domingo, 28 de julio de 2013

LAS DOS CARAS DE LA CRISIS



Imagen rtve.es

          LAS DOS CARAS DE LA CRISIS


Dentro de unos días me voy de vacaciones, como harán la mayoría de los españoles que tengan la suerte de tener trabajo. Me voy a recluir en una aldea de un municipio serrano donde no ha llegado internet y hasta es posible que reniegue de los telediarios.

La crisis me tiene confundido. Veo por una parte a personas que lo están pasando verdaderamente mal y por otra las terrazas de los bares atestadas de clientes. Sé de gente que vive de la ayuda de sus familiares y de otros que compaginan la prestación de desempleo con actividades no declaradas. Empresarios que se están aprovechando de la abundancia de mano de obra y gente que tiene que claudicar ante estos por verdadera necesidad. Imagino a los inspectores de hacienda y de trabajo al refugio de las consolas de aire acondicionado de sus despachos y veo a los políticos tirándose los trapos sucios a la cara en vez de poner freno a tanto desmadre.

Hace unos días vi en mi barrio un BMW, de los de la gama más alta de hace pocos años, con un letrero en la luna trasera que decía “se vende”. Curiosamente es el de un antiguo vecino mío, fontanero de chapuza a domicilio, que tuvo la suerte de quedarse con varias obras en los años buenos del ladrillo y como aquello le pareció poco, se hizo él mismo promotor. Le recuerdo con una raída chupa de cuero, una agenda cubierta de yeso y grasa, un “peluco” de oro y una cadena de igual metal con una cruz que se veía a una legua. A su señora, de peluquería en gimnasio y campo de golf, con un Audi en cuya luneta trasera podía verse algún palo de ese deporte, imagino que para eso, para que pudiera verse.



Me llamó la curiosidad y pregunté a otro vecino que me puso al día. Una promoción de viviendas sin vender nada, cuyo préstamo hipotecario fue ejecutado por el banco y una obra con apenas levantada la cimentación en la misma situación, su propia vivienda en peligro y el coche a la venta. Este es el mismo señor al que una vez pedí que mandase a alguien a casa a reparar una avería urgente y me contestó diciendo “yo ya no estoy en eso”.

Este es un caso real y como él hay miles. Gente que ataba los perros con longaniza, que derrochaban dinero negro a raudales y que ante Hacienda eran casi pobres de solemnidad. Cuando ahora oigo hablar de la crisis de los autónomos y me acuerdo de éste y de otros muchos que tuve que tratar profesionalmente, me hace cosas raras el estómago.

Por el contrario, anoche cené con un amigo valenciano, empresario y fabricante de productos para ortopedias y me comentó que sus pedidos han aumentado considerablemente y que pasado el mes de Agosto, que cierra, va a comercializar dos nuevos productos y va a aumentar algo la plantilla. Indagué sobre las causas de su éxito y me vino a decir que muchos de sus competidores nacionales se habían embarcado en proyectos en China, primero con socios chinos y después, una vez desmontadas sus instalaciones en España se limitaban a comprar a los chinos lo que previamente habían enseñado a producir; con tan mala suerte que a causa de la mala calidad de los materiales utilizados por los orientales, se les fue cerrando poco a poco el mercado español llevando a muchos de ellos a la quiebra. Me comentaba mi amigo que durante años ha tenido que aguantar la chanza y la guerra de precios de sus competidores pero al final y aguantando el chaparrón ha salido adelante y con proyectos de ampliación.


Les han enseñado a hacer los zapatos. Ahora nos invaden con zapatos de m...

Aquí también la crisis ha puesto a cada uno en su sitio. Empresarios que pasaban el día jugando al pádel o al golf sin tener las espaldas demasiado bien cubiertas y ajenos al sufrimiento de los trabajadores que se veían en el paro, ahora están en situaciones críticas.

La crisis ha pasado factura a todos, sobre todo a la clase media de más componente obrero. En muchos casos por razones lógicas de caída del mercado y de la producción; en otros muchos por la irresponsabilidad y el egoísmo de un empresariado advenedizo dedicado únicamente a amasar la mayor cantidad de dinero en el menor tiempo posible y sin importar el color del mismo.

Hace unos días me comentaron cómo funcionaba parte del mercado de trabajo de temporada en el campo albaceteño. Alguien crea una empresa fantasma que se dedica a reclutar obreros de color para la recolección de ajos, patatas, cebolla etc.. Contrata con el agricultor facilitarle mano de obra “legal” por un precio determinado. El agricultor confía en la legalidad del contrato, recoge sus productos, paga al intermediario y éste a su vez paga a los obreros de color descontándoles dos terceras partes del jornal por la comisión correspondiente y el transporte. También la crisis ha producido usureros, estafadores y sinvergüenzas. España es el paraíso de toda esta gente.



¿Donde estan los inspectores para acabar con esta mafia?

Hay quien hizo el agosto antes de la crisis y hay quien lo está haciendo con ella. Si entre los primeros hablamos de los grandes del ladrillo y la obra civil, de los segundos podemos hablar de empresarios y sindicatos desaprensivos. Aquí sí que se han juntado el hambre con las ganas de comer. Los unos que quieren desprenderse de los obreros, los otros que les facilitan la labor y cobran de estos la comisión por tramitar los despidos y quién sabe si también de los empleadores; siempre me quedará la duda. Lo cierto es que unos de los grandes beneficiados por la crisis han sido los dos sindicatos mayoritarios que han recibido dinero a espuertas por controlar a los obreros, por formarlos y hasta por echarlos. Los sindicatos han hecho de todo con la clase obrera, todo menos defenderla.


Vaya tropa

La crisis es mala para todos, sin lugar a dudas, pero sirve también para depurar actitudes y vicios de las épocas de bonanza y sobre todo para poner a muchos en el lugar que les corresponde. Ha servido para combatir tramas ilegales, para alumbrar focos de corrupción que en los años buenos no se veían; para dejar en cueros mostrando sus vergüenzas a la clase política española, desde la A hasta la Z; para abrir los ojos y ver cómo algunos sindicatos se están enriqueciendo a costa de la miseria de la clase obrera; cómo los bandoleros de Al Ándalus roban a los pobres para repartírselo entre los nuevos ricos de la clase dirigente. Ha servido también para demostrar que los lazos familiares en nuestra sociedad son fuertes y gracias a ellos mucha gente está sobreviviendo, a pesar de la picaresca, como no si estamos en España, de rescatar de las residencias a los abuelos con paga.

Recuerdo un refrán utilizado mucho en mi tierra; “Un pedrisco no hace mal año pero al que pilla lo jode”. Una crisis como esta arruina un país pero siempre deja resquicio para la recuperación. Cuando ésta llega, se habrán quedado por el camino muchas cosas buenas pero también muchísimas malas.


Francisco del Hoyo, articulista del diario EL PUEBLO de Albacete
Opinión Domingo, 28 de julio de 2013

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