UN BOZAL PARA PEDRO
SÁNCHEZ
La locuacidad de Pedro Sánchez -“Pedro I el Guapo, Caudillo
de socialistas” le llaman- es tan
tremenda que hace bueno el refrán que dice que “cuanto más habla más yerra”. Lo de "bozal" no debe considerarse como peyorativo porque en mi tierra se utiliza precisamente para hacer callar a quienes cuando más hablan más meten la pata y esa es la consideración que yo le doy.
Pedro Sánchez llegó a la cúspide socialista siendo aún menos
conocido que Moreno Bonilla en el PP de Andalucía, que ya es decir y de forma
muy parecida a la de Zapatero, casi por
casualidad. El santo era Madina y
vestidor, mayordomo y camarista ya estaban preparando sus ropajes cuando el
destino hizo que se desnudara a un santo para vestir otro. A Madina le ha
pasado lo que a Bono, que le abandonó el vestidor “Arfonso” para irse a vestir
a Zapatero y en qué mala hora metió Alfonso Guerra las narices en el pleito.
A resultas de ese anonimato, el recién coronado caudillo
socialista, revestido de friki mediático y posiblemente no muy bien aconsejado,
ha salido a la palestra lanzando titulares y sentencias, con más desventura que suerte, que le obligan
a él y a su partido a un desmentido casi a diario.
Ya pintaba maneras cuando aún antes de tomar posesión del
cargo ordenó a los recién elegidos eurodiputados votar en contra de la elección
del popular Jean Claude Juncker como Presidente de la Comisión rompiendo así
con el compromiso socialista a cambio de la elección de Schulz como Presidente del Parlamento y queriendo con ello mostrar su condición
de euroescéptico.
Luego el neófito se fue desmelenando y soltando paridas a
troche y moche, diciendo lo que el auditorio quería oír y sin reparar en las consecuencias. Así en
Cataluña pregonó a los cuatro vientos su reconocimiento como nación y la
necesidad de reformar la Constitución para, dentro de un Estado federal
asimétrico, dar un trato fiscal especial a los catalanes. Se le llena la boda
de federalismo y cuántas veces ha sido invitado a definirlo ha salido por los
cerros de Úbeda sin aclarar más allá de su inclinación al catalanismo.
Influenciado por el ascenso “estadístico” de Podemos ha
copiado de Pablo Iglesias su vocación mediática y llama a las puertas de la
telebasura para buscar el reconocimiento de marujas y cotillas, vistiendo de
rosa el liderazgo socialista y quizás soñando como en Podemos con un “Aló
Presidente” como el de la TV venezolana.
La denuncia del Concordato con el Vaticano fue otra de sus
primeras manifestaciones, pretendiendo con ello atraerse a las corrientes más a
la izquierda de un socialismo que en la España rural va a misa los domingos.
Influenciado por “El toro de la Vega” anuncia una ley marco
estatal contra el maltrato de animales situándose al lado de los que pretenden
eliminar el festejo taurino y al poco se desdice manifestando que la
tauromaquia es cultura aunque él no comparte pero respeta.
Si el auditorio es feminista hace de la cuota y de la violencia
el hilo conductor de su mensaje, llegando a tal nivel de éxtasis que lanza al
vuelo la “jaimitada” de que se dará tratamiento de funeral de Estado a todas
las muertes por violencia de género, nada menos que con asistencia del
Presidente o alguno de los Ministros, “total ná”.
Él, que ha compartido trabajo y política y experto tertuliano de pago, sale y dice que
los Diputados deben dedicarse solo a la política y a lo sumo a dar clases, pero
nada de negocios ni otras profesiones liberales. Consagra de esta guisa la
profesionalización de la clase política, perpetúa el poder de la casta.
Preocupado por la educación no repara en los programas de
estudio ni en una educación de calidad. Piensa y así lo dice que el problema se
arregla subiendo el sueldo al profesorado –en agravio comparativo al resto de
funcionarios- y estableciendo una suerte de MIR -Maestro Interno Residente debe
ser- que imagino sustituirá al clásico concurso-oposición de toda la vida.
Y así una tras otra hasta el punto de que se hace necesario en
el Partido un cuerpo de bomberos que vaya en pos del líder apagando los
rescoldos. Ya para colmo en una entrevista en El Mundo afirma que “sobra el
Ministerio de Defensa” y aunque de
inmediato los “bomberos” han apagado la llama, cabe pensar que le ha
traicionado el subconsciente y que en realidad lo que subyace tras estas
palabras es esa fobia antimilitarista que caracteriza a la nueva izquierda.
En fin, entre éstas y otras que me dejo, entreveo que el
personaje es la repetición de otro anterior de infausto recuerdo, con más
idiomas y de momento peor suerte. Y digo esto porque el otro llegó al poder en
el partido y en el gobierno con dos golpes de suerte, uno propiciado por
Alfonso Guerra y otro por un tren de cercanías del que “Freddy el químico” supo
sacar partido. Además se encontró un país que vivía en la opulencia, conseguida
por la buena gestión del Gobierno de Aznar unida a contextos favorables del
momento. No es esta la situación del nuevo líder, que se encuentra con un
Partido derrotado por la inoperancia y la corrupción, de disimulada dirección
bicéfala con futuro incierto y con un fundamentalista del más soez populismo
bananero pisándole los talones.
Zapatero dio el primer paso hacia el fin del bipartidismo y
Rajoy no ha hecho mucho por evitarlo. Corren nuevos tiempos en los que la
izquierda fraccionada tiene dos opciones, la de congregarse en torno a un
frente popular como ya hiciera hace ochenta años o la de alumbrar un líder
carismático dotado de inteligencia y de sentido de Estado, que reconduzca a la
izquierda al camino de la socialdemocracia europea y moderna. Lamentablemente y
no sin preocupación veo situado a Pedro Sánchez más cerca de la primera opción.
Volvemos a donde estábamos. No hemos aprendido nada.
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