LA REBELIÓN DE LOS JUECES Y EL PRINCIPIO
DEL FIN
Yo creía, ignorante de mí, que en
un Estado democrático como es el caso de
España, los jueces conforman una Institución que se dedica a administrar
justicia, en nombre del Rey o del pueblo, qué más da. Para administrar justicia
primero hay que respetar la ley para luego hacerla cumplir. Hay un Poder
Legislativo que son las Cortes con sus dos cámaras, Congreso y Senado, donde nacen
las leyes que rigen el funcionamiento de la sociedad y del Estado y hay un Poder
Judicial encargado de hacerlas cumplir. Igual que cuando un ciudadano
transgrede la ley y es sancionado, cuando un Juez incumple o desobedece una ley
debe igualmente ser castigado, más en este caso porque se trata de un incumplimiento
por quien tiene el deber de hacerlo cumplir.
En el caso de la Justicia
Universal por la que se pretende juzgar los crímenes contra la humanidad, el
Tribunal Internacional de Justicia de la Haya, que debería ser la única
jurisdicción en esos casos, dejó en manos de los Estados el derecho a ejercer la jurisdicción
universal en materia de genocidio y crímenes de lesa humanidad. El hecho de que
conceda a los Estados este derecho no debe significar que los mismos puedan
interferir en asuntos internos de los demás y menos en causas que por la
localización y la distancia geográfica y temporal no interfieran ni entorpezcan la vida del propio país ni afecten
a ciudadanos del mismo.
En España se siguen doce causas en la Audiencia Nacional por
delitos cometidos fuera del territorio nacional, en unos casos contra
ciudadanos españoles y otros completamente ajenos a nuestros intereses. Entre
los primeros, la muerte del periodista José Couso, las víctimas españolas del
holocausto, el genocidio de Ruanda, genocidio en Guatemala, asesinato del
diplomático Carmelo Soria y el asesinato del jesuita Ignacio Ellacuria. Entre
los segundos, el genocidio en el Tibet, genocidio en el Sahara, seguidores de
Falun Gong, vuelos de la CIA, ataque de Israel a la flotilla de la libertad en Gaza
y ataque al campo de refugiados iraníes de Ashraf.
Los Jueces Moreno, Pedraz, Ruz y
Andreu se las reparten según parece por sorteo y es tal en ansia de notoriedad
de los conocidos como jueces estrella que el Juez Moreno ha estado a punto de
crear un conflicto diplomático de imprevisibles consecuencias con el Gobierno chino por su celo
excesivo que le condujo a ordenar la
detención de nada menos que el ex presidente chino Hu Jintao.
El Juez Pedraz, del que no me
atrevo a decir lo que pienso, ha incumplido la ley al negarse a cerrar los
casos de Guatemala y José Couso. Los Jueces
Andreu y Moreno se han apuntado a la
rebelión y esperan que sea el tribunal Constitucional quién tire por tierra la reforma
del Gobierno de Rajoy. Desobedecen o incumplen la ley y además amenazan al Gobierno
con un recurso ante el TC que ellos mismos deberían evitar porque su misión es
acatar la ley y hacerla cumplir, no rebatirla porque para eso está la oposición
parlamentaria.
Es inaudita eta actitud de los
denominados jueces estrella que pone de manifiesto el estado de putrefacción de
la clase política y judicial españolas. El Estado democrático nacido a la
muerte de Franco ha fracasado sin llegar a cumplir los cuarenta años. España
está dividida en torno a dos banderas; fraccionada en diecisiete insolidarias
taifas, dos de las cuales pretenden seguir su andadura por libre; con dos
grandes partidos uno de corte nacionalista y el otro de errática andadura entre
las conveniencias de cada momento; unos Sindicatos dedicados el expolio de la
clase obrera a la que dicen defender y una sociedad en la que la crisis ha
descubierto su banalidad y olvido de los principios que sirvieron de pilares
del nuevo Estado.
El día 22 el populacho invadirá las calles
intentando suplantar por la fuerza la soberanía del pueblo. Lo triste es que
media España estará de su lado, precisamente la media España que los condujo a
la ruina y les privó de esperanza. Nos invaden desde abajo, nos quieren
abandonar los de arriba y el centro, Madrid, cae ante la chusma de un nuevo
frente popular. El Gobierno sestea. La Oposición se aprovecha del desmadre. Parte
de los Jueces, objeto inicial de este artículo, minan con su actitud los
cimientos del Estado. No queda nada puro
ni transparente y por mucho que pretendo ser optimista no puedo dejar de pensar
que esto ha llegado a su final y al
decir esto me refiero a este Estado
democrático de todos y para todos que yo, como otros muchos millones de españoles,
contribuimos a crear no sin grandes sacrificios. En treinta y ocho años lo hemos
tirado todo por tierra.
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