martes, 4 de marzo de 2014

EL RAZONAMIENTO DE MIGUEL BLESA


Con más cara que espalda  se descuelga el ex presidente de Caja Madrid Miguel Blesa afirmando que los jubilados no son tontos necesariamente y que financieramente están capacitados.

Miguel Blesa a la salida de los juzgados, le han dicho de todo

Claro que Blesa no ha tocado un cliente en su vida ni seguramente sabía cual era el tipo medio de clientela de su entidad. En una Caja de Ahorros  como lo era Caja Madrid y en una comunidad como la madrileña, el porcentaje de jubilados procedentes de la industria, los servicios, los autónomos  y la Administración deben andar muy próximos al cien por cien y ahora , querido lector, te preguntarás conmigo ¿qué nivel de cultura financiera tiene un obrero jubilado de la construcción, un metalúrgico del sur de la capital, un vendedor de ultramarinos en una tienda de barrio, un conductor del metro o un auxiliar administrativo del ayuntamiento? Toda esta gente han ido ahorrando a lo largo de los años confiados en que dejaban sus ahorros en buenas manos; nada menos que Caja Madrid, por Dios, quién se atreve a pensar mal de la entidad financiera más representativa de Madrid, que desde  1838 como Caja de Ahorros, unida al Monte de Piedad madrileño  nacido en  1702, viene administrando los ahorros de los madrileños y auxiliándolos con sus créditos.

Las Cajas fueron de fiar hasta que los políticos metieron en ellas sus narices. A partir de ese momento las Cajas  se olvidaron de su origen primitivo de montes de piedad y se convirtieron en  generadoras de montañas  de dinero que los políticos y sus amigos supieron administrar en beneficio propio. Los jubilados confiaban en sus Cajas y sobre todo, en los empleados de sus Cajas, desde el director al cajero. Ellos depositaban sus ahorros en aquello que se les aconsejaba y que siempre daban por bueno porque “me lo ha asegurado el director…”. Y así fue mientras los productos de ahorro se reducían a las cuentas a plazo, cédulas hipotecarias y otros valores de renta fija, que producían unos rendimientos, mayores o menores según producto y cuantía. Comenzó la cosa a torcerse con la aparición de los fondos de inversión, en los que la entidad siempre ganaba porque cobraba una comisión por gestión y administración pero el cliente podía salir trasquilado y perder parte o todo de sus ahorros. Por otra parte, el empleado o el director ya no eran los de siempre, unas veces por los frecuentes traslados a que eran sometidos y otras veces, la mayoría, porque les exigieron unos niveles de rendimiento tales en determinados productos que muchos vieron, engañando a sus clientes ,la única salida a la presión de los directivos, sobre todo los empleados más jóvenes con prisa por ascender en el escalafón y alguna que otra por desconocimiento del mismo empleado de las características del producto que le obligaban a colocar a su cliente.

Afectados por el engaño de  las preferentes

Blesa puede decir misa pero no podrá decir jamás que los 82.000 clientes afectados por las preferentes tenían cultura financiera suficiente para discernir sobre lo que se les ofrecía. Las preferentes como otros muchos productos de renta variable o difícil recuperación fueron metidos con calzador a base de engaños,  aunque tranquilizasen sus conciencias alegando que ocultar la verdad no es lo mismo que mentir. Precisamente el colectivo de jubilados ha sido el caladero de pesca de los mezquinos sin escrúpulos  que, en la movilidad laboral que ofrecía la gran cantidad de oficinas de Caja Madrid en Madrid, encontraron su defensa personal  porque cuando estaban  a punto de saltar las alarmas por gestiones dudosas el traslado les venía como agua de mayo.


La clientela a hombres como Blesa les ha importado un pimiento. Los empleados y los clientes eran simplemente  los elementos generadores de una riqueza, que en el caso de las Cajas no había que rendir cuentas a nadie y que utilizaron en su propio beneficio y en el de sus allegados. Pronto hemos olvidado lo que ocurrió a Caja Castilla la Mancha;  la CCM de Bono, Barreda y Moltó y sus amigos del aeropuerto de Ciudad Real. La nuestra fue la primera, detrás fueron casi todas las demás. La CECA era como un  cesto lleno de manzanas podridas. La clase política y los gestores como Blesa o Moltó las echaron a perder.

Paco del Hoyo. "Arriba Periscopio" 

No hay comentarios: