lunes, 20 de octubre de 2014

UN PASEO POR LA SANIDAD MANCHEGA




El CHUA de Albacete, cochambroso y  tercermundista
LA CARA, ESPEJO DEL ALMA


No confundirse. No va este escrito dirigido a descubrir los vicios o cualidades de ninguna persona, aunque el título así lo dé a entender. En este caso se trata de hablar del alma de la sanidad en la Región y de una de sus caras más significativas, el hospital de Albacete (CHUA o Centro Hospitalario Universitario de Albacete).


Hace poco más de tres años estuve ingresado allí dos semanas por un problema cardíaco, creo que felizmente solucionado por un profesional y un equipo competentes donde los haya. He procurado borrar el recuerdo de aquellos días,  de los que solo mantengo la buena sensación de haber estado atendido por un personal exquisito en sus conocimientos y en sus formas. He vuelto un par de veces al servicio de urgencias, más por miedo que por peligro real y puedo decir de estos profesionales lo mismo que de los anteriores, una ejemplar profesionalidad.


Ayer y al objeto de visitar a un familiar, accedí a la planta segunda del centro hospitalario y confieso que la primera impresión nada más subir al ascensor era la de encontrarme en otro país.  Aproximadamente la tercera parte de los que allí viajaban tenía caracteres europeos, no digo ya españoles y es resto norteafricanos y sudamericanos. Si ya el viaje en el ascensor era desconcertante, la llegada al inmenso pasillo fue desoladora. Un enjambre de gente que entra o sale; enfermos estirando las piernas por el pasillo disfrazados con un pijama carcelario con un margen de error de tres o cuatro tallas; carros con útiles de  limpieza y otros sanitarios aparcados en  cualquier rincón; un calor sofocante y todas las puertas abiertas de par en par tirando por tierra la intimidad de los enfermos; los puestos de control o atención del personal sanitario lo más parecidos a cualquier puesto de “los invasores”. 
 Pero no era esto lo peor que me esperaba. En la habitación se habían instalado tres camas con apenas un metro de separación entre ambas; el calor más sofocante aún que en el pasillo; tres sillones cutres para los acompañantes, amortizados en inventario al menos veinte años antes; un televisor de monedas en el  que el primero que las echa elige la programación y el volumen; unas cortinas separadoras entre las camas que estorban cualquier movimiento del personal asistente y están recogidas obligando a los pacientes y a sus acompañantes a ver, oír y aguantar las circunstancias de cada uno de los demás.


No pude resistir la tentación de entrar en el aseo para echar un vistazo y la primera impresión fue que la habitación era un lujo comparada con lo que estaba viendo. Un espacio reducido al mínimo, con tres taquillas que ocupan la tercera parte de él;  media bañera de apenas medio metro de anchura empotrada entre dos paredes, a la que para entrar hay que superar la altura de la misma, casi a medio metro del suelo y dónde es imposible asear debidamente a cualquier persona entrada en carnes.

Hospital de Villarrobledo
 Esta es la cara de una sanidad manchega donde se han construido hospitales a troche y moche, más por intereses políticos que por necesidades reales, algunos de ellos a menos de treinta km. de distancia entre sí y mientras tanto, hospitales como los de Toledo y Albacete se caen de viejos. Cierto es que en Toledo ya podría estar terminado el nuevo complejo si no fuera por la megalomanía del Presidente Barrera que lo hizo inviable económicamente, pero en Albacete la situación es crítica y por su estado y configuración difícilmente podría soportar cualquier brote epidémico, no digo ya de ébola sino simplemente de gripe. El hospital de Albacete es cochambroso y tercermundista por su antigüedad  y estado de conservación. Está masificado y saturado y los enfermos corren el riesgo de salir de allí con más cosas de las que entraron. “Hospital de las cuatro Esperanzas” debería llamarse, porque una vez dentro el enfermo espera salir vivo, mejorado, no contagiado y sobre todo pronto. El único consuelo que queda es saber que la atención de facultativos y personal sanitario en general va a ser exquisita salvo las excepciones derivadas de aquellos más contagiado del virus sindicalista, que es uno de los más difíciles de combatir y erradicar en la sanidad manchega.


Al margen de  lo anterior, en el Hospital de Albacete como en todos ocupa un lugar importante el dedicado a consultas externas. Aquí no voy a entrar en las condiciones físicas del entorno sino en las personales de facultativos y personal auxiliar. No acabo de entender cómo en la última vez que pasé consulta con el cardiólogo, Diciembre de 2012,  me indicaron que la próxima revisión debía pasarla al cabo de un año, finales de 2013. Estamos a finales de 2014 y “ni flores”. Me asalta a veces  la duda sobre si los cardiólogos son menos; si además de Albacete tienen que atender los hospitales fantasma de la Mancha, si ha crecido desmesuradamente el números de personas con problemas cardiovasculares o si simplemente los facultativos están en huelga de celo y se dedican más a sus consultas particulares.


El macro proyecto de Barreda en Toledo, una ruina


Sea como fuere, esta es la cara de la sanidad manchega, la cara que vemos los contribuyentes no la cara que le hacen ver a Cospedal. No sé si habrá otras caras espejos de su alma pero esto es lo que se ve y en razón a ello se intuye lo que en realidad hay. La sanidad nunca debió ser traspasada a las CCAA. No puede ser que en Madrid haya una cama por habitación y en Albacete estén los enfermos amontonados. No hay que conformarse con la excusa de que se habían construido  indebidamente hospitales y que aún estaban sin pagar. Tiempo ha habido para cerrarlos, venderlos o rentabilizarlos sin perjudicar a los anteriores ya existentes. No puede ser que en España haya sanidad de primera, de segunda y tercermundista. ¡No pueden ser tantas cosas….!



Feria de Tradiciones de Yeste (Albacete) 24/26 Octubre

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