lunes, 28 de noviembre de 2011

PROGRESO Y LIBERTAD











PROGRESO Y LIBERTAD    

Progreso y libertad. Dos términos tan aparejados en su utilización hasta el punto de crearles una dependencia que parece que lo uno no es viable sin lo otro. Progreso, progresismo, progresista, progresía, “progre”; tantas y tantas acepciones de este término que su significado se diluye y se aplica tanto para alabar como para denostar. Como garantía de algo, símbolo de modernidad, signo de identidad, refugio de la inteligencia, vereda del pensamiento y también como el paraíso de la pereza, tapadera de la mediocridad, rincón de la “pijería” y cobijo del coeficiente intelectual cero zapatero.

Progreso es un concepto que recoge el proceso de mejora de las condiciones de vida de la humanidad. Es universal porque es el fruto de todas las civilizaciones y de todos los tiempos. El hacha de piedra y la bomba atómica no son otra cosa si no la muestra del progreso en la evolución del hombre. Es ilimitado porque el horizonte del pensamiento humano es infinito. El progreso no tiene dueños, no tiene ideología. Si acaso tiene acelerador y freno porque a lo largo de la historia ha disfrutado de sociedades y épocas impulsoras igual que ha sufrido momentos de oscurantismo inmovilista.Hay quienes entienden el progreso como revolución en el pensamiento, la tecnología y los medios de producción. Hay otros que lo asimilan a la conquista de las libertades individuales, derechos y beneficios sociales.

El “nuevo régimen” surgido en el Siglo XVIII y consolidado en el XIX supuso la transformación intelectual, política y económica. Cuando James Watt construyó en Escocia en 1774 la primera máquina de vapor con resultado práctico positivo, abrió las puertas a un mundo que ya no se iba a parecer en nada a lo conocido hasta entonces. Pocos años después, en 1774 George Stephenson construía la primera locomotora de vapor, aplicada en principio a las minas de Gales y posteriormente en 1830 al primer ferrocarril entre Manchester y Liverpool. Desde entonces, un imparable surgir de inventos y técnicas promovieron toda una revolución industrial cuyos resultados más próximos tenemos en la utilización de la energía nuclear, la conquista del espacio y las comunicaciones. En nuestro medio más próximo, desde el arado romano a las máquinas de vendimiar pasando por el tractor, la cosechadora y todos los demás artilugios que terminan en “ora”, el campo ha vivido una revolución que en siglo y medio le ha hecho progresar más que en los veinte anteriores.

Desde el otro punto de vista, la revolución francesa de 1789 con la liquidación del “antiguo régimen” da lugar al nacimiento de los términos progresismo y progresista que engloba a quienes pretenden cortar los lazos con un pasado histórico que creen supone una carga y un impedimento para mejorar la situación económica y social. La revolución industrial del S. XIX trajo consigo un movimiento obrero reivindicativo frente a la burguesía dominante y al que debemos muchas de las conquistas sociales que ahora disfrutamos.

Pero no todo ha sido “miel sobre hojuelas”. Los logros conseguidos en el terreno de la ciencia, las conquistas sociales y los derechos humanos han conducido lamentablemente a una sociedad débil, acomodada, intervenida, amordazada, estabulada, harta de pan y circo como en la antigua Roma o de pan y futbol como en la dictadura. Una sociedad con la venda puesta en los ojos y el bozal en la boca, que presume de moderna y progresista por habernos liberado del “valeíllo” a los hombres y del cinturón de castidad y el confesionario a las mujeres.

Una sociedad que creyéndose conquistadora de todas las libertades acude diariamente al pesebre donde recoge las sobras de la clase política trincona y sestea recreándose en el forúnculo o el cuerno que le ha salido a esa que llaman la princesa del pueblo. Una sociedad que está perdiendo sus valores y sus tradiciones, en parte porque a unos señores en Europa no les gusta como somos los españoles y nosotros sumisamente dejamos perder lo nuestro para apoyar y fomentar todo lo que nos viene de fuera.

¿Dónde están esas libertades que pregonamos a voz en grito?

No podemos pescar ni cazar en España sin disponer de 17 licencias, 17 seguros y haber abonado 17 tasas.

Los jabalíes y los conejos destrozan nuestros cultivos pero no nos podemos defender cazándolos libremente. Las palomas y torcaces arrasan nuestras siembras pero en Toledo han prohibido la media veda.

Se prohíbe pastar en los montes y se prima la desaparición del ganado para comprar la leche y la carne de establo a nuestros vecinos del Norte. Si se te muere una oveja, o la conviertes en “salón” o la llevas a cien kilómetros a que la quemen. Si la dejas en el campo para los carroñeros y te cogen los del Seprona o los forestales más te valiera no haber nacido.

Se prohíbe la explotación del monte. El esparto, el romero y el espliego se están secando y desapareciendo por tener prohibida su siega. Las calderas de destilación están igualmente prohibidas. Si se te ocurre limpiar una linde y eliminar las plantas autóctonas, algún cardo o alguna grama, puedes ir a la cárcel y si además te cogen matando una culebra ya no sales de ella.

Seguramente, cuando llegue la próxima temporada de setas y níscalos, si quieres salir a buscarlos necesitarás: Una licencia similar a la de pesca, una cesta de mimbre, haber pagado la tasa municipal y la tasa por pisar el monte, tendrás un tope máximo de kilos para unas y otros y un mínimo de tamaño. No podrás hurgar en el suelo con un palo y tendrás que dejar el coche al quinto coño. Dispondrás de dos o tres días a la semana no coincidiendo con los de caza etc. etc.

Con la escusa del progreso la Unión Europea y nuestra trilera clase política nos aprietan más las clavijas y nosotros amorramos para que nos coloquen cómodamente el collerón. No podemos matar los gorrinos en casa como antes; eso es del tercer mundo. Nuestro vino y nuestro aceite ya no se pueden comprar o vender a granel sino envasado y con fecha de caducidad; ahí es nada, con fecha de caducidad. Cualquier día prohibirán el mercado de martes y viernes o tendrá que venir todo envasado. La venta en las carnicerías tal y como la conocemos tardará poco en estar prohibida. Todo igualmente envasado al vacío no se sabe cuántas veces.

Esto es una dictadura de las minorías, minoritarias, mínimas. Los verdes ecologistas de asfalto gris pretenden hacernos la vida imposible. Si vas a trabajar al campo tienes prohibido hacer fuego para calentarte la comida. Si utilizas leña seca podrás evitar el humo pero si asas panceta o chuletas, los guardias y los forestales tienen entrenado el olfato y te lo detectan a más de una legua. Ah, y no te bebas un litro de vino en la comida que cuando llegues al cruce te ponen el globo, además de multarte por el cinturón que, como venías de ahí cerca, se te ha olvidado ponértelo. Si vienes con el tractor, no traigas al galgo corriendo detrás sin atarlo porque si te cruzas con según que ecologista, le puede dar un susto de muerte y tú acabas en la cárcel.

Un signo de progreso es nuestro sistema de comunicaciones. Las carreteras y autopistas permiten desplazarnos a mayor velocidad con menor riesgo. Los vehículos, otro signo del progreso, son cada día más seguros y confortables; la información que nos facilitan sus sistemas informáticos aumenta nuestra seguridad; sin embargo nos tienen aburridos con tantas señales de limitación de velocidad, ya no solo en las autovías sino en cualquier carretera. En lugar de recomendar una determinada velocidad en un determinado tramo, se impone la prohibición porque eso acarrea multas y recaudación para las siempre hambrientas arcas del Gobierno y las Comunidades, llegando al extremo de gratificar a los agentes de bolígrafo ligero. Y qué decir de las comunicaciones vía satélite, teléfonos, televisión, internet etc. etc., otro signo de progreso con el que nos fríen a impuestos y prohibiciones. Cuando compras un CD ya pagas por adelantado la multa por si se te ocurriera cometer después la falta, lo que ahora se entiende como “presunción de culpabilidad”.

Es tal la intervención en nuestras vidas y la limitación de nuestras libertades que ya nada escapa a la mano del legislador. Han conseguido fastidiarnos las tertulias ancestrales de los bares con una cerveza en la mano derecha y un cigarrillo en la izquierda (ya no me acuerdo). A los que teníamos la mala costumbre de ir en verano a la playa a contemplar el mar, sentados en el chiringuito con una cerveza y una sardina a la plancha, también nos han hecho la puñeta porque los europeos del norte no entienden de tertulias en los bares ni de sardinas en los chiringuitos. Y a los que íbamos a disfrutar de una corrida de toros, bueno, a nosotros ya pena de muerte y otras mayores. Dicen los taurinos catalanes, que aún quedan muchos,: “Con Franco teníamos que subir a Perpiñán a ver las películas porno. Con Zapatero bajamos a Castellón a ver los toros”.

Es también la dictadura de los simples, de las ocurrencias de cada día, de las tapaderas que ocultan a la gente los verdaderos problemas. El sistema educativo público, incluidas las universidades, son una fábrica de analfabetos. El fracaso escolar es el mayor de la Unión Europea. Un par de generaciones serán menos libres porque dispondrán de menos oportunidades debido a sus carencias. La libertad de residencia es un camelo cuando en algunas regiones españolas nuestros hijos están discriminados en la escuela y en el trabajo por razón del idioma. Son libres los catalanes, gallegos y vascos para trabajar en el resto de España; los demás no lo somos

La libertad para luchar por triunfar en la vida se pone en entredicho cuando se establece la cuota de igualdad entre hombres y mujeres. Cuando un equipo de diez se forma con cinco y cinco por imperativo legal, se está discriminando a unos y a otras. Pero peor va a ser cuando la nueva ley de igualdad nos obligue a no distinguir entre un blanco un negro y un amarillo, por poner un ejemplo, y en el caso de que optemos por uno de ellos, podremos ser denunciados por los dos restantes. Entonces nos obligarán a justificar el por qué hemos elegido a uno y no a los otros. La libertad para poder contratar un obrero o para alquilar un piso se verá mermada y violada.

Hemos progresado mucho, mucho, pero ¿somos más libres?. No, no somos más libres. Hasta ahora lo que se ha visto de la progresía, progresistas y “progres” no son más que prohibiciones. Muchas más de las que he enumerado. La herencia de los de “libertad sin ira” es pura esclavitud y para este viaje no habría hecho falta alforja. ¿Dónde están aquellos del “prohibido prohibir? ¿Acaso han sido absorbidos por la odiada burguesía del sistema capitalista?

Para terminar, un ejemplo como resumen. A un pobre hombre de la Sierra del Segura, los forestales le han multado con 300 Euros por señalar unos mojones con cal… “manda huevos”.

Paco del Hoyo
Carta del Director “6 Flores”, Nº 25. Marzo 2011

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