¿YO ELIJO A MI ALCALDE?
Parece ser que el PP se ha puesto
las pilas, más bien creo que por necesidad que por convicción. Hay elecciones
municipales y autonómicas en la próxima primavera y hay que preparar el
terreno, echar cuenta de las nuevas adhesiones
y de las infidelidades para premiar unas y castigar otras, en las listas
claro.
Con esto del revuelo
levantado por la abdicación de D. Juan
Carlos todo el mundo se acuerda de la Constitución y de los cambios que hay que
hacerle para curarla de sus males congénitos. Entre las cosas que pudieran ser
más urgentes está la de aclarar el derecho a la sucesión en la Corona y la
reforma de la legislación electoral. El derecho de los vascos a quedarse con
Navarra no por menos urgente es menos importante, y como éste otros muchos
artículos.
El PP, en un intento de hacer uso
del término “regeneración”, que ya figuraba entre los propósitos de Aznar sin
llegar a utilizarse, ha pensado haciendo seguidismo del discurso de Rubalcaba,
que hay que cambiar la Ley Electoral para adaptarla si no a los nuevos tiempos
sí a las nuevas conveniencias. Dice el oráculo socialista que la idea de los
populares es la defensa numantina de las alcaldías de Madrid y Valencia y por
eso hablan de la elección directa del alcalde.
Imagino que lo que tienen in
mente será la votación sobre listas abiertas en la que el que más votos saque
sea el alcalde, pero ¿y si la gente vota por afinidad política o por simpatía a
un determinado número de candidatos ajenos al partido del más votado?, habrá
entonces una mayoría política contraria al edil electo que hará imposible la
gobernación del municipio. ¿Realmente
alguien en todo el espectro político ha pensado en el sistema de listas
abiertas?; al contrario, cuando éstas salen a relucir, en los Partidos tocan
madera. “Vade retro satanás” se dicen en sus interiores. Las listas abiertas
son el principio del fin de la hegemonía de la autocracia partidista y se
permiten en el Senado, con todas las argucias legales conocidas, porque es una
cámara a la vez legislativa y decorativa que da prestigio exterior a cambio de
vacuidad interior.
La reforma de la ley electoral en
lo que concierne a Ayuntamientos y CCAA debería permitir gobernar a quienes
cosechen el mayor número de votos, facilitándoles a la vez la obtención de la
mayoría suficiente, recurriendo a la segunda vuelta o eliminando las
coaliciones poselectorales de Partidos que concurrieron con programas
diferentes aunque pertenezcan a la misma familia ideológica. En el ámbito
nacional, la ventaja de las formaciones nacionalistas frente a otras de
implantación nacional no tiene justificación alguna, si acaso aquello de que
más vale un PNV y una CiU conocidas que unas IU y UPyD por conocer.
El anuncio del PP es un brindis
al sol; flor de un día de ocurrencias para calmar al personal pero sin
traducción posible a la vida real. En principio cualquier reforma necesita
consenso si se pretende que sea efectiva y duradera y en este caso no puede
haberlo porque la oposición socialista no estará en
condiciones de negociar nada hasta al menos el final del otoño. En esas fechas
la máquina electoral ya estará engrasándose y
no habrá tiempo material para modificar nada. Menos aún si de lo que se
trata es de modificar la Constitución en lo que concierne al aspecto electoral;
en este caso los plazos superarían incluso al tiempo que resta a la celebración
de elecciones generales.
En resumen y para no hacerme
pesado, los populares han lanzado el globo sonda para nada porque lo que han de
sondear ya lo conocen. El pueblo quiere más democracia directa y menos poder de
las cúpulas partidistas. La verdadera democracia consiste en que el pueblo
elija a sus representantes directamente,
no a los que los Partidos han colocado por fidelidades reconocidas. Como eso
atenta contra la misma línea de flotación de las formaciones políticas, la
reforma electoral es una utopía que solo habita en las mentes de los soñadores, los demagogos y los que nunca
tendrán poder para implantarla. Yo, que soy un soñador, espero poder elegir a
mi alcalde antes de que el alzheimer o la muerte me alejen de este mundo.
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