domingo, 18 de noviembre de 2012

Mil razones para estar indignado. La clase política


El año 1975 me trae a la memoria recuerdos importantes. En abril mi incorporación a la Administración del Estado; en septiembre mi primer matrimonio y en noviembre el fallecimiento de Franco. Yo me había formado en ambientes próximos al régimen, había simultaneado mis estudios con otros del Instituto de Estudios Sindicales y me había convertido, sin llegar a ponerlo en práctica, en el prototipo de maestro de pueblo con formación sindical, que el antiguo régimen precisaba para crear toda la infraestructura de cooperativas agrarias que aún pervive.

Ultima sesión de las Cortes fraqnuistas
Recuerdo como todos aquellos parásitos que pululaban por las Jefaturas del Movimiento y las Delegaciones de Sindicatos buscaban consolidar a costa de lo que fuera su condición de funcionarios, asegurándose, aparte del sustento, el trampolín para ser tenidos en cuenta en la nueva clase política emergente. Arropados por el liderazgo de Suarez siguieron acomodándose en las viejas poltronas del nuevo régimen. Por otro lado, todos aquellos personajes relevantes que desde las profesiones liberales y la universidad habían hecho amagos de oposición al régimen, fueron creando al amparo del nuevo Estatuto de Asociaciones Políticas de Arias Navarro, un entramado de grupúsculos políticos con cabida exclusiva del líder, los allegados al mismo y una base indefinida de amigos, familiares o compañeros de trabajo.

Casi todos ellos recalaron en un partido centrista, la UCD, que agrupo a dieciséis partidos y federaciones de corte demócrata-cristianos, liberales e independientes. La élite franquista, bastante más conservadora, buscó acomodo en el resultado de otra operación de laboratorio, AP, creada con un bloque de siete partidos encabezados por otros tantos ex ministros de Franco a los que se fueron añadiendo otros pequeños grupos de centro derecha y que desembocó finalmente en el actual PP. Así se instituían las dos formaciones políticas del centro derecha del pos franquismo.

¿Congreso de Diputados o de vividores"?
Por la izquierda, el PSOE, agazapado e inactivo durante el antiguo régimen, consiguió tras un proceso de renovación generacional, atraer tras su líder González una buena parte de la población española de centro-izquierda, arrastrando al PC hasta posiciones residuales a pesar de haber sido éstos los que mantuvieron la resistencia frente al régimen franquista.

Al amparo de una ley electoral que favorece los resultados de formaciones políticas de ámbito regional frente a otras con implantación nacional y mayor número de votos, fueron naciendo como hongos partidos regionalistas, nacionalistas e independentistas, algunos de los cuales, CIU y PNV, hicieron el agosto aprovechando las necesidades y debilidades de los dos grandes partidos, haciendo verdadero el refrán de que “de aquellos polvos vienen estos lodos”.

Esta primera generación de políticos tenían en común bastantes cosas pero las más significativas fueron que: Veían necesario el cambio del modelo de Estado y creían en España y así lo dejaron plasmado en la Constitución. No acertaron en la construcción de sus estructuras de partidos, a los que desde su origen privaron de los mismos principios democráticos que defendieron puertas afuera.

La primera decepción nos la llevamos al contemplar las escaramuzas internas de la UCD, donde todos reclamaban su parcela de poder dinamitando desde dentro cualquier atisbo de construcción de un partido disciplinado y fuerte. Fueron los principales artífices del modelo descentralizado y los primeros en erigirse en caciques locales. El origen de muchos de ellos fue determinante para su conducta posterior y gracias a la brevedad de sus mandatos no superaron en corrupción a sus inmediatos seguidores.


Y estos son los prescindibles  Senadores del "pinganillo"

El “felipismo” puso el Estado patas arriba. Atrajo pasa sí muchos de los caciques locales no adscritos y a buena parte de los funcionarios con autoridad en el mundo rural, Agricultura, ICONA, Extensión Agraria, Cooperativas, etc.. Arrinconó a los funcionarios del antiguo régimen que se resistieron a sus ofertas y creó un entramado de intereses donde el tráfico de influencias era el catecismo. A la hora de robar, “maricón el último” se decían y en sus doce años de gobierno sembraron las semillas del cáncer de la corrupción, con tan buen tino por cierto, que ésta se convirtió en la fruta preferida de la clase política española, pasada y presente, extendiéndose en un proceso metastásico a todo el tejido social.

Lo que ha venido después, durante el gobierno de Aznar y con el máximo exponente en Zapatero, es un estado general de corruptelas políticas, de las que ningún partido está libre y de las que el PSOE se lleva la palma.

Hemos creado una clase política paniaguada, rastrera, servil, egoísta, ajena a la realidad, endogámica, narcisista, infame. Una clase política de indocumentados procedentes de los últimos números de las promociones universitarias y otros muchos sin ni siquiera eso. Profesionales del cuento, del verbo fácil, del argumento falaz, del despotismo como norma. Políticos que han heredado el cargo de sus familiares y allegados sin haber pisado la calle por donde transita el pueblo llano. Políticos que aprendieron el oficio en sus casas y las nuevas generaciones de sus partidos y jamás accedieron al mundo laboral donde hay que ganarse el sustento.

La clase política española es causa suficiente para estar muy indignado pero en un país apático, dividido, sin principios morales, sin formación, sin espíritu de superación, sin otra meta que la subvención y la telebasura, ¿quién le pone el cascabel al gato?

Paco del Hoyo "Opinión, El Puebñlo de Albacete" 18/11/2012

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