sábado, 11 de octubre de 2014

LA MILHOJA ESPAÑOLA Y LAS REDES





LA MILHOJA ESPAÑOLA Y LAS REDES

En España es tal la proliferación de noticias alarmantes o escandalosas que su actualidad es tan efímera y tal su amontonamiento que a veces se le forma a uno un lio en la cabeza que no sabe dónde centrar su atención.  A la milhoja nacional no dejan de acumularse capas.

Durante días el intento de secesión de Cataluña ha monopolizado los medios haciéndonos olvidar que en Sevila la Juez Alaya sigue descubriendo tesoros en la cueva de Alí Babá andaluza. El descubrimiento de otra cueva de Ali Babá, esta vez en Cataluña y con un número reducido de ladrones, el clan Pujol,  hace saltar todas las alarmas del independentismo que se queda en paños menores y el “España nos roba” se les anuda en la garganta.  Al tiempo se descubre que unos caraduras que actuaban como directivos o consejeros de Caja Madrid contribuyeron a  la quiebra de la entidad haciendo uso de ingentes cantidades a través de unas tarjetas  funcionalmente generosas y fiscalmente opacas. 

 Esta situación, que aún colea, ha quedado nublada por la noticia del lamentable contagio de una auxiliar de enfermería que ha atendido a los dos fallecidos por ébola en el Hospital Carlos III y que, si bien en el primer caso no hubo incidente que lamentar salvo el fallecimiento del misionero, en el segundo caso y al parecer por una imprudencia de la afectada y una ocultación de su relación con el mismo, no solo se ha contagiado ella sino que es posible que haya puesto en peligro la salud de las personas con las que se relacionó en los días siguientes al fallecimiento del segundo afectado.

Cuando las redes echan humo sobre el ébola  –seguiré ahora con ellas- se descubre que lo de los cien años de honradez de UGT vuelve a saltar por los aires al comprobar que un símbolo del sindicalismo minero asturiano, Fernández Villa, se cae del pedestal asentado sobre un cimiento de millón y medio de euros cuya procedencia dice desconocer que no fuera por otra vía que la del ahorro.

El país echa humo y las redes sociales también. ¡Qué buen invento y que malo al mismo tiempo esto de las redes sociales! Y no ellas en sí mismo sino en la utilización que de ellas hacemos. El caso del ébola como otros anteriores han sido utilizados en la red de forma tan torticera que es difícil comprender que en un país que se presume civilizado pueda haber  tanto deshecho humano que disfrute intoxicando y amedrentando a la sociedad a través de mensajes inciertos , insultos desmedidos, descalificaciones infundadas, bulos, falsificaciones de titulares de los medios informativos y un sinfín de despropósitos más que han creado una alarma social innecesaria y peligrosa.

 Una sociedad que produce gente como la que sale a la calle de forma violenta  a defender la vida de un perro posiblemente contaminado de ébola con riesgo de contagio para las personas, cuando a diario se sacrifican animales en las instalaciones municipales por falta de acogida, es una sociedad enferma. Cuando esa sociedad pasa por alto que en Cataluña ya van diez muertos en quince días a causa de la legionella, esa sociedad está enferma. Y está enferma porque esa misma sociedad es insensible al hecho de  que en países africanos están muriendo miles de personas, entre ellos cientos de niños, a causa de la enfermedad y otros miles a diario por la hambruna que asola al continente negro. Está enferma porque está vacía de humanidad y llena  de envidia; porque odia y sobre todo porque se deja manipular, síntoma claro de su indigencia intelectual.

En esta sociedad tan empobrecida de espiritualidad,  de relajada moral y coeficiente intelectual bajo mínimos, el que sea capaz de dominar las redes sociales es el amo. ¿Cómo se entiende si no el ascenso meteórico  de una banalidad con coleta como es el tal Pablo Iglesias?. 

Aviso a navegantes  en lo que ya es periodo preelectoral. El mítin se queda en fiesta de partido, las cartas llenan papeleras. El debate  político se traslada a la radio, la televisión y las redes sociales. Quienes dominen estos medios serán los que nos gobiernen, véase si no el ejemplo de Cataluña. La sociedad  ha cambiado, es una esponja. Quienes se aferren a los viejos métodos están perdidos y pueden   en su enrocamiento  hacer que todos equivoquemos el camino.


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