lunes, 11 de febrero de 2013

ESTA ESPAÑA NO HAY QUIÉN LA AGUANTE



ESTA ESPAÑA NO HAY QUIÉN LA AGUANTE
Si alguien pensaba que el fin de la dictadura era el remedio para todos los males de la España invertebrada, lo llevaba claro. Murió Franco y a los tres años y dieciséis días los españoles nos otorgamos una nueva Constitución y configuramos un nuevo modelo de Estado, más pensando en borrar las huellas del pasado que de abrir caminos al futuro. El ansia de la izquierda por tocar poder, el complejo de culpabilidad de la derecha y el ejército de oportunistas del centro ayudaron a construir un Estado con cimientos de barro que la erosión de la corruptela y la inmoralidad política se ha encargado de debilitar y eso que apenas han pasado treinta años.

Los "padres" de la Constitución, desde luego se lucieron
 No sé a qué viene tanta admiración y devoción por los padres de la Constitución si al fin y al cabo lo único que hicieron fue, unos, lavar sus conciencias entregándose en brazos de los agazapados enemigos de España y estos últimos aprovechar la coyuntura para hacer parecer legal su demanda de independencia.

El Estado de las autonomías, la legislación sobre los partidos políticos y las leyes que regulan los procesos electorales son los tres pies de barro sobre los que se asienta el Estado y que terminarán acabando con él.
Ni la Constitución republicana había considerado la partición de España en reinos de taifas. Estos iluminados, solo por el hecho de que España no se gobernara desde Madrid, hicieron un viaje a la Edad Media que puede que nos cueste otra reconquista.

Y además somos unos chorizos

 El mamotreto de administración autonómica nos conduce a la ruina. Igual da el color de sus gobiernos; cada uno tira por el camino que más le conviene; la solidaridad interregional es un bonito concepto que adorna las páginas de la Carta Magna. Diecisiete parlamentos, diecisiete gobiernos, diecisiete administraciones, diecisiete legislaciones diferentes, diecisiete banderas tan artificiales como lo que representan; diecisiete sanguijuelas chupando la sangre al Estado etc. etc.

La regulación de los partidos políticos ha traído consigo unas monolíticas formaciones, jerarquizadas hasta el punto de que una persona ejerce absolutamente el poder absoluto sin que sus militantes o sus votantes tengan opción a seleccionar y escoger. El Congreso y el Senado no son sino dos rebaños conducidos por tres o cuatro pastores ayudados por un segundo nivel de perros amaestrados. La clase política se ha hecho endogámica y subsiste mirándose el ombligo pasando de lo que ocurre en la calle, ajena al populacho al que desprecian y sumisa a quienes tienen el poder de elaborar las listas. Los políticos ya no representan al pueblo; son los clones tontos del líder, que cuando éste estornuda ellos se constipan. El pueblo vota a un político y a sus cientos de clonados que, una vez instalados en las cámaras hacen de eco de la voz de su amo. Hemos pasado de la dictadura de uno a la de unos pocos; unos pocos que controlan y mantienen el sistema que les permite hacer a sus anchas al margen de los que el electorado piense o diga. Nada van a cambiar que no les convenga. Nada van a hacer para regenerar la vida pública. El pueblo no cuenta para nada, solo sus bastardos intereses, ora los de uno ora los de otro; se ladran pero no se muerden, se critican pero se protegen, delinquen pero se tapan, se corrompen pero miran para otro lado.

Un buen resúmen de Forges
La regulación de los procesos electorales contradice los principios democráticos que dice defender desde el momento que no iguala a todos los españoles y a todos los territorios y desde que impide la elección directa en lista abierta de los representantes del pueblo. La ley electoral es un engaño, es un timo al pueblo, es una artimaña para perpetuarse en el poder, es injusta porque permite que unos pocos votos consigan más representación que otros más votados y además puedan inclinar la balanza al sol que más caliente que en España se traduce como al cazo que antes se llene. La ley electoral ha contribuido notablemente a la división y desintegración de España. Ella ha permitido que grupúsculos nacionalistas tengan en ocasiones las llaves de la gobernación del Estado y que gobernando en sus respectivas comunidades hayan sembrado el odio y la distancia con respecto al destino común de todos los españoles.

                               
Hay otro mal no menor que ataca como termita los cimientos del Estado, la ausencia de división de poderes. Todo a favor del ejecutivo, un legislativo sumiso por su condición de paniaguado y un poder judicial que se ha plegado a los deseos del ejecutivo, que lo quita, lo pone y lo administra. Con un control tan férreo sobre las instituciones no es extraño que el político haga de su feudo su cortijo privado como señor feudal que reparte prebendas y cobra los diezmos. Hablando de corrupción, nadie del Rey abajo está libre de culpa y ya es un mal endémico de la sociedad española. Todos somos responsables. Lo hemos querido así y así lo tenemos. Pero ojo, los que vengan detrás no van a venir a reformar sino a derribar para levantar de nuevo. Ellos no están comprometidos con esta sociedad corrupta que les ha llevado a sacrificar varias generaciones. Ellos vendrán exigiendo y nosotros vagamente podremos disculpar nuestro egoísmo y nuestras miserias. Esta España no hay quien la aguante, salvo los que la exprimen.

Paco del Hoyo "Opinión El Pueblo de Albacete" 10802/2013

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