miércoles, 2 de abril de 2014

75 AÑOS DE "EN EL DÍA DE HOY, CAUTIVO Y DESARMADO ..."

NO HEMOS APRENDIDO NADA, 
SOMOS “MUCHÍSMO BURROS”

Este manuscrito puso fin a una guerra fratricida

Hoy , primero  de Abril, se cumplen ya tres cuartos de siglo del final de la última guerra civil entre los habitantes de la vieja piel de toro. No sé qué ordinal corresponde a ésta y sospecho que no va a ser la última cuando se trata casi de un deporte nacional.

Esta última guerra la comenzaron unos en 1934 y la ganaron otros en 1939. Lo de 1936 no fue principio de nada, no fue un hecho aislado. Fue la consecuencia de acontecimientos anteriores y así lo verán,  pasado el tiempo, los historiadores que lo analicen con objetividad. Dejémoslo pues en sus manos que nosotros con olvidar ya tenemos tarea suficiente.

Como en toda contienda civil los muertos pesan más que en una lucha contra el invasor o en una guerra de conquista, que aquí hemos tenido de todo. Aquí se enfrentan las familias,  los vecinos, los amigos, y entran en juego los intereses, la envidia y el odio engendrado por el adoctrinamiento; todo se vuelve contra todo, incluso dentro del mismo bando como ya se vio entre anarquistas y comunistas. En las guerras entre naciones todos son héroes, cada uno en su tierra. En las guerras civiles unos son héroes y otros son traidores. Unos hacen justicia y otros asesinan, todo depende de quién administra la victoria. Al paso de los años las nuevas generaciones olvidan, salvo excepciones de aquellos reductos  aislados donde el enfrentamiento entre familias o clanes es perpetuo.

La guerra civil se llevó por delante a unos cuantos miles de españoles, antes del frente, en el frente y después del frente. Cada cual limpió a su alrededor lo que le estorbaba, con ensañamiento en muchos casos, con ausencia de justicia en casi todos. En la guerra civil todos perdieron. Los que marcharon no pasaron más hambre que los que se quedaron y entre estos a su vez los unos y los otros sufrieron la cartilla de racionamiento. En el paraíso proletario ocurría más o menos lo mismo; los poderosos de allí y los ricos de aquí no pasaban hambre ni frío.

El tiempo lo cura todo. Hasta el dolor por el familiar más querido se suaviza con el tiempo llegando a  convertirse en  grato recuerdo. En España poco a poco se fue olvidando al tiempo que se avanzaba  económicamente, mejoraba la vida y se establecía un cómplice silencio de ambas partes sobre lo acontecido.  Yo nací el año en que desaparecieron las cartillas de racionamiento y en mi niñez apenas recuerdo haber oído esas historietas que cuentan los abuelos; uno de los míos,  me hablaba más de su campaña como artillero en África que del Alcázar de Toledo donde sufrió el asedio. Algún detalle suelto, sin duda, pero poco más.

El símbolo del vencedor

A la muerte de Franco, el rey tuvo claro que quería reinar sobre un país de vivos y de futuro. Los muertos y el pasado debían quedar atrás para siempre. Esa fue la consigna que aceptaron todos los que recompusieron el Estado, unos por convicción y otros por conveniencia pero todos al fin y al cabo. El nuevo Estado empezó a funcionar, no sin chirriar en ocasiones, pero sin freno ni marcha atrás, y lo hizo en paz y concordia mientras las protagonistas de la vida nacional  fueron las generaciones de la guerra y las posteriores del hambre. Cuando comenzaron a despuntar aquellos que ya nacieron con el pan bajo el sobaco se fueron olvidando los pactos y las paces, delito este el nuestro por no haber sabido inculcarles los valores en los que crecimos y creímos, de forma que creyeron que todo el monte era orégano, que los derechos colgaban de las latas igual que los chorizos y que la libertad individual de cada cual era un valor absoluto por encima de la libertad de los demás.

Esta generación, encabezada por lamentables celebridades como Zapatero, vino a dar el vuelco al concepto de paz social, creado tres décadas atrás  y respetado sin apenas alteraciones. Aquí volvió a aparecer de nuevo el fantasma de la guerra. Se comenzó a hurgar en la herida haciendo renacer odios olvidados, con una calculada carga doctrinal y dinero a espuertas  para lo que se dio en llamar la memoria histórica.

La izquierda remozada y dirigida por inútiles revanchistas encontró aquí el filón de los votos y trató de hacerse con la victoria moral de la contienda, convirtiendo sus crímenes en causas justicieras  y la justicia de los vencedores en crímenes de lesa humanidad. Las mentiras a fuerza de repetirlas se convierten en verdades aceptadas por mucha gente y en eso la izquierda es especialista, porque en su huída hacia el  paraíso proletario la propaganda manipulada y sectaria va por delante del enfrentamiento dialéctico y físico.

¿Realmente no tenemos remedio?

Por el contrario, la derecha también remozada generacionalmente y desprovista de carga ideológica alguna que no sea la de conseguir una vida más próspera y cómoda dentro del mundo liberal capitalista, no ha perdido el tiempo en rebatir las teorías de la izquierda, en principio y sobre todo porque no se siente heredera políticamente de los que conformaron el bando vencedor, de forma que han dejado correr los bulos y mentiras de la izquierda, que entre su gente si tiene prédica este mensaje y no así entre la derecha para la que defender esta causa supondría un pesado lastre.

Hace ya tres cuartos de siglo que terminó la grave insensatez, motivada por el pecado nacional que es la envidia, y no hemos aprendido apenas nada. Nuestra sociedad, salvando las distancias del tiempo, se parece cada vez más a la de principio de los años treinta en su concepción de la vida y de los valores, con la diferencia de que una buena parte de la misma creyó posible entonces una utópica sociedad proletaria, igualitaria y justa y lucho por conseguirla; en cambio ese mismo sector en la sociedad actual lucha por un fracaso, por una banalidad , por algo que pudo ser y no fue, por un mundo que ya no existe salvo en casos extremos residuales.

La derecha se inhibe en su propio mundo de comodidad y huye de la defensa de sus principios si ello conlleva  enfrentamiento. La izquierda en cambio se mantiene en la vieja doctrina del rico y el pobre aunque sus dirigentes militen más bien en el bando de los primeros y prediquen para los segundos. Unos pasando cobardemente de todo y otros sembrando de nuevo el odio entre los colectivos más desfavorecidos cultural y económicamente. Del eslogan del principio de la revolución  “Proletarios del mundo uníos” al “haced lo que os digo y no lo que yo hago” hay una similitud que es la coincidencia en los autores del mensaje, ambos situados en un nivel superior, inaccesible para la clase a la que dirigen las soflamas.

A esta pobre piel de toro ya solo le faltaba que haya quien quiera hacerla jirones y llevársela a pedazos. Ahí también se ve cómo actúan los dos mundos; la izquierda los apoya, la derecha los ignora. Cuando se den cuenta la enfermedad puede resultar incurable; entonces vendrán las  prisas y las hostias. La próxima guerra civil no va a venir por las ideologías sino por los territorios.


 Más pronto o más tarde el triste destino de los españoles  es escribir su propia historia con sangre, un día derramada heroicamente por defender la Patria y al siguiente, derramada vergonzosamente en lucha fratricida por destruirla.

Paco del Hoyo. "Arriba periscopio" 

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