domingo, 9 de noviembre de 2014

MI ADIÓS AL PP





MI ADIÓS AL PP

Días atrás aposté  mi voto a Rajoy a la actitud de éste frente al desafío catalanista. Hoy Mariano me lo ha dejado muy claro, pero no quiero precipitar mi decisión porque aún conservo, ingenuamente, la esperanza de que a última hora, es decir a partir de mañana, se saque de la manga alguna carta escondida que permita dar la vuelta a la tortilla del órdago catalán. 

Mañana en cuanto abran en Moncloa estará Mas llamando a la puerta con doce o catorce millones de votos favorables a la independencia y exigirá de Rajoy que respete la voluntad catalana. Yo espero por lo menos que Rajoy le dé una patada en el trasero y lo mande a tomar por donde amargan los pepinos, porque como lo siente a la mesa, entonces sí que “españoles, daos por …”.

Independientemente de lo que pase a partir de mañana, creo que ha llegado el momento de plantearse hasta qué punto merece la pena pertenecer y soportar a un Partido político que cada día que amanece se engaña a sí mismo y a los que en él confían. La desafección de los españoles a la clase política, la casta, está más que justificada porque el nuevo régimen que surgió en 1978 ha traído consigo una raza de trileros, mangantes, profesionales del cuento, vividores, vendedores de humo y mil calificativos más. Desde el cabo de Finisterre al  cabo de Palos y desde Ayamonte al cabo de Creus se extiende una tela de araña en la que no hay organización política o sindical que haya tocado poder y no lo haya utilizado en beneficio propio. 

La militancia en una organización política como las que hay al uso es una pérdida de tiempo, de energía y de ilusión para todo aquel que no va a medrar en ella. Yo no acepto que me quieran regalar la entrada de sol para que los vitoree y aplauda cuando están sentados en la barrera de sombra. Yo, que no quiero nada de la política, no puedo seguir en un Partido que se define como demócrata cuando realmente está gobernado por una oligarquía intangible, rodeada de una guardia pretoriana de lameculos, en la que la democracia no existe y las bases no cuentan salvo para adornar los mítines.

Pero es que además, cuando se ve que esa oligarquía está tan instalada que se convierte en hereditaria y se aprecia que desde abajo cualquier movimiento de regeneración es imposible, lo más prudente es abandonarlos a su suerte hasta que ellos mismos se tengan que hacer los  mítines y los aplausos.

No quiero ser partícipe de la corrupción moral y política instaladas en el Congreso y el Senado ni de la corrupción moral, política y económica extendida por Ayuntamientos, Diputaciones y CCAA. No puedo ser soporte, aún al más mínimo nivel, de una clase política corrupta y hermética donde los reproches son solamente la pantalla que esconde la comunidad de intereses que les une. No quiero ser parte de esa burla de la casta al pueblo español; prefiero estar fuera, junto a los míos. No creo en los que se autodenominan “decentes servidores de la Patria” porque la decencia está reñida con la desvergüenza y tan deshonesto es el que corrompe como el corrompido como el que viendo a ambos calla y acepta. No puedo seguir siendo miembro de una organización en la que la excelencia es pura casualidad y la vulgaridad es la nota dominante.

Ya ves, Mariano, no encuentro ninguna razón para seguir siendo militante del PP. Habéis dilapidado todo el capital político que pusimos en vuestras manos. Os habéis convertido en una organización protectora de corruptos, de vagos, de prepotentes, de inútiles, de lameculos, de oportunistas. No hay decencia en el PP porque solo cuando os habéis visto obligados por las circunstancias es cuando habéis sacado las escobas, solo para pasarlas por encima de las alfombras, no para barrer debajo de ellas.

Imagínate Mariano lo que se ve en las alturas, pues no es nada comparado con lo que hay en los rincones de Municipios y Provincias donde, como en el caso de Castilla la Mancha, una Presidenta ausente ha dejado el gobierno del Partido en manos de validos, a veces ni siquiera electos, que se han constituido en verdaderos caciques por los que ha de pasar todo lo que se mueva en su entorno. Vente a Albacete, Mariano, y mira en manos de quién ha dejado Cospedal las riendas del Partido; un valido más de tornajo que de plato, pero ahí está y nadie se le mueve porque las listas son las listas, son el maná de los inútiles y él es el que lo reparte. 

No puedo creer en un Partido que mantiene a un Gobierno que ha arruinado a la clase media como solución a la crisis heredada, cuando este mismo Gobierno no ha quitado ni un céntimo ni un privilegio a las casta política, a los sindicatos y a los cientos de organismos donde se acomodan las cesantías. Un Gobierno de los recortes, al que no se le conoce recorte alguno en los gastos del entramado político del Estado y las CCAA. Un Gobierno presidido por alguien que se caracteriza por quemar a todos cuantos le rodean en cuanto dejan de serle útiles o pretenden sacar el cuello. Un Gobierno que hoy ha sucumbido ante el mayor desafío conocido en la democracia después del golpe del 23f. y un Gobierno del que empiezo a pensar que va a seguir bajándose los pantalones ante el nacionalismo hasta darles acomodo con una reforma de la Constitución en donde el resto de españoles salgamos malparados.

Por eso, Mariano, porque he dejado de creer en ti y en el Partido que te sostiene. Porque soy consciente de que desde las bases en el PP no puede conseguirse nada que suene a regeneración. Porque tu Secretaria General está dedicada en cuerpo y alma a las guerras internas que tú mismo propicias, abandonando a su suerte o la de sus validos a la Comunidad Autónoma que la encumbró, por todas esas razones y muchas más que alargarían innecesariamente este escrito, creo que lo mejor que debo hacer es pedir la baja en el PP, porque no quiero seguir formando parte de vuestro embrollo y porque no quiero más ataduras. Quiero ser libre para pensar y decir lo que pienso sin que la disciplina de partido coarte esa libertad. Hoy mismo curso la solicitud a la Junta Local en la que estoy inscrito.


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