El CHUA de Albacete, cochambroso y tercermundista |
LA CARA, ESPEJO DEL ALMA
No confundirse. No va este
escrito dirigido a descubrir los vicios o cualidades de ninguna persona, aunque
el título así lo dé a entender. En este caso se trata de hablar del alma de la
sanidad en la Región y de una de sus caras más significativas, el hospital de
Albacete (CHUA o Centro Hospitalario Universitario de Albacete).
Hace poco más de tres años estuve
ingresado allí dos semanas por un problema cardíaco, creo que felizmente
solucionado por un profesional y un equipo competentes donde los haya. He procurado borrar el recuerdo de aquellos días, de los que solo mantengo la buena sensación
de haber estado atendido por un personal exquisito en sus conocimientos y en
sus formas. He vuelto un par de veces al servicio de urgencias, más por miedo
que por peligro real y puedo decir de estos profesionales lo mismo que de los
anteriores, una ejemplar profesionalidad.
Ayer y al objeto de visitar a un
familiar, accedí a la planta segunda del centro hospitalario y confieso que la
primera impresión nada más subir al ascensor era la de encontrarme en otro país.
Aproximadamente la tercera parte de los
que allí viajaban tenía caracteres europeos, no digo ya españoles y es resto
norteafricanos y sudamericanos. Si ya el viaje en el ascensor era
desconcertante, la llegada al inmenso pasillo fue desoladora. Un enjambre de
gente que entra o sale; enfermos estirando las piernas por el pasillo disfrazados
con un pijama carcelario con un margen de error de tres o cuatro tallas; carros
con útiles de limpieza y otros
sanitarios aparcados en cualquier
rincón; un calor sofocante y todas las puertas abiertas de par en par tirando
por tierra la intimidad de los enfermos; los puestos de control o atención del
personal sanitario lo más parecidos a cualquier puesto de “los invasores”.
Pero no era esto lo peor que me
esperaba. En la habitación se habían instalado tres camas con apenas un metro
de separación entre ambas; el calor más sofocante aún que en el pasillo; tres
sillones cutres para los acompañantes, amortizados en inventario al menos
veinte años antes; un televisor de monedas en el que el primero que las echa elige la
programación y el volumen; unas cortinas separadoras entre las camas que
estorban cualquier movimiento del personal asistente y están recogidas obligando
a los pacientes y a sus acompañantes a ver, oír y aguantar las circunstancias
de cada uno de los demás.
No pude resistir la tentación de
entrar en el aseo para echar un vistazo y la primera impresión fue que la
habitación era un lujo comparada con lo que estaba viendo. Un espacio reducido
al mínimo, con tres taquillas que ocupan la tercera parte de él; media bañera de apenas medio metro de anchura
empotrada entre dos paredes, a la que para entrar hay que superar la altura de
la misma, casi a medio metro del suelo y dónde es imposible asear debidamente a
cualquier persona entrada en carnes.
Hospital de Villarrobledo |
Esta es la cara de una sanidad
manchega donde se han construido hospitales a troche y moche, más por intereses
políticos que por necesidades reales, algunos de ellos a menos de treinta km.
de distancia entre sí y mientras tanto, hospitales como los de Toledo y
Albacete se caen de viejos. Cierto es que en Toledo ya podría estar terminado
el nuevo complejo si no fuera por la megalomanía del Presidente Barrera que lo
hizo inviable económicamente, pero en Albacete la situación es crítica y por su
estado y configuración difícilmente podría soportar cualquier brote epidémico,
no digo ya de ébola sino simplemente de gripe. El hospital de Albacete es
cochambroso y tercermundista por su antigüedad
y estado de conservación. Está masificado y saturado y los enfermos
corren el riesgo de salir de allí con más cosas de las que entraron. “Hospital
de las cuatro Esperanzas” debería llamarse, porque una vez dentro el enfermo
espera salir vivo, mejorado, no contagiado y sobre todo pronto. El único
consuelo que queda es saber que la atención de facultativos y personal sanitario
en general va a ser exquisita salvo las excepciones derivadas de aquellos más
contagiado del virus sindicalista, que es uno de los más difíciles de combatir
y erradicar en la sanidad manchega.
Al margen de lo anterior, en el Hospital de Albacete como
en todos ocupa un lugar importante el dedicado a consultas externas. Aquí no
voy a entrar en las condiciones físicas del entorno sino en las personales de
facultativos y personal auxiliar. No acabo de entender cómo en la última vez
que pasé consulta con el cardiólogo, Diciembre de 2012, me indicaron que la próxima revisión debía
pasarla al cabo de un año, finales de 2013. Estamos a finales de 2014 y “ni
flores”. Me asalta a veces la duda sobre
si los cardiólogos son menos; si además de Albacete tienen que atender los
hospitales fantasma de la Mancha, si ha crecido desmesuradamente el números de
personas con problemas cardiovasculares o si simplemente los facultativos están
en huelga de celo y se dedican más a sus consultas particulares.
El macro proyecto de Barreda en Toledo, una ruina |
Sea como fuere, esta es la cara
de la sanidad manchega, la cara que vemos los contribuyentes no la cara que le
hacen ver a Cospedal. No sé si habrá otras caras espejos de su alma pero esto
es lo que se ve y en razón a ello se intuye lo que en realidad hay. La sanidad
nunca debió ser traspasada a las CCAA. No puede ser que en Madrid haya una cama
por habitación y en Albacete estén los enfermos amontonados. No hay que
conformarse con la excusa de que se habían construido indebidamente hospitales y que aún estaban sin
pagar. Tiempo ha habido para cerrarlos, venderlos o rentabilizarlos sin
perjudicar a los anteriores ya existentes. No puede ser que en España haya
sanidad de primera, de segunda y tercermundista. ¡No pueden ser tantas cosas….!
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