miércoles, 17 de septiembre de 2014

SISANTE. DERRIBO DE LA CASA DE LODARES



La "Casa de Lodares", como se la conoce en Sisante, está amenazada por la piqueta. La especulacióncon los terrenos parece ser el móvil de este derribo anunciado, según se comenta por el pueblo. Sea o no esta la causa de la demolición, los sisanteños tenemos el deber moral de hacer conservar el patrimonio cultural, histórico, artístico y arquitectónico de nuestra pequeña Villa. Desconozco los datos sobre la construcción de este edificio singular pero sí conocemos lo sisanteños que éste  fue la residencia y cuartel del destacamento de pilotos y mecánicos rusos que volaron los primeros aviones del aeródromo sisanteño en la guerra civil, alguno de ellos como el piloto Jerokin fallecido al estrellarse su avión junto a la "Casa de Doña Ana" y enterrado en Sisante el 27 de Junio de 1937. Historias de guerra, de amor y de muerte encierra este edificio sisanteño que ahora pretenden arrebatarnos.
Independientemente de su connotación con la reciente historia sisanteña, este edificio de bello porte, sólida construcción y admirable rejería, forma parte del conjunto histórico y monumental que las calles de Espuche y del Convento ofrecen al viajero a  la entrada a la Villa sisanteña por su parte sur.
El Ayuntamiento debería actuar de forma que no permita que la piqueta se lleve para siempre una parte de nuestra historia. Ya tuvimos bastante con aquel cura de infausto recuerdo que destrozó la sacristía con los frescos de Felipe Navarro para hacerse su casa y destruyo la Ermita de San Bartolomé, del S.XV, dónde  se la hicieran sus amistades. El Rollo y la Ermitilla de la Vega desaparecieron en la guerra carlista. A principios del S. XX fue desmoronándose la plaza de toros, cuyo graderío de piedra tallada fue vendido por un alcalde sisanteño a su pueblo natal, San Clemente. Al final de la guerra civil desapareció el conjunto de pilas de piedra que formaban el abrevadero en la Plaza del Pilar (del Pozo Viejo). A finales del pasado siglo corrió la misma suerte el teatro construido por Jacinto Martinez-Herrera y pocos años más tarde una de las dos chimeneas de ladrillo testigos de la real concesión alcoholera sisanteña del S. XVIII. Poco a poco muchas de las señas de identidad de una Villa que alcanzó su máximo esplendor en ese siglo fueron desapareciendo.Casas de labor, bodegas, almazaras, molinos harineros, carros, galeras, aperos y herramientas son ya puro recuerdo para quienes tuvimos la suerte de poder verlos Hoy estamos a punto de asistir a otro atentado contra el patrimonio sisanteño. Hagamos lo posible por evitarlo.




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