El inteligente aplaude el
discurso, el necio la anécdota. En el Partido de futbol de la Copa del Rey el
discurso era el himno nacional y la presencia del Rey. La anécdota era la de
unos pobres diablos que compraron miles de pitos para hacer la “machada” de
abuchear al Rey y al Himno Nacional, unos miles de pobrecillos diablos
que se sintieron más hombres, amparados en la muchedumbre, por pitar al Rey de
todos los españoles y por ende también de ellos.
El tonto de solemnidad de Arturo
Mas sonreía maliciosamente la gracia de
su ejército de energúmenos, olvidando que los pitos también iban contra él como
máximo representante del Estado en Cataluña, que no por olvidarlo deja de
serlo.
Recordáis la triste vida de Michael Jackson, el negro que quería ser blanco y que invirtió una fortuna en brebajes,
ungüentos, rayos ultra todo y píldoras milagrosas. Al final se murió negro,
envenenado y deformado. Igual suerte espera a Mas. Por más vacunas
antiespañolas, quema de banderas, prohibición de toros, referéndums, consultas,
desobediencias, imposición del idioma, importación de moros que no hablen
español; por más que diga y haga, Mas
morirá español, desesperado, derrotado y ridiculizado pero español. Triste
final de bufón que se empeñó en representar una farsa a la que cada día acudían
menos espectadores. Mas morirá español y aunque lo amortajen con la túnica de
La Moreneta y cubran su féretro con
señeras o esteladas, si son inteligentes los suyos le pondrán en la caja el
pasaporte del Reino de España, porque que yo sepa, el pretendido estado catalán
sigue sin ser reconocido por el Todopoderoso.
Piten lo que piten, se van a ver así |
La pataleta de los miles de
energúmenos, sopladores de pito ajeno, no tiene más alcance que el de la
manifestación de su propia impotencia, de la falta de agallas para culminar sus
sueños. La pitada es el cacareo de la gallina que ha puesto el huevo. El
discurso de Mas y los suyos es más cacareo de gallina que el canto del gallo,
es el quiero y no puedo, es el qué dirán de mí, es la desesperación por no
llevar a sus huestes a la tierra prometida, es el discurso del fracaso.
Triste destino el de quién vivió
anhelando riquezas y murió pobre, del que soñó con ser poderoso y murió
esclavo, del que quiso crear una patria y murió traicionando a la suya, del que
soñó ser héroe y murió villano. Triste destino el vuestro, separatistas vascos
y catalanes, que soñáis con no ser lo que sois y moriréis sin dejar de serlo.
Qué tragedia la vuestra, cuando alguien en vuestro sepelio tararee el himno
nacional y ya no podáis pitar.
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