacionalistas no hubo renuncia, hubo saqueo al Estado. Los vascos con su concierto económico derivado del régimen foral que hasta Franco les respetó. Los catalanes exigiendo “la pela” a cada petición de apoyo llegada desde Moncloa. Ambos estableciendo, a escondidas o a la vista de todos, una estructura de estado basada en un régimen fascista de pensamiento único, idioma único, educación única, historia inventada y España demonizada y causa de todos los males. En el país Vasco los terroristas se han hecho con el poder municipal y a punto están de usurpar el poder autonómico a la  segunda marca de Urcullu. En Cataluña un iluminado fascista quiere pasar a la gloria como Maciá o Companys haciendo el trabajo sucio a la primera marca independentista, la de ERC, que será la que recoja el fruto de la desintegración de Mas y los oportunistas de CIU.

Entre la izquierda y los nacionalismos han creado una suerte de ”antiespaña”, amparada por un emergente frente popular que más parece un vertedero de residuos donde cualquier escoria es bienvenida. La cultura del trinque, del enfrentamiento, del egoísmo, de la insolidaridad, de la ruptura, de la ausencia  de valores, del todo vale, del comportamiento mafioso; esa es la España de hoy; la que hemos ideo creando día a día, los de abajo siguiendo el ejemplo de los de arriba y los de arriba creando un sistema corrupto casi hereditario donde una mínima oligarquía, y aquí no excluyo a nadie, controla mafiosamente al resto, otorgando favores y privilegios, subvenciones y gabelas, tratando al pueblo como al ganado estabulado y enriqueciéndose a costa del  mismo.

Si alguien pensó que con la llegada al poder del PP de Rajoy iba a llegar la prometida regeneración política de Aznar es un iluso. En este sentido nada ha cambiado. La derecha gobernante está resultando casi tan trincona como sus adversarios, el tiempo lo dirá y tan oligárquicamente estructurada como el resto del espectro político, así que de regeneración nada de nada. Como favor por el hecho de que están gobernando y aún pueden rectificar en muchas cosas, les ahorro una crítica exacerbada aunque confieso que me quedo con las ganas. Como la crisis no apunte un próximo final, que Dios nos coja confesados. (seguramente continuará)

Paco del Hoyo. "Arriba Periscopio" 19/01/2014 

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