miércoles, 28 de marzo de 2012

¿Por qué no hago huelga?

Lunes, 26 de marzo de 2012
Francisco del Hoyo

Se aproxima el día 29, día de la gran juerga sindical. En el momento que esto escribo no se ha votado en Andalucía y, aunque intuyo los resultados, prefiero ser cauto y no hacerme demasiadas ilusiones de que vaya a gobernar el PP. La huelga del día 29 es una huelga política, interrelacionada con las elecciones andaluzas cuyo voto de izquierdas estimula, calentando el ambiente, con el pretexto de una crisis en la que dicen no tener nada que ver y una reforma laboral a la que no quisieron aportar nada. Es una huelga política porque está concebida, desarrollada y justificada por toda la izquierda pero en especial por el derrotado PSOE donde más pronto que tarde se van a comer unos a otros si pierden el último reducto que les queda, Andalucía. Recuerdo a Méndez justificando la huelga general que le hicieron a Aznar con el siguiente y único argumento: “El… éste no se va a ir de rositas”. Sólida argumentación que también sirve para el momento. A las élites de CCOO y UGT no les preocupa que los obreros tiren del ramal sino que a ellos les bajen del burro. A los que no hagan huelga el día 29 no les faltan motivos. Basta ver que de todas las organizaciones sindicales de nuestro entorno europeo comunitario, los dos sindicatos mayoritarios españoles son los más dependientes de la subvención estatal, son los menos transparentes, los más politizados y también los menos solidarios.

Los más dependientes porque, a diferencia de los sindicatos europeos, los españoles perciben del Estado, CCAA y Ayuntamientos la mayoría de sus ingresos, vía subvenciones directas, “devoluciones” de patrimonio, cursos de formación, consejos de administración de empresas públicas y otras mil gabelas. La mayoría de los sindicatos europeos se financian únicamente con las cuotas de sus afiliados y algunos de ellos, que tienen a su cargo la administración de las prestaciones de desempleo y otras ayudas, tienen también muy clara la separación entre los fondos públicos que administran y los suyos propios.

Son los menos transparentes porque la ley no les obliga a ser auditados con lo cual, ni se conoce el número de afiliados que tienen ni los que pagan ni las cuotas que estos aportan. No hay transparencia en la gestión del entramado de empresas patrimoniales, de gestión, de asesoramiento y de otras y extrañas finalidades. No pagan impuestos, ni siquiera por el patrimonio inmobiliario que poseen. No dan cuentas a nadie de los fondos públicos recibidos del bolsillo de todos los españoles. Nadie inspecciona el desarrollo de los cursos de formación, muchos de los cuales solo requieren la firma del alumno acreditando la asistencia a los mismos. No se vigilan las subcontratas con otras empresas de formación, a veces constituidas por personas muy allegadas a su entorno. En fin, administran cientos de millones de Euros del erario público con la mayor opacidad y sin el más mínimo control de la Hacienda o la Intervención del Estado.

Los sindicatos europeos en su gran parte dedican toda su actividad a la defensa de los derechos de los trabajadores y a mejorar sus condiciones laborales, libres de contenidos ideológicos y ajenos a la contienda política por el poder. Nuestros sindicatos no son ideológicamente asépticos sino políticamente beligerantes. Asociados a los partidos políticos de izquierda con un objetivo común hasta el extremo de la doble militancia obligatoria en alguno de ellos. Las élites sindicales forman un núcleo impenetrable que manejan todo a su antojo con la única finalidad de sobrevivir en el cargo y han extendido sus redes por todos los rincones del Estado y su Administración, de modo que nada escapa a su conocimiento y control. De esa manera actúan como un gobierno en la sombra aun careciendo de toda legitimidad pero adulados con mimitos por los corruptos gobiernos socialistas que por la España hubieron y que a la publicación de este artículo permitan Dios y las urnas que ya sean historia. Otra y quizás la peor de las características de este sindicalismo de lujoso corte es la ausencia total de solidaridad con quienes dicen representar.

Nuestros sindicatos son los menos solidarios de Europa. Los cinco millones y medio de parados no existen para ellos. Los parados no hacen huelga, no pagan cuotas, no producen beneficios. Son solamente un número de siete cifras repetido en mil pancartas que utilizan miserablemente como justificación de su desvergüenza. Tampoco son solidarios con aquellos que estando en apuros requieren su ayuda. En vez de negociar salidas fuerzan rupturas porque tras ellas vienen los ERE, que les producen pingües beneficios. No defienden a los obreros con problemas sino que se aprovechan de ellos. A ERE cobrado y obrero en el paro, mil euros más y un problema menos. Cuando los obreros van a la huelga a costa de perder sus salarios, el ejército de casi sesenta mil liberados y otros pocos miles de su estado mayor cobran cada día el suyo y hasta con dietas, desplazamientos y horas extra. No hay un fondo de resistencia como en otros países de Europa para ayudar por esa pérdida salarial. Ellos no lo necesitan. Y termino mostrándoles un detalle más de su fondo egoísta e insolidario. No tengo conocimiento de que CCOO y UGT dispongan de comedores sociales para atender a tantos y tantos obreros con dificultades. A los pobres condenados laboral y socialmente al ostracismo no les dan de comer CCOO ni UGT. Aunque les pese a ambos, les da de comer Caritas.

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