FRANCO NO HA MUERTO. SIGUE VIVO EN EL SUBCONSCIENTE DE LA
IZQUIERDA
Hoy hace cuarenta años que murió
Franco. Unos creen que le llegó su hora, otros creen que lo “desenchufaron” a
propósito en ese día. Para los falangistas –no confundamos falangistas con
franquistas- fue un despropósito que le
hicieran fallecer justo en ese día
sagrado, conmemorativo del fusilamiento
del “ausente”, José Antonio Primo de Rivera. El Régimen quiso de esta
forma empequeñecer la figura y
testimonio del fundador de Falange Española para ensalzar la del Caudillo,
justamente cuando del primero ya no se acordaba nadie salvo cuatro románticos.
Colocarlo en el Valle de los Caídos al lado y a la misma altura y nivel que el
fundador de Falange tiró por tierra la intencionalidad, si es que la hubo, de
hacer coincidir la muerte de uno para ensombrecer la del otro.
Sea como fuere, han pasado
cuarenta años desde entonces. El año 1975 marcó un cambio profundo en mi vida. Había aprobado oposiciones a Correos
y tomado posesión en el mes de Abril. En Septiembre contraje matrimonio y estas
dos circunstancias hicieron que dejara al margen mi afición a la política. Una
semana con corbata negra aguantando los presagios apocalípticos de los medios
de comunicación, solo frenados con la ¿tranquilizadora? sentencia de que “El
Caudillo lo ha dejado todo atado y bien atado”. Mi viaje a El Aaiún desde Las
Palmas quedó frustrado porque a esas alturas en la residencia de oficiales ya
habían cortado el agua y el mástil de la bandera. Un
teniente coronel, tío de mi esposa, ya nos recomendó desistir del mismo. Poco
más tarde España y el Régimen se rendían ante la chusma de la Marcha Verde.
Poco duró lo de "atado y bien atado" |
La fortaleza del régimen, la España imperial,
unidad de destino en lo universal y otras falacias similares, se vinieron
abajo; el joven Príncipe se acojonó y el Ejército incumplió su juramento mientras el
moro Hassan II hacía el agosto con los fosfatos descojonándose de risa.
Fueron estos detalles los que abrieron los ojos a la izquierda que
hibernaba allende los Pirineos, en los sótanos de las fábricas y en las
sacristías –cosa que ahora no agradecen a la Iglesia- y salieron en tromba a la calle a los acordes
de “Libertad sin ira”. Las camisas azules se volvieron naranjas y de forma
inteligente o cobarde –hay para todos los gustos- se hicieron el harakiri y,
salvo unos pocos, pasaron en un periquete de la democracia orgánica a la
democracia real, milagro español que aún estudian los hispanistas más
destacados, milagro debido seguramente a la afición de los españoles a la
picaresca y al oportunismo.
El ejército, el mismo que pretendía
conservar su poder fáctico al tiempo que perdía el culo huyendo del Sahara, quiso marcarse un farol en el
Congreso y también se hizo el harakiri porque a continuación llegó Felipe
González y, a cambio de meterlo en la OTAN dio los pasos para desintegrarlo y
convertirlo en lo más parecido a una
ONG.
Nadie se acordaba ya en 2004 del
General ni del prócer falangista a excepción de cuatro románticos que se
reunían todos los 20 de Noviembre a oír una misa, a las 6 de la mañana hora en
la que este último fue fusilado. Pero hete aquí que un mediocre licenciado en
derecho al servicio de la hasta entonces izquierda moderada socialdemócrata se
acordó de que tenía un abuelo al que quitaron del medio los sublevados porque
llegaron antes que los otros. Pues bien, en memoria de su abuelo se inventó lo
de la memoria histórica que al poco se
convirtió en la memoria histérica. Resucitó a Franco, actualizó las supuestas fechorías del régimen
y puso a la rojería a cavar cunetas de las carreteras en busca de algún
pariente, del que apenas guardaban recuerdo a no ser por la subvención ofrecida
por buscarlo. Eso sí, no hubo fondos para la memoria histórica de los crímenes en conventos e iglesias o las fosas
de Paracuellos del Jarama.
Antes iban a Madrid de frac; mañana envueltos en la estelada |
La izquierda ha resucitado a
Franco. El dictador vive en el subconsciente de la izquierda española y curiosamente en una
parte de ella que no lo ha llegado a conocer. Franco condiciona muchas de sus
actitudes y, a falta de enemigo más cercano, lo han convertido en destino de
sus iras y sus odios. Curiosamente, la cobarde izquierda extrema se pone de rodillas ante el terrorismo
islámico que tienen a la puerta de la casa mientras concentra sus odios en una lápida de mármol
que hace cuarenta años que se colocó en una basílica olvidada para dar fin,
física y simbólicamente, a una etapa que fue mala para unos pocos pero próspera
para la mayoría y que, con el sacrificio y renuncia de todos dio paso a otra
época de libertad y prosperidad jamás
conocida en esta piel de toro. La derecha hace ya tiempo que olvidó a Franco y
al franquismo porque tiene los pies en
el suelo y sobre todo una vocación de futuro. La izquierda más rancia se empeña
en seguir anclada en su ídolo Stalin y
su enemigo Franco, qué le vamos a hacer. El mismo Franco debe estar asombrado y
perplejo cuando no orgulloso de que los
únicos que se acuerdan de él son sus enemigos y los hijos y nietos de estos. España
es así, una continua caja de sorpresas.
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