martes, 7 de octubre de 2014

PEDRO, ¿POR QUÉ NO TE CALLAS?




UN BOZAL PARA PEDRO SÁNCHEZ

La locuacidad de Pedro Sánchez -“Pedro I el Guapo, Caudillo de socialistas” le llaman-  es tan tremenda que hace bueno el refrán que dice que “cuanto más habla más yerra”. Lo de "bozal"  no debe considerarse como peyorativo porque en  mi tierra se utiliza precisamente para hacer callar a quienes cuando más hablan más meten la pata y esa es la consideración que yo le doy.

Pedro Sánchez llegó a la cúspide socialista siendo aún menos conocido que Moreno Bonilla en el PP de Andalucía, que ya es decir y de forma muy parecida a la de Zapatero, casi  por casualidad. El santo era Madina  y vestidor, mayordomo y camarista ya estaban preparando sus ropajes cuando el destino hizo que se desnudara a un santo para vestir otro. A Madina le ha pasado lo que a Bono, que le abandonó el vestidor “Arfonso” para irse a vestir a Zapatero y en qué mala hora metió Alfonso Guerra las narices en el pleito.

A resultas de ese anonimato, el recién coronado caudillo socialista, revestido de friki mediático y posiblemente no muy bien aconsejado, ha salido a la palestra lanzando titulares y sentencias,  con más desventura que suerte, que le obligan a él y a su partido a un desmentido casi a diario.

Ya pintaba maneras cuando aún antes de tomar posesión del cargo ordenó a los recién elegidos eurodiputados votar en contra de la elección del popular Jean Claude Juncker como Presidente de la Comisión rompiendo así con el compromiso socialista a cambio de la elección de  Schulz  como Presidente del Parlamento y queriendo con ello mostrar su condición de euroescéptico.

Luego el neófito se fue desmelenando y soltando paridas a troche y moche, diciendo lo que el auditorio quería oír y  sin reparar en las consecuencias. Así en Cataluña pregonó a los cuatro vientos su reconocimiento como nación y la necesidad de reformar la Constitución para, dentro de un Estado federal asimétrico, dar un trato fiscal especial a los catalanes. Se le llena la boda de federalismo y cuántas veces ha sido invitado a definirlo ha salido por los cerros de Úbeda sin aclarar más allá de su inclinación al catalanismo.

Influenciado por el ascenso “estadístico” de Podemos ha copiado de Pablo Iglesias su vocación mediática y llama a las puertas de la telebasura para buscar el reconocimiento de marujas y cotillas, vistiendo de rosa el liderazgo socialista y quizás soñando como en Podemos con un “Aló Presidente” como el de la TV venezolana.

La denuncia del Concordato con el Vaticano fue otra de sus primeras manifestaciones, pretendiendo con ello atraerse a las corrientes más a la izquierda de un socialismo que en la España rural  va a misa los domingos.

Influenciado por “El toro de la Vega” anuncia una ley marco estatal contra el maltrato de animales situándose al lado de los que pretenden eliminar el festejo taurino y al poco se desdice manifestando que la tauromaquia es cultura aunque él no comparte pero respeta.

Si el auditorio es feminista hace de la cuota y de la violencia el hilo conductor de su mensaje, llegando a tal nivel de éxtasis que lanza al vuelo la “jaimitada” de que se dará tratamiento de funeral de Estado a todas las muertes por violencia de género, nada menos que con asistencia del Presidente o alguno de los Ministros, “total ná”.

Él, que ha compartido trabajo y política y  experto tertuliano de pago, sale y dice que los Diputados deben dedicarse solo a la política y a lo sumo a dar clases, pero nada de negocios ni otras profesiones liberales. Consagra de esta guisa la profesionalización de la clase política, perpetúa el poder de la casta.

Preocupado por la educación no repara en los programas de estudio ni en una educación de calidad. Piensa y así lo dice que el problema se arregla subiendo el sueldo al profesorado –en agravio comparativo al resto de funcionarios- y estableciendo una suerte de MIR -Maestro Interno Residente debe ser- que imagino sustituirá al clásico concurso-oposición de toda la vida.

Y así una tras otra hasta el punto de que se hace necesario en el Partido un cuerpo de bomberos que vaya en pos del líder apagando los rescoldos. Ya para colmo en una entrevista en El Mundo afirma que “sobra el Ministerio de Defensa” y aunque  de inmediato los “bomberos” han apagado la llama, cabe pensar que le ha traicionado el subconsciente y que en realidad lo que subyace tras estas palabras es esa fobia antimilitarista que caracteriza a la nueva izquierda.

En fin, entre éstas y otras que me dejo, entreveo que el personaje es la repetición de otro anterior de infausto recuerdo, con más idiomas y de momento peor suerte. Y digo esto porque el otro llegó al poder en el partido y en el gobierno con dos golpes de suerte, uno propiciado por Alfonso Guerra y otro por un tren de cercanías del que “Freddy el químico” supo sacar partido. Además se encontró un país que vivía en la opulencia, conseguida por la buena gestión del Gobierno de Aznar unida a contextos favorables del momento. No es esta la situación del nuevo líder, que se encuentra con un Partido derrotado por la inoperancia y la corrupción, de disimulada dirección bicéfala con futuro incierto y con un fundamentalista del más soez populismo bananero pisándole los talones.

Zapatero dio el primer paso hacia el fin del bipartidismo y Rajoy no ha hecho mucho por evitarlo. Corren nuevos tiempos en los que la izquierda fraccionada tiene dos opciones, la de congregarse en torno a un frente popular como ya hiciera hace ochenta años o la de alumbrar un líder carismático dotado de inteligencia y de sentido de Estado, que reconduzca a la izquierda al camino de la socialdemocracia europea y moderna. Lamentablemente y no sin preocupación veo situado a Pedro Sánchez más cerca de la primera opción. Volvemos a donde estábamos. No hemos aprendido nada.


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