jueves, 19 de marzo de 2009


HISTORIAS DE LOS TORCADES:

1.- EL FRELISI

Corría el último lustro de los 70. Llevábamos tanto tiempo siendo iguales, según dicen, por decreto, que todos queríamos ser diferentes.
Comenzamos a diferenciarnos por los colores. Colores viejos que se descomponen y colores nuevos que acaban de salir a la luz.
El azul oficial se transformó en agresivo naranja y en tímido azul cielo, aunque una buena parte de él siguió sin decolorarse.
Salió de las cavernas el rojo que pronto derivó en dos, el rojo vivo de calle, igual para todos y el rojo de interior , muy pronto descompuesto en mil tonalidades.
Nació el verde con vocación capitalina. No en vano fueron los de la capital, que al igual que los marcianos, se proclamaron verdes cuando la gente de pueblo ya estaba harta de serlo.
¡Ah! Y el lila, que según cuentan estuvo muchos años escondido en los armarios. Bueno, pues entre todos ellos conformaron un arco iris que los más doctos dieron en llamar “El espectro político nacional”.
Una vez consolidada la diferencia por colores, alguien parió la idea de dividir por lugar de procedencia o nacimiento y rápidamente aparecieron profetas y santones que predicaron la abismal diferencia que existe, por ejemplo entre uno de Minglanilla y otro de Utiel, ya que el primero es castellano y el segundo valenciano; o los del Pirineo de Huesca, diferentes de sus vecinos del Pirineo de Lérida, o sea, todos a tres mil metros de altura, las vacas en el establo y la nieve hasta las orejas.
Nosotros, por ejemplo, dejamos de ser “Castellanos Nuevos” para convertirnos en “Castellanos Manchegos”, aunque fuera a costa de perder Madrid para ganar Albacete, ¡toma castañas!.
Pero aún en estos engendros diferenciales también se marcaban distancias. Por un lado estaban los “diferentes históricos” y por otro los “diferentes recién llegados”.O sea, los de Hospitalet, Amorebieta o Vigo eran “diferentes” desde siempre según parece, en cambio los de Cuenca empezábamos a ser “diferentes” ahora, es decir, advenedizos .
Pero también entre los “diferentes históricos” como en los “recién llegados” había sus diferencias. De los primeros, como los de Bilbao y los de San Sebastián siempre estaban a la greña, no tuvieron más remedio que instalar la capital en Vitoria, casi en Castilla y allí, debajo de un árbol acomodaron al “lendakari”.
De los segundos, los extremeños , por igual razón, tuvieron que inventarse una capital en lo que hasta entonces era una ruina, eso sí, romana y allí, igualmente debajo de un árbol , instalaron al “Bellotari”.
Aquí nos libramos de la quema al perder Madrid y no fue difícil limar las diferencias porque, entregando Cuenca a Dios, Albacete al diablo, Guadalajara a Madrid y Ciudad Real al primero que pasase ¡qué más da!, quedaba sola Toledo, que ya tenía experiencia de capital de Imperio y además estaba acostumbrada a transigir por aquello de las tres culturas. Cosas de la vida que se repiten; ahora cuando un toledano de la corte ve a uno así con cara de ser del Bonillo, yergue la figura, estira el pescuezo y exclama como los de Madrid de principios del pasado siglo “Va, uno de provincias”.
Pero no crean que acabaron aquí las diferencias, nada de eso. A los Manchegos les pareció que La Mancha era muy grande y decidieron que al llegar al Río Júcar dejara de llamarse Mancha para convertirse en Manchuela. Los de la recién bautizada Manchuela reivindicaron los pueblos limítrofes del otro lado del río, con lo cual se ha convertido Sisante en un enclave fronterizo y ya se sabe lo que les pasaba a los de la frontera entre moros y cristianos, que “les llovían” por todos lados.
Fue entonces cuando un grupo de sisanteños de pro, ambiciosos e inteligentes, llegaron a la conclusión de que era necesario elevar a la categoría de normal lo que en la calle ya lo era, con lo cual, el “Sisante unidad de destino en lo universal” del franquismo dio paso al “Hecho diferencial sisanteño” de la democracia.
A partir de ese momento dio comienzo una desenfrenada búsqueda de signos identitarios exclusivos que eliminaran toda duda acerca de la originalidad y singularidad de lo sisanteño . Había que crear un movimiento reivindicativo que defendiera a capa y espada el hecho diferencial sisanteño y difundiera las falacias necesarias para ir allanando el camino hacia la total autodeterminación, vigilante siempre de la pureza de la raza y las costumbres y en total beligerancia con lo nuevo, lo impuro y lo ajeno.
Así nació, en el portal de “6 Flores”, envuelto en los pañales de las revistas sobrantes , lo que dimos en llamar el “FRELISI” o “Frente de Liberación Sisanteño”, apadrinado por los cuatro locos comprometidos con la revista y con Sisante.
La búsqueda fue provechosa y los resultados esperanzadores. Se contrataron sabios “vascones” que iniciaron un estudio antropológico de varios individuos considerados puros de raza. Se tomaron y analizaron muestras y se hicieron mediciones en cabeza, tronco y tronquillo. Aislaron determinados corrales habitados por razas autóctonas de gallinas y conejos; palomares con raza laudina auténtica y tinás con corderos manchegos moteados y capra hispánica dulense.
Llegaron a la conclusión de que los sisanteños proceden directamente de los Iberos “Torcades”, parientes de los “Holcades” que habitaban las tierras del centro y norte de Cuenca. Una rama de los Torcades poblaron Los Palancares y lo que ahora se conoce por Cañada del Hoyo.
Los Torcades sisanteños, bastante más evolucionados, combatieron a los romanos no permitiendo ser colonizados por ellos y obligándoles a trasladar sus rutas más al sur, fuera ya de sus dominios; de hecho y a consecuencia de un continuo hostigamiento, tuvieron que establecer un campamento permanente en Ad Putea, lo que hoy se conoce por Pozo Amargo, para proteger los pozos de agua. Allí sufrieron numerosas incursiones de los Torcades con su Caudillo Reguerón I al frente.
Cuando los Visigodos y su Rey Alarico fundaron Alarcón, ya oyeron hablar de la valentía y el arrojo de los Torcades y cuentan que, solo con oír pronunciar su nombre las mujeres corrían a esconderse en lo más profundo de sus chozas.
Fueron respetados y temidos por los Visigodos y posteriormente por los Musulmanes. Contrariamente a lo que dice la historia de forma interesada, fue el Rey Moro de Vara del Rey, Yusuf el Cabezón, el que rindió pleitesía al Caudillo Torcade “Chafachorras el Cruel”, llamado así por inflingir castigo a sus enemigos machacándoles el pene con dos guijarros. Cada año, coincidiendo con el solsticio de verano, Yusuf el Cabezón acudía a la Peña del Huevo con un tributo de veinte jóvenes vírgenes de ambos sexos (los Torcades en aquellos tiempos ya eran progresistas), cinco machos cabríos, diez gorrinos de San Antón y cien corderos moteados.
Tras la Reconquista, los Torcades establecieron sus fronteras en la Ceja de la Atalaya por el Norte, la Vereda por el Saliente,el Camino Romano por el Sur y la Peña del Huevo por Poniente. Estas fronteras fueron respetadas por todos los nobles cristianos, desde el Infante Don Juan Manuel hasta los marqueses de Villena. El último recital poético que dio el hijo del Comendador de la Orden de Santiago, Jorge Manrique, antes de caer herido de muerte ante el castillo de Garcimuñoz, fue en el balcón de la torca grande.
D. Estornino Pacheco, Marqués de Villena firmó un tratado de amistad y cooperación con los Torcades, permitiéndoles el aprovechamiento de los pastos a cambio de sentar casa solariega en lo que hoy conocemos como Sisante, en donde aún perduran sus blasones.
El proceso de globalización de la economía, es decir del hambre, iniciado en el Siglo XVII dejó su huella en la población Torcade/sisanteña que disminuyó notablemente al no aceptar el trueque de pan por contaminación étnica. Solo su fortaleza física y moral, cuyo secreto fue descubierto a finales del Siglo XX, hizo que el Torcade/sisanteño llegase intacto hasta nuestros días.
Observaron los sabios Vascones que el perímetro craneal era el intermedio entre el de nuestros vecinos del sur y el exagerado de nuestros vecinos de poniente. Determinaron como exclusivo lo que en términos sisanteños se conoce como “la color de la piel”, moreno dorado y estriado en los hombres con frente y cuello blancos, de boina y de pañuelo y blanco de cera en las mujeres, herencia mora de pañuelo en la siega y la vendimia, solo mostrando a la luz los ojos.
Determinante fue también el resultado de la medición de las caderas femeninas, pronunciadas y robustas, evolucionadas a través de siglos de cántaro en una y guacho en la otra.
Pero lo que encumbró de éxito la investigación fue el descubrimiento de los “Glóbulos Mahou” en la sangre, encontrados en perfecta convivencia con los glóbulos rojos y los blancos en un alto porcentaje de sisanteños.
Los glóbulos “Mahou” hacen al sisanteño más resistente al frio y al calor pues metabolizan la “cazalla” de invierno y la “paloma” de verano así como la cerveza y la cuerva, permitiendo al mismo tiempo una alimentación a lo bestia sin apenas acusar trastornos estomacales. Su número es proporcionalmente más elevado en hígado y riñones donde actúan como filtrantes de “tercios”. (El “tercio” es otra de las características del sisanteño puro, que nunca bebe “quintos” y si lo hace, siempre de dos en dos).
Se descubrió también que el RH de los sisanteños es negativo como el de los vascones pero con una peculiaridad añadida y es que cuando el número de glóbulos “Mahou” aumenta en la sangre, el RH da positivo.
De los animales se observaron curiosidades dignas de tener en cuenta por su rareza y singularidad. El “cordero moteado” tiene el mentón más pronunciado y arremete sin piedad contra todo lo que le estorba en la tiná, perro, burro, pastor etc. Su carne cuando es muy jóven no es especialmente apreciada por los sisanteños, por su precio; pero sí en cambio por los catalanes en cuyos mercados se agota a diario el cordero moteado de Sisante.
La “capra hispánica dulense” es un tipo de cabra doméstica de grandes ubres que da leche desnatada, descremada, pasteurizada y condensada, a elegir por el dueño y algunas hasta la dan en polvo en determinadas épocas del año coincidiendo con el celo. Pernoctan en el domicilio familiar y pasan el día deambulando por el campo con “la Dula”, de ahí su nombre de “dulense”.
El conejo sisanteño es el único en el mundo que aguanta tres embites con la coneja sin caerse hacia atrás. Su aroma y sabor son solo comparables con los conejos franceses y los filipinos. ...
Y así uno y otro descubrimiento que dejaron perplejos a la mayoría de sisanteños a la vez que felices por haber encontrado su lugar en la Historia de la humanidad.
Esta empresa jamás hubiera podido llevarse a cabo si no es por el tesón y coraje de los miembros, cada vez más numerosos, del “FRELISI”. No era un movimiento paramilitar ni amparado en la violencia. No pretendía derrotar ni desbancar a nadie, solo reivindicar con argumentos convincentes la peculiaridad del “ser” sisanteño a través del estudio y la investigación.
La misión del “FRELISI” culmino gloriosamente con el Estatuto de Autonomía Sisanteño, cuya redacción corrió a cargo de ese gran personaje que fue Pepe Carioca, el sisanteño adoptivo que amó a Sisante hasta el punto de llevarlo siempre consigo allá donde se encontrara en su Madrid de residencia.
El Estatuto comienza con las siguientes palabras:

Autonomía de la Mancha Meridional Sisante y pueblos limítrofes anexionados
Art. 1º.- Sisante como expresión de su unidad histórica y en el ejercicio al autogobierno que la Constitución reconoce, se constituye en Comunidad Autónoma, anexionándose ...
“6 Flores”, en su afán de hacer Sisante cada día, página a página, va a publicar en las próximas revistas un coleccionable con el Estatuto de Autonomía Sisanteño en honor y como homenaje al más sabio de los sisanteños, José Carralero, alias “Carioca”.
Paco del Hoyo, "6 Flores"














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