lunes, 20 de abril de 2015

¿HAY ALGUIEN EN QUIÉN PODAMOS CREER?




¿HAY ALGUIEN EN QUIÉN PODAMOS CREER?

Vuelvo al blog después de una semana vagueando y de sorpresa en sorpresa. ¿Hay alguien, pregunto, en quién podamos depositar la confianza en las urnas sin temor a ser engañados y estafados?

El nuevo Régimen que nació en 1978 cuenta en la actualidad (finales de 2014) con más de 600 políticos implicados en casos de corrupción, casi una centena de condenados y 30 en la cárcel. Por CCAA, la más corrupta  es Andalucía, seguida de  Valencia,  Cataluña y Baleares. Las únicas que escapan por el momento son Cantabria, Rioja y Navarra.


Desde el clan mafioso de los Pujol hasta el recién descubierto granuja de Rato son muchos los  servidores públicos que se han servido de lo público en beneficio de sus bolsillos. La casuística es muy variada. Roldán dejó en cueros a los huérfanos de la Guardia Civil; Vera  aprovechó la supuesta millonaria ferretería de su suegro; Pujol y sus chicos con el cuento de “España nos roba” dejaron las arcas limpias y sus bolsillos llenos; Julián Muñoz encontró una mina en el Ayuntamiento de Marbella; María Antonia Munar y Jaime Matas no perdieron el tiempo en Baleares;  Urdangarín aprovechó que pasaba por La Zarzuela; Magdalena Álvarez, Gaspar Zarrias, Chaves y Griñán también pasaban por San Telmo y no vieron nada; Correa y Bárcenas sí que vieron que el PP era un buen negocio y entraron a saco; Granados iba de decente por las tertulias televisivas hasta que se le vio el plumero; Rato, que nunca debió meterse en la aventura de Bankia, acaba de liarla para poner a buen recaudo lo que pudieran pasarle por la fianza del caso. Esto así por encima, para no hacerme pesado.


En el  PP quieren regenerar la vida política y erradicar la corrupción; van de Quijotes en esta España de Sanchos. Permiten que a Chaves y Griñán no les interroguen hasta pasar las elecciones andaluzas; hacen la vista gorda en el caso de los Pujol y no hay detenciones ni registros; en cambio  consienten que a Rato lo crucifiquen a un mes de las autonómicas, con detención televisada previo chivatazo e inoportunas filtraciones de lo que durante años se ha investigado y se consideraba secreto.  En el PP quieren ir de justicieros y piensan que el País les va a reconocer el que hayan actuado sin piedad contra los suyos más que contra los contrarios. ¡Cuadrilla de ingénuos!. La gente de la calle –y ya se encargará la izquierda de airearlo- verá al PP como un Partido de corruptos y no como al Gobierno que puso la primera piedra para luchar contra la corrupción. La propaganda de la izquierda es malintencionada, constante y sumamente peligrosa, porque cuenta a la gente no la verdad de los hechos sino lo que la gente quiere oír y porque de tan repetitiva hace de la mentira verdad.


Rodrigo Rato ha traicionado a mucha gente que creímos en él y le aupamos a un pedestal que no se merecía. Lo que sentí cuando conocí la noticia no puedo describirlo con palabras. De pronto se vino abajo todo aquello que creí y di por bueno. Hubiera esperado cualquier cosa de terceros y cuartos niveles pero nunca de aquellos a quienes creí incapaces de albergar maldad alguna; es como si uno se viera engañado por su propio padre. El daño es irreparable y la confianza está muy lejos de volver a depositarse en quienes se tuvo. A diferencia de la izquierda que jalea y aplaude a sus bandoleros y vuelve a votarlos, en la derecha, donde la moral tiene sus fuentes, va a ser difícil volver a creer,  aunque se les vuelva a votar, no por sus méritos sino para evitar que el País caiga en manos de los que aplauden a los ladrones y de los que aprovechan el rio revuelto para destruirlo. Difícil coyuntura la que se nos presenta; elegir entre la moralidad y la conveniencia; entre lo que creemos justo y lo que vemos necesario, entre las pocas alternativas supuestamente fiables o quedarse en casa a esperar qué sucede.


El Régimen de 1978, como llaman en Podemos, ha dado casi cuatro décadas de paz y prosperidad pero ha creado un sistema de vida y de gestión de lo público que ha permitido que la corrupción se haya incrustado en el tejido social y sea imposible eliminar por la vía de las reformas, dando así la razón a quienes pretenden la regeneración por la vía de la ruptura. Para los que tenemos ya cierta edad, nos da la sensación de que hemos perdido el tiempo, de que todos los sacrificios que hicimos no han servido para nada, de que hemos vuelto al punto de partida, de que hemos fracasado. Termino como empiezo, ¿habrá alguien en quién podamos creer?.



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