domingo, 21 de julio de 2013

18 DE JULIO, 77 AÑOS Y APENAS ...



18 de julio, 77 años y apenas hemos aprendido nada

La revolución socialista de Asturias contra la República fue el principio de la guerra civil
 
77 años y tres días de un momento histórico que para unos vino a poner orden donde reinaba la anarquía y para otros, que vivían en la anarquía, vino a suponer el fin de su delirio. Durante muchos años esta fecha ha pasado desapercibida. Los pactos que dieron lugar a la transición contemplaban tres principios fundamentales: perdonar, olvidar y convivir pacíficamente, que tuvieron rango de ley no escrita, respetada por todos, hasta que la edad fue apartando a sus promotores del escenario público y sus herederos hicieron de su capa un sayo. Durante los gobiernos de Felipe y Aznar cualquier alusión a celebraciones significativas del régimen anterior o la contienda civil fueron olvidadas. Fechas como el 14 de abril, 18 de Julio o 20 de Noviembre pasaron al olvido salvo, claro está, la celebración de los incondicionales de unas y de otras. Pero llegó otra generación, la de los nietos y bisnietos de la guerra, con personajes deplorables como Zapatero, que oyó contar cómo a su abuelo lo fusilaron los unos pero no se enteró de que también lo hubieran hecho los otros y se embarcaron en una cruzada reivindicativa de crímenes unilaterales, queriendo poner nombre a cada “soldado desconocido” y tratando de ganar una guerra que setenta años antes todos habían perdido; y cuando digo todos, tengo razones personales para acreditarlo.

La puerta de Alcalá (sin comentarios)
La España golpista, la del motín y la conspiración, la de los hechos gloriosos y crímenes vergonzosos, la de la ruinosa monarquía borbónica de los Siglos XVIII, XIX y principios del XX, la de la iglesia administradora de bienes y prebendas y de la nobleza y nueva burguesía rancias, soberbias y egoístas; esa España de señoritos y bandoleros es la que cuajó en el primer tercio del siglo XX un nuevo régimen que fue celebrado por gran parte de los españoles sin distinción de clases o ideologías. Muchos otros quedaron aparte de la celebración, unos por su devoción monárquica y otros, la mayoría, por haber contribuido a formar una nueva clase social de parias de la tierra y esclavos de la fábrica, influidos todos ellos por una nueva doctrina de corte revolucionario que hacía furor en el desangelado imperio ruso.

La pancarta es significativa
Esa masa obrera revolucionaria y analfabeta, dirigida por individuos carentes de escrúpulos y con la única consigna de conquistar el poder mediante la revolución, fue la que, con los socialistas al frente, intentó eliminar en 1934 el régimen que habían aplaudido tres años antes. Diga lo que diga el trasnochado de Tomás Gómez y mil derrotados intelectuales más, ese fue el principio del final; la semilla de la contrarrevolución que pocos años después acabaría con ellos.

Los facinerosos anarquistas, socialistas y comunistas que al grito de “Muera España, Viva Rusia” tenían como pasatiempo matar curas y monjas y destrozar y quemar edificios y obras de arte de valor incalculable; los que en 1936 formaron el Frente Popular e intentaron cambiar la convivencia pacífica y las reformas sociales republicanas por la vía revolucionaria, fueron los únicos responsables, con sus homólogos europeos, del nacimiento de los movimientos fascistas que surgieron en legítima defensa propia.

¿De verdad queremos repetir la historia?
 Lo de aquí ya lo conocemos. A una revolución siguió una contrarrevolución, con la mala suerte para los primeros de que su ideario se transformó en la peor de las dictaduras tras el “telón de acero” mientras el mundo occidental hizo gala de una convivencia en libertad, perdonando algunas carencias de la misma en lugares que, como España, estratégicamente le resultaron útiles. Ciertamente la contrarrevolución, últimamente muy “descafeinada” fue demasiado prolongada, treinta y seis años, como también es cierto que hace ya y también treinta y seis años que los próceres del viejo régimen se inmolaron en aras de una nueva forma de vida, de convivencia y de paz.

36 años así ...
Sirva lo anterior para denunciar que treinta y seis años después de acabada la dictadura seguimos con la fijación de luchar contra lo que ya no existe y con la idea de malmeter en la mente de las nuevas generaciones una visión sectaria de lo que ya casi nadie recuerda. El problema reside en que a pesar de los años apenas si hemos aprendido nada y estamos volviendo a situaciones similares a la época revolucionaria y a la dictadura.

Y a consecuencia de esto ...
 Una clase política corrupta sin sentido de Estado, miope y egoísta, de una indigencia intelectual sin parangón. Una clase política, como en la época republicana, merecedoras de todo un tratado de sociología.
 Un poder judicial dividido entre buenos y malos según el observador, politizado y sumiso como nunca al poder ejecutivo que, como en la dictadura, todo lo dirige y controla. Jueces de quita y pon según la conveniencia de color y medios materiales y económicos controlados por el Gobierno que obliga a la judicatura a comer en su mano.
Un poder legislativo de paniaguados que, igual que en la dictadura, tienen como única misión decir sí o no siguiendo las instrucciones de los dictadorzuelos encaramados en lo alto de los partidos.
 Unos sindicatos verticales viviendo del presupuesto de todos los españoles, obligados todos a mantenerlos y sometidos al antojo de sus interesadas negociaciones laborales; con una casta dirigente inamovible que vive opíparamente rodeada de lujos a costa del expolio de la clase obrera a la que dicen defender.

otros 36 años así
 Una España dividida artificialmente sin sentido alguno que no sea el de la claudicación de los llamados padres de la Constitución, creadores del sistema corrupto que nos corroe y de la anti-España que nos destruye. Todo por querer ir más allá de lo que ya se demostró inútil y peligroso en la época republicana pero válido para los enemigos sentados en la misma mesa de negociación, que sacaron su parte y ahora la estamos descubriendo.

La Historia se repite porque no hemos aprendido nada de la anterior. La tergiversamos y moldeamos a nuestro gusto y cuando esta misma  Historia sea contemplada con la frialdad y objetividad del transcurso de los años, ya será tarde para corregir errores. Es ahora el momento de reflexionar sobre los últimos cien años para comprender cómo hemos llegado hasta aquí y qué podemos hacer, si ello fuese necesario, para enderezar el camino.

Francisco del Hoyo, articulista del diario EL PUEBLO de Albacete "Opinión", 21/07/2013



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