viernes, 15 de mayo de 2015

LA EDAD PARA ALBERT RIBERA





LA EDAD DE "CIUDADANOS"

Ciudadanos es un Partido relativamente joven, al menos en su implantación fuera de Cataluña, en el que hay gente de todas las edades; jóvenes impetuosos e impacientes, adultos autoritarios, maduros conservadores y viejos cansinos. Las palabras de Albert Ribera, malinterpretadas según él y los suyos, en las que venía a decir que la actividad política debería tener como protagonistas a los nacidos en el nuevo régimen, aunque en principio parezca una salida impropia de un líder con aspiraciones, no está exenta de realismo siempre que el traspaso se haga de forma progresiva e inteligente, sin dejar muertos en el camino, que esos es lo grave. Siempre se dice que la frase se ha sacado de contexto cuando se ha metido la pata hasta el corvejón, pero lo dicho por Albert Ribera invita a  reflexionar.

Son pocos ya los que han conocido los  tres regímenes, república, dictadura y democracia;  pasaron  con más o menos suerte la época confusa de la Republica con sus consecuencias bélicas y la posterior recuperación de un país destrozado. Sufrieron hambre y calamidades hasta finales de los cuarenta  y alumbraron una nueva generación de jóvenes que habrían de ser los creadores de una nueva sociedad de progreso. Ellos pagaron con creces su error, producto de sus odios y  del seguidismo a quienes, de uno u otro lado, les consideraban simplemente como masa de maniobra. El régimen nacido en 1978 fue agradecido y generoso con ellos  llegada su jubilación; se dignificaron sus pensiones y el IMSERSO se encargó de hacerles recorrer España casi gratis total, no obstante siguieron siendo manipulados por la clase política, de uno y otro lado,  que convirtió las guiás turísticas en comisarias políticas y pocos viajes se libraron de las sesiones de adoctrinamiento.

De los  nacidos en la dictadura algunos no conocimos ya la cartilla de racionamiento, pero
vinimos al mundo en una ápoca en la que  solo había un teléfono en el Ayuntamiento y otro en el Cuartel de la Benemérita; los  adinerados de cada pueblo compraban los primeros televisores y las lavadoras de carga vertical revolucionaban el sacrificado oficio de ama de casa. Fueron las  nuestras unas generaciones que abandonaron el campo, emigraron a Europa, llenaron las  Universidades Laborales y coronaron los andamios. Fueron las décadas de los sesenta y los setenta en las que tuvimos que conjugar el estigma de una generación frustrada, dividida,  obligada a convivir y a olvidar, con una sociedad emergente, que hizo la revolución industrial con cien años de retraso, que descubrió que algo de nosotros gustaba a los demás e inventó el turismo masivo. Fuimos las generaciones del desarrollo, de Renfe, de Telefónica, de Iberia, de Pegaso, de  Barreiros, de Ebro, de CASA,  de Seat (con licencia), de los grandes embalses productores de energía barata, de las primeras centrales nucleares etc.  etc..

              Fuimos, en resumen las generaciones que hicimos el cambio de una sociedad, políticamente controlada, a otra sociedad democrática y liberal. Fuimos generosos porque olvidamos el pasado y nos centramos en el futuro; continuamos manteniendo y aumentando el despegue económico iniciado en el viejo régimen y nos dotamos de unas normas de convivencia reflejadas en la Constitución de 1978 que, a pesar de sus deficiencias y errores, ha permitido la vida en convivencia y paz en estos últimos cuarenta años. Construimos un nuevo país, entramos en las organizaciones internacionales principales, ONU, UE y OTAN; llegamos a ser la décima potencia económica mundial, situamos los adelantos tecnológicos al nivel de los más desarrollados. Confirmamos parte de la coletilla franquista y creamos una España grande y libre. Lo de una se quedó en el camino, convertida en el tributo innecesario de diecisietes reinos de taifas.

 Las nuevas generaciones nacidas en la democracia han venido ya “con el pan bajo el sobaco” como suele decirse. No han conocido las carencias, limitaciones y miserias. Son nietos de los emigrantes a Alemania, Francia y Suiza; de los obreros del incipientes sindicalismo de Nicolás Redondo y Marcelino Camacho. Nacieron con el ordenador y la PlayStation, con la Universidad para todos, con la perversa colocación de los derechos por encima de los deberes, en un claro ejemplo de la debilidad de quienes les dimos todo a cambio de nada.

Esas son las generaciones que Albert Ribera dice que deben ser las protagonistas de la vida política, lo cual no tendría nada de extraño si no fuera porque se ha instalado en nuestra sociedad la idea de que todo lo viejo no sirve. Somos testigos de cómo las grandes empresas prescinden hasta de sus cuadros apenas superados los cincuenta años. Vemos igualmente las dificultades que tienen las personas de más de cuarenta y cinco años para encontrar un puesto de trabajo. Las palabras de Albert Ribera pueden haber sido sacadas de contexto pero reflejan sin lugar a dudas la realidad de una sociedad rupturista en la que nada anterior tiene valor y en conocimiento y la experiencia son el repetitivo cuento del abuelo. Nos aíslan porque no nos familiarizamos con sus aparatos de última tecnología sin reparar en que fuimos nosotros los que los inventamos y producimos.

La sociedad tiene que dar paso inexcusablemente a las nuevas generaciones; es lo natural, pero han de saber los que nos suceden que jamás unas generaciones han sufrido tantos cambios en su medio de vida como la nuestra, ni nadie de los que nos precedieron tuvieron que asumir tanto en tan poco tiempo. Durante más de cuatro mil años no conocieron otra cosa que los carros tirados por animales y en menos de cien años hemos creado vehículos que vuelan hasta otros lugares del universo. Hace apenas siglo y medio se revolucionaron las comunicaciones con el invento del telégrafo y aún en mi niñez el teléfono era un lujo que ni siquiera existía en cada pueblo. Hoy contactamos con cualquier persona de cualquier lugar del mundo, hablamos y nos vemos, gracias a unos aparatos que caben en la mano y cuestan lo que un par de zapatos.

Cambio sí, ruptura no. Cambiar es bueno y necesario, nosotros lo hemos venido haciendo continuamente a lo largo de nuestra vida y gracias a que fuimos pregoneros de la evolución, tanto  tecnológica  como humana, hemos creado un mundo mejor que en nada se parece al de nuestros abuelos. Los que pretenden romper con todo esto tienen un grave problema que es el de la carencia de valores e inteligencia para mejorar lo que ya tienen. Y otro problema añadido,  que es que no se lo vamos a consentir.



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