miércoles, 30 de noviembre de 2016

CUBA SIN FIDEL





Al fin he llegado a la entrada Nº 700 en este blog con el que pretendo difundir lo que pienso de las cosas de esta vida, aún a sabiendas de que su lectura puede provocar aburrimiento o por el contario cierta inquietud. Sea como fuere, aquí está, seguiré diciendo lo que pienso sin tener en cuenta lo "políticamente correcto" y en el deseo de que haya alguien que disfrute con su lectura y le aporte algo positivo.




CUBA SIN FIDEL

La muerte de Fidel Castro está ocupando muchas horas y muchas páginas en las cadenas televisivas y en los otros medios de comunicación. Es curioso que la muerte de un hombre de noventa años, que fue Presidente de su país pero llevaba diez años apartado del gobierno, levante tanta avalancha mediática. La muerte de cualquier ex presidente de EEUU por muy significativo que hubiera sido su mandato y apreciando que se trata de la primera potencia mundial no hubiera desatado tanta ansiedad por informar, comentar u opinar ni tal desfile procesional.

Pero en este mundo sigue habiendo personas carismáticas cuyos movimientos, gestos o palabras generan titulares en todos los medios y son foco permanente de atención y seguimiento. Fidel Castro era uno de ellos. En sus años jóvenes y en uno de los momentos más tensos de la guerra fría se montó una revolución contra la tiranía del presidente Fulgencio Batista, títere de los EEUU. El 1 de Enero de 1959 Fiel Castro se hizo con el poder inaugurando una dictadura comunista que aún persiste y lo hará en el futuro próximo a pesar de la ausencia del “comandante”. 

Se marchó Fidel, no los Castro

Hasta aquí todos conocemos las luces y sombras del régimen castrista, en Cuba no hay analfabetos porque todos los cubanos deben estar capacitados para leer las consignas de Granma, órgano oficial del PCC, aunque solo sean las élites del régimen las que salvo excepciones han tenido acceso a la universidad y a los altos cargos de la Administración, En Cuba se presume de tener la mejor sanidad de toda Sudamérica, lo cual tampoco es tan difícil y la mejor política asistencial, lo cual es mentira. Cuba aprovechó la ayuda de la Unión Soviética a cambio de constituirse en la punta de  lanza del expansionismo soviético de la guerra fría y a punto estuvieron de desencadenar la tercera guerra mundial con la instalación en suelo cubano de misiles nucleares rusos. La ayuda rusa enriqueció a los jerarcas de la revolución y apenas se tradujo en beneficio del pueblo cubano, que pasó de vivir de forma medianamente holgada a depender de la cartilla de racionamiento.

Al final, el resumen de sesenta años de castrismo  se reduce a miles de muertos y desaparecidos, dos millones de exiliados, cientos de periodistas y opositores encarcelados y una población empobrecida que se arrastra a diario ante la camarilla revolucionaria para recoger las migajas que la cartilla de racionamiento les  asigna. La parafernalia de las pompas fúnebres, propias del régimen totalitario coreano, ha sido organizada por el aparato revolucionario de forma que todo esté controlado, desde los medios de comunicación hasta las empresas que han obligado a sus obreros a desfilar ante la foto y las medallas del dictador.

Raul Castro sigue hasta 2018

Al margen de esto, Castro y su revolución fueron los ídolos de las generaciones de los sesenta y setenta del pasado siglo. Más que Castro el icónico Che Guevara, al que el dictador se encargó de alejar de Cuba y cuya imagen con boina y estrella adornaba todas las dependencias públicas y privadas de la rojería internacional. La revolución cubana fue en cierto modo la continuidad de la revolución soviética trasladada y adaptada al incierto horizonte de las repúblicas latinoamericanas , donde aún subsiste y que en su momento provocó el nacimiento de las más atroces dictaduras militares.

Hay quién piensa que Cuba sin Castro no seguirá siendo la misma. Hay quién cree ignorantemente que tras la muerte de Fidel se avecinan grandes cambios en la isla pero seguramente no será así. Se ha ido Fidel, no los Castro. Cuba sigue bajo la tiranía de los Castro, la de Raúl, que anuncia su retirada en 2018 y que todo hace pensar que al igual que en Corea del Norte heredará el poder el hijo de éste, Alejandro Castro, coronel y responsable de los servicios de inteligencia del régimen.

Alejandro Castro, el heredero


Pero aún consolidada la dictadura hereditaria de los Castro, la revolución irá perdiendo fuelle y dejará de ser refugio o destino de nostálgicos para seguir siendo un país sumido en la pobreza, sin proyección internacional alguna, en la que los dirigentes seguirán amasando fortunas en nombre del comunismo y a costa del hambre del pueblo cubano. Llegados a este punto y considerando que  realmente Cuba es el país sudamericano más unido sentimentalmente a España, el Estado español debe actuar dando más de cal que de arena y, ante un endurecimiento de las relaciones con los EEUU de Trump, España debe intentar convertirse en el más sólido enlace de Cuba con Occidente. Como es este caso la izquierda española no va a dar la batalla de los derechos humanos porque de sobra es conocido que a la izquierda española solo le duele la violación de los derechos humanos en los países capitalistas, España tiene el camino abierto para ampliar su influencia en el continente utilizando la militarizada Cuba revolucionaria como trampolín. 

Los neófitos de Ciudadanos claman por la presencia del Rey Juan Carlos en Cuba, la verdad es que les tienen que caer encima muchas escarchas para que se enteren del mundo en que viven. Los podemitas, en contra, hubieran querido la presencia de toda la Casa Real y el Gobierno en pleno; también necesitan unas cuantas escarchas a ver si aclaran ideas. Hay una cosa clara y es que Cuba va a orientar la generación de riqueza en torno al turismo y de momento, de cada diez hoteles en la isla siete son españoles; ese es el camino digan  lo que quieran Riverita y Pablito. Si con nuestras inversiones se ayuda al pueblo cubano mejor que mejor pero siempre sin perder de vista que nuestro objetivo no es solucionar los problemas internos, que son suyos, sino establecer unos lazos económicos que a ellos les permita respirar y a nosotros obtener los réditos proyectados; lo demás es hacer demagogia.

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