NO HEMOS APRENDIDO NADA,
SOMOS “MUCHÍSMO BURROS”
Este manuscrito puso fin a una guerra fratricida |
Hoy , primero de
Abril, se cumplen ya tres cuartos de siglo del final de la última guerra civil
entre los habitantes de la vieja piel de toro. No sé qué ordinal corresponde a
ésta y sospecho que no va a ser la última cuando se trata casi de un deporte
nacional.
Esta última guerra la comenzaron unos en 1934 y la ganaron
otros en 1939. Lo de 1936 no fue principio de nada, no fue un hecho aislado.
Fue la consecuencia de acontecimientos anteriores y así lo verán, pasado el tiempo, los historiadores que lo
analicen con objetividad. Dejémoslo pues en sus manos que nosotros con olvidar
ya tenemos tarea suficiente.
Como en toda contienda civil los muertos pesan más que en
una lucha contra el invasor o en una guerra de conquista, que aquí hemos tenido
de todo. Aquí se enfrentan las familias, los vecinos, los amigos, y entran en juego los
intereses, la envidia y el odio engendrado por el adoctrinamiento; todo se
vuelve contra todo, incluso dentro del mismo bando como ya se vio entre
anarquistas y comunistas. En las guerras entre naciones todos son héroes, cada
uno en su tierra. En las guerras civiles unos son héroes y otros son traidores.
Unos hacen justicia y otros asesinan, todo depende de quién administra la
victoria. Al paso de los años las nuevas generaciones olvidan, salvo
excepciones de aquellos reductos
aislados donde el enfrentamiento entre familias o clanes es perpetuo.
La guerra civil se llevó por delante a unos cuantos miles de
españoles, antes del frente, en el frente y después del frente. Cada cual
limpió a su alrededor lo que le estorbaba, con ensañamiento en muchos casos,
con ausencia de justicia en casi todos. En la guerra civil todos perdieron. Los
que marcharon no pasaron más hambre que los que se quedaron y entre estos a su
vez los unos y los otros sufrieron la cartilla de racionamiento. En el paraíso proletario
ocurría más o menos lo mismo; los poderosos de allí y los ricos de aquí no
pasaban hambre ni frío.
El tiempo lo cura todo. Hasta el dolor por el familiar más
querido se suaviza con el tiempo llegando a convertirse en grato recuerdo. En España poco a poco se fue olvidando
al tiempo que se avanzaba económicamente,
mejoraba la vida y se establecía un cómplice silencio de ambas partes sobre lo
acontecido. Yo nací el año en que
desaparecieron las cartillas de racionamiento y en mi niñez apenas recuerdo
haber oído esas historietas que cuentan los abuelos; uno de los míos, me hablaba más de su campaña como artillero en
África que del Alcázar de Toledo donde sufrió el asedio. Algún detalle suelto,
sin duda, pero poco más.
El símbolo del vencedor |
A la muerte de Franco, el rey tuvo claro que quería reinar
sobre un país de vivos y de futuro. Los muertos y el pasado debían quedar atrás
para siempre. Esa fue la consigna que aceptaron todos los que recompusieron el
Estado, unos por convicción y otros por conveniencia pero todos al fin y al
cabo. El nuevo Estado empezó a funcionar, no sin chirriar en ocasiones, pero
sin freno ni marcha atrás, y lo hizo en paz y concordia mientras las protagonistas
de la vida nacional fueron las
generaciones de la guerra y las posteriores del hambre. Cuando comenzaron a
despuntar aquellos que ya nacieron con el pan bajo el sobaco se fueron
olvidando los pactos y las paces, delito este el nuestro por no haber sabido
inculcarles los valores en los que crecimos y creímos, de forma que creyeron
que todo el monte era orégano, que los derechos colgaban de las latas igual que
los chorizos y que la libertad individual de cada cual era un valor absoluto
por encima de la libertad de los demás.
Esta generación, encabezada por lamentables celebridades
como Zapatero, vino a dar el vuelco al concepto de paz social, creado tres
décadas atrás y respetado sin apenas
alteraciones. Aquí volvió a aparecer de nuevo el fantasma de la guerra. Se
comenzó a hurgar en la herida haciendo renacer odios olvidados, con una calculada
carga doctrinal y dinero a espuertas
para lo que se dio en llamar la memoria histórica.
La izquierda remozada y dirigida por inútiles revanchistas
encontró aquí el filón de los votos y trató de hacerse con la victoria moral de
la contienda, convirtiendo sus crímenes en causas justicieras y la justicia de los vencedores en crímenes de
lesa humanidad. Las mentiras a fuerza de repetirlas se convierten en verdades
aceptadas por mucha gente y en eso la izquierda es especialista, porque en su
huída hacia el paraíso proletario la
propaganda manipulada y sectaria va por delante del enfrentamiento dialéctico y
físico.
¿Realmente no tenemos remedio? |
Por el contrario, la derecha también remozada
generacionalmente y desprovista de carga ideológica alguna que no sea la de
conseguir una vida más próspera y cómoda dentro del mundo liberal capitalista,
no ha perdido el tiempo en rebatir las teorías de la izquierda, en principio y
sobre todo porque no se siente heredera políticamente de los que conformaron el
bando vencedor, de forma que han dejado correr los bulos y mentiras de la
izquierda, que entre su gente si tiene prédica este mensaje y no así entre la
derecha para la que defender esta causa supondría un pesado lastre.
Hace ya tres cuartos de siglo que terminó la grave insensatez,
motivada por el pecado nacional que es la envidia, y no hemos aprendido apenas
nada. Nuestra sociedad, salvando las distancias del tiempo, se parece cada vez
más a la de principio de los años treinta en su concepción de la vida y de los
valores, con la diferencia de que una buena parte de la misma creyó posible
entonces una utópica sociedad proletaria, igualitaria y justa y lucho por
conseguirla; en cambio ese mismo sector en la sociedad actual lucha por un
fracaso, por una banalidad , por algo que pudo ser y no fue, por un mundo que
ya no existe salvo en casos extremos residuales.
La derecha se inhibe en su propio mundo de comodidad y huye
de la defensa de sus principios si ello conlleva enfrentamiento. La izquierda en cambio se
mantiene en la vieja doctrina del rico y el pobre aunque sus dirigentes militen
más bien en el bando de los primeros y prediquen para los segundos. Unos
pasando cobardemente de todo y otros sembrando de nuevo el odio entre los
colectivos más desfavorecidos cultural y económicamente. Del eslogan del
principio de la revolución “Proletarios
del mundo uníos” al “haced lo que os digo y no lo que yo hago” hay una
similitud que es la coincidencia en los autores del mensaje, ambos situados en
un nivel superior, inaccesible para la clase a la que dirigen las soflamas.
A esta pobre piel de toro ya solo le faltaba que haya quien
quiera hacerla jirones y llevársela a pedazos. Ahí también se ve cómo actúan los
dos mundos; la izquierda los apoya, la derecha los ignora. Cuando se den cuenta
la enfermedad puede resultar incurable; entonces vendrán las prisas y las hostias. La próxima guerra civil
no va a venir por las ideologías sino por los territorios.
Más pronto o más
tarde el triste destino de los españoles es escribir su propia historia con sangre, un
día derramada heroicamente por defender la Patria y al siguiente, derramada
vergonzosamente en lucha fratricida por destruirla.
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