lunes, 28 de mayo de 2012

Familia y futuro

Se celebra durante este fin de semana en el Palacio de Congresos de Madrid el “Congreso Mundial de las Familias”, no sin la retranca y vocerío de maricones, lesbianas y gentes de mal criar. La sociedad es dinámica y como tal evoluciona con el tiempo, modelando y transformando el mundo que habita. La familia, como célula básica de la sociedad en sus diferentes modelos y culturas, no es ajena a la dinámica de adaptación a las nuevas formas de entender y vivir que arrastra esa transformación. Nuestro problema es que el modelo tradicional de familia está sufriendo rápidos cambios en una sociedad que ha evolucionado en dos siglos más que en los dos milenios precedentes. La evolución de la familia a través de los siglos no hay que buscarla en los libros de historia o en las excavaciones arqueológicas. Basta comparar nuestro modelo actual de familia occidental con los de las tribus indígenas del Amazonas o del Continente africano y veremos los siglos o incluso milenios que las separan.

Del Congreso Mundial de las Familias he seguido las intervenciones de dos autoridades eclesiásticas, si bien conceptualmente ajustadas a doctrina, curiosas por su divergencia en las soluciones aportadas. El Obispo de Alcalá, Mr. Juan Antonio Reig Plá, expone los ataques al concepto de familia “cristiana”. El primer ataque viene de la revolución sexual, paradigma liberacionista del Mayo de 1968 que proclama la ruptura entre sexo y procreación, sexo y matrimonio y sexo y amor y hace de la píldora anticonceptiva su estandarte. El segundo proviene de los movimientos ideológicos de género, el feminismo radical, lobby gay y la teoría “Queer” que establece que la orientación sexual y de género no permanece fija en la naturaleza humana sino que es el resultado de una construcción social. La naturaleza fisiológica del recién nacido no es determinante en su orientación sexual o de género sino que es la sociedad la que con su influencia puede modelarla en uno u otro sentido. De ahí el cambio de sexo, la manipulación de embriones humanos, la reproducción asistida etc. Como solución considera la ortodoxia de la familia cristiana inmutable y previene contra estos males que pretenden deconstruir la familia y la sociedad. El Cardenal Antonelli, presidente del Pontificio Consejo de Familia, reconoce los cambios que conlleva la incorporación de la mujer al mundo laboral y reclama la presencia activa de la misma en la sociedad. Cree que los hombres deben aportar más colaboración en las tareas de la casa y cuidado de los hijos pero no de una forma cuasilegal o rígida sino mediante un reparto de común acuerdo entre la pareja. Los ataques de la izquierda radical ya vienen de lejos, recordad aquello de “Hijos sí, maridos no” que proclamaba La Pasionaria. A ella se han añadido movimientos, feministas, anarquistas, gays, etc. etc. que más que perseguir adaptar los modelos familiares a las nuevas conquistas de la ciencia, consideran que la familia es una fórmula obsoleta de convivencia, propia de estructuras arcaicas como la Iglesia y la derecha política y que por tanto hay que reducir o eliminar.

La teoría “Queer”, atajo de payasos, ya la inventaron los pastores tartessos con la burra y la cabra hace miles de años y la familia tradicional , que estos mismos ya conocían, no va a sucumbir a manos de cuatro “modernos” antisistema. La gran mayoría de las familias de nuestro entorno occidental obedecen a los mismos esquemas sin distinción de ideologías o de confesiones. No hay sustanciales diferencias entre familias cristianas, laicas, rojas o fachas. En las familias normales no pasa nada porque un hijo sea maricón o una hija lesbiana; se les acepta como son y listo. La intransigencia y el sectarismo son cosa de otros. Aquí, atajo de inútiles, las familias solo se rompen cuando se parten las herencias.

Hay dos cosas que si no perjudican tampoco benefician a la familia. Una de ellas es el fundamentalismo cristiano incapaz de ceder un ápice en su rígida doctrina, sin reconocer que el mundo evoluciona, la humanidad avanza en los derechos conseguidos y las conquistas de la ciencia han convertido la inmensidad del globo en un patio de vecinos. La otra es la responsabilidad del Estado como conjunto de poderes públicos con capacidad de intervenir el presente para afianzar el futuro. Cuando la sociedad/estado pone las riendas en manos de indocumentados a vela, las esperanzas de llegar a buen puerto apenas existen. Zapatero, Aida, Pajín, De la Vega, vaya cuatro palos para un velero. El Gobierno debe tomar cartas en el asunto. Es un problema de supervivencia y ha de poner fin a este invierno demográfico. Prometió derogar las leyes zapateriles que atentaran contra la familia pero aún haciéndolo no es suficiente. Es precisa una política de atención a la familia, de conceder más tiempo libre a la madre o al padre, de aumentar los beneficios fiscales, de flexibilizar horarios laborales por un determinado tiempo, de conciliar la vida familiar, de mentalizar a las empresas de que un embarazo no es una huída del trabajo ni supone más absentismo etc. etc. Del discurso de “Hijos sí, maridos no” de la Pasionaria hemos pasado al de “Hijos no, maridos tampoco” de la rojería feminista radical. No debemos consentir que esto trascienda más allá de lo residual.
                        El Pueblo de Albacete 28/05/2012

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