lunes, 12 de marzo de 2012

DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER.
 LA VIOLENCIA DE GÉNERO (II)
Lunes, 12 de marzo de 2012

Llegó la primera guerra mundial y esas mujeres tuvieron que sustituir en las fábricas a los millones de hombres movilizados. Gracias a ellas se aseguró el aprovisionamiento de armas y enseres en los frentes. Al final de la guerra millones de ellas quedaron viudas, en países desolados y con coberturas sociales inexistentes. Se ganaron palmo a palmo y día tras día su autoridad moral y su prestigio social.

No acababan de reponerse de las calamidades de los veinte años anteriores cuando una nueva tragedia arruinaría sus expectativas de futuro. La segunda gran guerra les hizo volver a las fábricas y los hospitales y entre momentos de dolor y de esperanza fueron haciendo cañones, tanques, barcos, mantas, vendas y latas de conservas. Al final, bastantes millones más que en la primera contienda quedaron viudas. Siguieron cubriendo puestos en la renaciente industria de la posguerra y poco a poco llenando las universidades. De nuevo estaban conquistando parcelas importantes sin posibilidad de marcha atrás; así hasta nuestros días.

Mientras todo esto ocurría en Europa nosotros pasamos el siglo XIX arrastrando el arado en un país caciquil y feudal. Fue un siglo desgraciado en la historia española, que comenzó con la guerra contra los franceses, continuó con las guerras carlistas y terminó con la pérdida de las colonias Y llegados al siglo XX, nos pasamos el primer tercio en disputas internas que acarrearían trágicas consecuencias, que no debemos olvidar ni tampoco debemos tener tan presentes hasta el punto de traumatizar nuestra convivencia presente y futura.

Nuestras mujeres solteras apenas conocieron las fábricas fuera de Madrid, Barcelona o Bilbao. La sociedad española era sobre todo una sociedad rural en donde el papel de la mujer no había evolucionado desde siglos atrás. Las pocas libertades conseguidas antes de la guerra murieron con ella. La dictadura las condenó a ser únicamente amas de casa.

La labor de la dictadura en el campo de la igualdad femenina fue devastadora. La “unión temporal de empresas Régimen & Iglesia” veló por mantener a nuestras mujeres “puras y castas en pensamientos, obras y deseos”; esposas y madres según el modelo mariano impuesto por la Iglesia, con dependencia casi total del marido y acceso a la educación superior restringido a las elites económicas y políticas. Si esto era grave, la involución cultural no lo fue menos y cuando, llegados a los años sesenta, la incipiente globalización nos abrió las puertas a lo desconocido, ofrecimos al mundo el grotesco espectáculo de un machismo avergonzante tras la turista sueca, de mano de los López Vázquez, Estesos, Pajares y Ozores de turno.

A los casi cuarenta años del antiguo régimen le han seguido ya treinta de democracia y los avances en este campo los vemos reflejados tristemente cada día en los telediarios. ¿Qué hemos hecho o qué hemos dejado de hacer en estos treinta años para no haber conseguido avances significativos?

A las carreras tras las suecas siguió otro espectáculo machista conocido popularmente como “el destape”, al que acudieron precipitadamente casi todas las famosas del escenario y la pantalla, denigrando la figura femenina hasta dejarla reducida en un simple objeto de deseo y mercadeo. Las prisas por parecernos a los otros europeos e incluso por superarlos convirtió el feminismo en casi una religión y se han ido sucediendo leyes para la igualdad que consagran la desigualdad y conducen al enfrentamiento.

Todos los abusos son malos y el querer imponer en el momento y por la fuerza de la ley lo que la sociedad debe digerir lentamente con el transcurso de los años es una equivocación. Las sentencias judiciales en divorcios, custodia de menores y prestaciones económicas han hecho tantos estragos en los derechos individuales, siguiendo al pie de la letra la doctrina de la nueva religión feminista, que han provocado el nacimiento de asociaciones de hombres afectados por la discriminación y la injusticia.

La igualdad no se consigue por decreto, ni con cuotas ni con ministras de la cosa. La igualdad se consigue con la educación no con la fuerza y aquí se han invertido las razones que conducen a un proceso dilatado y sin sobresaltos. Se ha querido hacer en cuatro días lo que en nuestro entorno europeo ha costado dos siglos, pero en esos cuatro días no ha habido ni intención ni tiempo suficiente para que la sociedad española evolucione culturalmente hasta unos niveles mínimos de permisividad, todo lo contrario, nuestro sistema educativo es el peor de la Europa occidental y el fracaso escolar es manifiesto. Se ha impulsado la creación de una sociedad inculta de culebrón televisivo y telebasura; una sociedad despersonalizada, de “trepas” sin escrúpulos, de personas individualistas y egoístas. Se han destruido muchos de los principios y valores que regulaban la convivencia pacífica. Con este panorama es muy difícil que podamos entender las razones por las cuales el hombre y la mujer deben tener los mismos derechos y obligaciones. Basta echar un vistazo al mapa para comprobar que la violencia está más arraigada en las Comunidades más atrasadas y en los suburbios de las grandes ciudades o ciudades dormitorio donde precisamente se alcanzan los niveles culturales más bajos. No se consigue la igualdad poniendo faldas a los hombres en los anuncios televisivos sino educándolos para una nueva forma de vida en un mundo completamente distinto. La revolución femenina triunfará porque es justa y lógica pero el tributo que aquí va a tener que pagar será demasiado caro solo porque los gobiernos y la sociedad no han hecho bien los deberes.
(Publiocado en El Pueblo de Albacete 12/03/2012)

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