martes, 10 de julio de 2012

LOS RECORTES DEL VERANO

He pedido a mi amiga Mª. José, una excelente profesional de la enfermería, que me diera unas pinceladas de cómo están sufriendo los profesionales de la sanidad los recortes en sueldos, personal y medios. Están preocupados por las formas en que se está llevando a cabo y las declaraciones del responsable de la sanidad, el Consejero Echániz, no dejan mucho lugar a la esperanza de un final feliz. La prepotencia y el desprecio que han mostrado por los profesionales hace muy difícil que los cambios vayan a ser aceptados sin la contestación popular y profesional.
El artículo que Mª. José me ha enviado, más que extractarlo merece la pena publicarlo íntegro porque su contenido no tiene desperdicio.
Vestíbulo del lujoso Hospital de Almansa

LOS RECORTES DEL VERANO

Me piden que escriba sobre la situación en mi Centro de Salud tras la aplicación de los últimos recortes y otras medidas como la nueva jornada laboral. Ello me obliga a reflexionar sobre mi papel como enfermera en estos años. Creo que no somos totalmente conscientes de todo lo que nos están quitando. Por eso debemos reflexionar sobre la evolución de nuestro sistema sanitario.

Tuve la suerte de iniciar mi formación tras la reforma impulsada por la Ley General de Sanidad de 1986, en la que se recogía la voluntad del Gobierno de acercar la asistencia sanitaria a toda la población de este país, atendiendo así a lo recogido en nuestra Constitución. Gracias a esa ley y al apoyo que el ministro de Sanidad Ernest Lluch dio a nuestra profesión, la enfermería española alcanzó su época de mayor desarrollo. Esta Ley supuso el impulso definitivo a la implantación de la Atención Primaria de Salud y propició la apertura de numerosos Centros de Salud en toda España, con el consiguiente aumento de la plantilla de profesionales para garantizar una atención adecuada a los ciudadanos.

En esta época es en la que empecé a dar mis primeros pasos como enfermera, allá por el año 1990. Me encontré a un colectivo de profesionales, tanto médicos como de enfermería que invertían un gran número de horas de su tiempo libre en preparar material de Educación para la Salud y en hacer estudios de investigación sobre el efecto que tenían sobre la población las actividades que se llevaban a cabo y en formarse adecuadamente para realizar la labor que se esperaba de nosotros. Hoy día seguimos haciendo lo mismo pese a los cambios que se vienen sucediendo.

Tuvimos también que enseñar a la población a hacer un uso adecuado de los recursos sanitarios que se ponían a su alcance, aunque no siempre contamos con el respaldo de la Administración. Supuso un esfuerzo enorme, pero se respiraba ilusión porque sabíamos que era el camino correcto, como así se ha demostrado (valga como ejemplo el aumento en la esperanza de vida de la población, estimado en unos 2 años en esta última década).

Fruto de este esfuerzo profesional, respaldado como no, por una importante inversión económica, tanto a nivel estatal como autonómico es haber logrado que nuestro Sistema Sanitario fuera considerado como uno de los siete mejores del mundo y que haya sido tomado como referente por otros países (sin ir más lejos, la reforma recientemente impulsada por Obama en EEUU está inspirada en el acceso universal a los recursos sanitarios de nuestro país).

A nivel profesional, la enfermería española está considerada como una de las mejores del mundo, tras la canadiense y la estadounidense. Incluso hoy día siguen llegando ofertas de trabajo para las enfermeras españolas desde el Reino Unido, Bélgica e incluso Alemania, incluso sin importar que no se conozca el idioma, ellos se encargan de enseñarlo, porque lo que quieren son profesionales con una formación excelente.

Lamentablemente la situación hoy día es terriblemente distinta. Después de años de una brutal especulación en el sector inmobiliario y de una gestión bancaria que muchas veces raya en la estafa nos vemos envueltos en una profunda crisis económica.

Lo terrible no es eso, lo realmente peligroso y preocupante es el uso que se está haciendo de esa situación. Amparados en la crisis, nuestros gobernantes están dinamitando nuestro Sistema de Salud. Dicen que no generamos beneficios (¿Acaso el incremento de la salud de nuestra población no lo es?). Han empezado con recortes presupuestarios para el mantenimiento de las instalaciones sanitarias y con el abastecimiento de suministros. Pero no sólo eso, están reduciendo las plantillas de personal a límites prácticamente insostenibles. En mi caso, se ha reducido el personal eventual (el que se dedica a cubrir nuestras ausencias, ya sea por enfermedad o por disfrute de permisos que legalmente nos corresponden). Este verano, por ejemplo en el Centro de Salud en el que trabajo sólo sustituyen las guardias y dos de los días de consulta del enfermero que está de vacaciones. Aún así, somos afortunados, ya que en otros centros la sustitución ha sido cero.

Mi jornada laboral semanal comprendía 28 horas semanales de consulta (jornada ordinaria) más 17 horas de atención continuada, con un día de descanso tras la guardia, lo que suponía un total de 45 horas de trabajo a la semana. En mi día de descanso, otra enfermera cubría mi consulta, lo que garantizaba la continuidad en la asistencia a la población que atiendo. La misma jornada la realizaban también mis otros dos compañeros.

Tras la aplicación de la nueva jornada laboral, ya no tenemos la sustitución es día después de la guardia (sí seguimos disfrutando del descanso tras 24 horas de trabajo ininterrumpidas). Esto supone que todo el trabajo que no podemos demorar hasta otro día recae sobre los demás compañeros, aumentando aún más la presión asistencial que soportamos, que en el caso del Centro de Salud donde yo trabajo es una de las más altas de la provincia. Además, un jueves de cada cuatro, tenemos que prolongar la jornada habitual hasta alcanzar las 12 horas de consulta (de 8 de la mañana a 8 de la tarde), con lo que esa semana realizamos una jornada de 50 horas de trabajo, entre la jornada ordinaria y la complementaria.

La implementación de estas medidas no es lo sangrante del caso. En nuestro país hay cuatro veces más políticos profesionales que en Alemania, por ratio de población y resulta que lo que sobran son médicos, maestros y demás trabajadores públicos (según los criterios de la OMS, en España serían necesarios el doble de profesionales sanitarios y de camas hospitalarias de las que tenemos, pero eso ahora parece que no importa).

La barbaridad y el despropósito no paran aquí. Para justificar las medidas tomadas lo mejor es lo que tan bien saben hacer nuestros políticos: criminalizar al trabajador, al funcionario y hacerle responsable del mal funcionamiento del sistema. Sin ir más lejos, hace unos días el Consejero de Sanidad de nuestra Comunidad justificaba el cierre de Puntos de Atención Continuada diciendo que total, el médico estaba durmiendo, con lo que su servicio no es necesario (doy por supuesto que en esa declaración estaba incluido implícitamente el personal de enfermería).

Ya me dirá el señor Echániz si puede garantizar que una persona que esté sufriendo un infarto, un accidente grave u otras situaciones por el estilo (doy fe de que las atendemos cuando no dormimos), llegará a tiempo al hospital o al punto de atención donde hayan decidido emplazar la asistencia tras esta reforma. Además, hay que tener en cuenta que los hospitales también han visto reducida su plantilla, por lo que su capacidad para atender ese incremento de demandas también será menor.

Otra cosa es que nos creamos las declaraciones de la Ministra de Sanidad, que asegura que en verano la gente no se pone enferma. Lamento contradecirla Señora Ministra, pero sí que se pone, sufre de patologías distintas a las del invierno, pero eso no significa que no tenga otras afecciones de salud (las derivadas del calor, por ejemplo).

Y todo esto sólo con un propósito: el de hacer surgir en la población la necesidad de contratar un seguro sanitario privado para poder garantizar su asistencia. Evidentemente, si al Sistema público le hacen semejante recorte es imposible su viabilidad.

La gestión público-privada que están implantando ya ha mostrado su fracaso en otros países como el Reino Unido, donde a los pocos años ya generaba una deuda añadida de unos 4 millones de libras. Sin embargo es la vía más rápida para acabar con nuestro sistema y de paso lucrar significativamente a personas cercanas a la Consejería o a Gobierno Central.

Este perverso sistema de desmantelamiento tiene sin embargo un fallo, donde reside nuestra esperanza de futuro. Hoy día, gracias a las nuevas tecnologías de comunicación, tenemos un acceso casi ilimitado a la información. Podemos y debemos hacer uso de ella para cambiar el rumbo de las cosas. La información y el conocimiento son las armas a nuestro alcance para combatir los despropósitos que se están cometiendo. No olvidemos lo que recoge nuestra Constitución: el poder reside en el pueblo.

                                                           Mª Josefa López (Enfermera)





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