CARMENA-CARMONA, PARA USAR Y TIRAR
Manuela Carmena soñó una noche
que gobernar Madrid no debería ser difícil si
lo habían hecho Gallardón y Ana Botella. Se despertó en ese momento
mágico que te deja un buen sabor de boca por lo soñado y decidió lanzarse al
ruedo. Hay quien dice que no fue ella la que se ofreció sino que los
grupúsculos congregados en la Puerta del Sol buscaron una persona de prestigio
entre la extrema izquierda que pudiera
aglutinar a todos ellos, cada uno de su madre. En Podemos también buscaban a
esa persona que pudiera ganarles posiciones, sin comprometerse ellos mismos
directamente pero cuidando de situar en las listas a miembros del movimiento
que, en un momento determinado y propicio, pudieran hacerse con las riendas de
la gobernación de la Villa.
Según esta teoría Manuela Carmena
es la figura de paja en una empresa que se maneja a distancia y aunque ella
niega la mayor, Podemos no deja dudas de
que quién gobierna Madrid son ellos y no la chusma variopinta del 15M. De hecho
ellos han impedido la renuncia total del concejal antisemita o de la imputada asalta
capillas y ellos son los que amenazan al PSOE de que cualquier movimiento en
contra de lo acordado en Madrid podría tener repercusiones en las cuatro CCAA que el PSOE gobierna con su apoyo.
El dúo Carmena-Carmona tienen un
problema individual y otro conjunto. Manuela Carmena aceptó encabezar una lista
de indeseables, activistas callejeros sin otra actividad conocida que la de la
protesta y la subversión por un lado o la de profesionales de dudosa catadura
por otro; cada uno de una procedencia asamblearia diferente sin otro punto en
común que el de hacerse con el poder y tratar de desalojar -que ignorantes- a
los poderes fácticos que gobiernan el mundo. Carmena aceptó esto y a éstos y
sabía desde el principio que la mitad de su lista eran miembros de Podemos y
conocía las andaduras de unos y de otros; era una bomba en potencia que ahora
le estalla en las manos, y no vale salir diciendo que esto es una
“confabulación judeo-masónica” como en tiempos de Franco, ni un tamayazo
encubierto ni un movimiento de acoso y derribo de la derechona; es lo que hay y
ella se prestó al juego atando su gestión y su porvenir político a los
designios de Pablo Iglesias que es el verdadero alcalde de Madrid.
Antonio Miguel Carmona –qué
decepcionante- renegó de sus principios socialdemócratas y se echó en manos de
la revolución chavista importada para España. Toda su campaña se convirtió
después en la gran mentira, en el gran fraude. Le ofrecieron la coalición para
impedir el triunfo de la izquierda revolucionaria y él, de la forma más indigna
que se conoce, renunció a todo lo que durante mucho tiempo había pregonado en
las pantallas televisivas y los
micrófonos de la radio y consintió la creación de un nuevo frente popular que
ya de momento aconseja a los concejales de la oposición que se prevean de
escoltas. La traición de Carmona no tiene nombre. Cierto es que sus movimientos
fueron impuestos desde Ferraz, que el apoyo a Carmena partió de una orden del nuevo
Zapatero, pero la dignidad de la persona debe estar por encima de estas
imposiciones y su marcha le hubiera hecho meritorio de reconocimiento a su
honradez.
Manuela Carmena y Antonio Miguel
Carmona tienen un problema común y es que ninguno es dueño de su destino. Sobre
Carmena está Pablo Iglesias, sobre Carmona Pedro Sánchez. Ambos son utensilios
para usar y tirar. Cumplirán el mandato interesado de quienes ya luchan por
controlar la izquierda y después se desharán de ellos. Ninguno de los dos tiene
autonomía para decidir sobre el futuro. Ninguno de los dos tiene porvenir fuera del Madrid
revolucionario que han convenido en crear. Son dos peleles condenados a hacer
que se entienden mientras sus mentores afilan las armas de cara a las
elecciones de Noviembre. Lo más digno que pueden hacer
estos dos personajes es marcharse; la abuela Manuela a hacer calceta en su
casa, aunque esto suene a machista; Carmona a sus aulas y sus tertulias. Dejar
a los líderes de verdad que se resuelvan ellos sus problemas y sus guerras
internas sin dejarse utilizar como arietes. Gane quien gane en Noviembre,
Carmena y Carmona serán dos perdedores.
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