martes, 21 de abril de 2015

¿A DÓNDE HEMOS LLEGADO?





¿A DÓNDE HEMOS LLEGADO?


Hoy voy a ser muy breve porque me embarga una tristeza que no puedo evitar ni reprimir. Hemos creado una sociedad donde la locura se extiende descontrolada sin que desde la misma sociedad y quienes la gobiernan encuentren el camino para controlarla. 


Ayer era un niño de 13 años el que en plan Rambo accedía al Instituto con ballestas, cuchillos y cócteles molotov; mataba a un profesor y hería a otras cuatro personas. El menor no tiene responsabilidad penal pero al pobre profesor muerto no se le puede devolver la vida. Me pregunto qué control ejercían los padres sobre un hijo en edad difícil para no detectar que algo no funcionaba bien. No se trata precisamente de una familia desestructurada   ni carente de formación ni escasa de medios. Eso me lleva a dudar  sobre quién está fallando si la sociedad de consumo, el sistema educativo o la institución familiar, pero sea cual fuere, este País y esta civilización están rozando los límites. En EEUU están acostumbrados a que cada semana se produzca un tiroteo en un centro docente pero allí no es de extrañar porque no deja de ser un país de salvajes con tan solo doscientos años de historia bañada en sangre. Aquí es difícil digerir esto, sobre todo a los que recibimos una educación basada en el respeto a los demás, a los padres, a los maestros, a la autoridad, a la gente.



Esta mañana me desayuno con la noticia de que una madre ha lanzado por la ventana a sus dos hijos, un bebé de dieciocho meses  y una niña de diez años y luego se ha tirado ella. Felizmente ninguno de los tres ha fallecido pero ¿cómo será la vida de esa pobre niña que jamás podrá borrar el recuerdo de su madre intentando matarla? ¿A dónde hemos llegado?. Magda Goebbels asesinó a sus hijos  y posteriormente se suicidaron ella y su marido porque como otras muchas familias alemanas y sobre todo japonesas no fueron capaces de entender la vida después de la derrota, pero no es este momento nada comparable con aquello. Ni el matrimonio gallego que gozaban de un alto nivel de vida y asesinó a su hija adoptiva Asunta Basterra, ni esta mujer que al parecer estaba en precario, tienen  razón que lo justifique salvo la corrupción moral en el primer caso y la locura en éste.



Ayer murieron en el Mediterráneo medio centenar de niños. Unos acompañaban a sus padres huyendo de la miseria y de las atrocidades de la salvaje guerra que asola el norte de África. Otros niños viajaban solos. Sus padres habían reunido el dinero para enviarlos a probar suerte en la sociedad de la riqueza. Al no poder acompañarlos, renunciaban a ellos con la esperanza de que sobrevivieran y pudieran disfrutar de mejor vida que sus progenitores. Perdían a sus hijos para ganarlos, para imaginarlos  lejos y felices, para no dejarlos sucumbir en ese submundo en que se ha convertido el continente africano, que los europeos colonizamos, explotamos y abandonamos a su suerte. Mientras que allí, donde la vida apenas tiene valor, hay quién arriesga la vida por los suyos para encontrarles mejores horizontes, aquí en la sociedad de la opulencia, en la sociedad de la riqueza material que no moral, asistimos a lamentables situaciones que jamás creímos que pudieran producirse.


Nuestra civilización occidental ha olvidado los valores que la hicieron nacer y triunfar. Como en las postrimerías del Imperio Romano estamos asistiendo al principio del fin. Otros están viniendo a ocupar el espacio abandonado por esta sociedad decadente.


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