lunes, 28 de noviembre de 2011

COMO EL QUE OYE LLOVER




COMO EL QUE OYE LLOVER


¡Como el que oye llover!. Así exactamente se ha quedado el Sr. Cura tras la carta del director publicada en el número anterior de “6 Flores” y las muchas quejas, llamadas, recomendaciones y ruegos de gran parte de la gente del pueblo, habituales u ocasionales en la práctica religiosa.

Y es que hay cosas que llegan a la gente, unas más que otras y algunas incluso hieren a quienes en su ejercicio cotidiano de bondad y solidaridad han aportado, cuantas veces ha sido necesario y de forma desprendida, su trabajo o su donativo para que la “casa de todos” ofrezca una estampa digna para disfrute y contemplación de propios y extraños.

En todas las reformas efectuadas en el templo la participación popular ha sido determinante. Lanzado el mensaje de tal o cual necesidad, la sociedad sisanteña ha respondido presto y de forma generosa. ¡Cuántos jornales voluntarios!, de maestro, de peón, de ayudante de peón o de encargado del botijo. Pero es que además, la habilidad, pericia y sapiencia de nuestros maestros albañiles ha sido decisiva en todas las obras de restauración, a veces incluso predominando sobre las opiniones, algunas descabelladas, de técnicos y curas.

El pueblo llano siempre ha sido voluntarioso en estos menesteres. El clero y la nobleza levantaron los templos; el pueblo los ha mantenido y cuidado aunque no siempre se le haya agradecido. Recordad aquella lápida de agradecimiento, colocada sobre la pila del agua bendita, en la que solamente se reconocía la generosidad de una mínima parte de los sisanteños que en masa acometieron la restauración de la iglesia una vez acabada la guerra civil. ¿Recordáis?. Como no si medio Sisante se lo sabía de memoria: “JHS- EN TESTIMONIO DE GRATITUD- A D. Patricio Echeverría de Guipuzcoa, Papelera de Alzabalza, Dª Justa Echániz de Tolosa … y a D. … de esta villa. Que con sus limosnas reconstruyeron este templo devastado, habilitándolo al culto para gloria de Dios”.

Dicho esto, no va desencaminado el Sr. Cura cuando comienza sus frases con la tan conocida cantinela de: “La iglesia es vuestra …”. Ciertamente es nuestra; aunque la propiedad legal del edificio situado en el centro del pueblo, que limita al norte y saliente con el callejón de la iglesia, al mediodía con la placeta y al poniente con la plaza, se supone de la Iglesia Católica; la propiedad tradicional, moral y sentimental es del pueblo sisanteño, que lo tiene en usufructo por lo siglos de los siglos y que como tal usufructuario colabora en el sostenimiento con su esfuerzo, sus donativos y sus impuestos, considerándolo como testigo mudo de los asuntos más trascendentales de su vida, desde el bautismo hasta el funeral y como bien cultural, arquitectónico y artístico, patrimonio de todos los sisanteños.

Bien es sabido que de pecados capitales, la gula y la soberbia siempre han estado muy cerca de los clérigos, aunque del segundo de ellos no estén exentas cuantas personas de ambos sexos gozan de autoridad y poder. En Sisante precisamente no andamos escasos de soberbia, desde arriba hasta abajo pasando por el medio, aunque no es menos cierto que es un pecado secular que ya estamos acostumbrados a sufrir, porque en él caen tanto los que son nombrados como los que son elegidos. Poder y soberbia han sido, son y serán eternos compañeros de viaje y el despotismo es moda que visten casi todos ellos; moda que causa profundas heridas en el sentir sisanteño cuando su generosidad es despreciada actuando a sus espaldas . Pero también es cierto que la soberbia el algo que nuestra bonhomía justifica o perdona cuando por encima de ella brilla la inteligencia y el buen hacer; cuando a pesar de ella la sociedad se sienta beneficiada aunque se vea ignorada. Lo peor es cuando la soberbia no es otra cosa sino el refugio de la ignorancia.

Paco del Hoyo

Carta del Director (no publicada en el Nº 24 de “6 Flores, Diciembre 2010)


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