lunes, 2 de abril de 2012

Opinión: CIEN DÍAS DE INFARTO

Cién días de infarto
Lunes, 2 de abril de 2012


Siempre se ha considerado correcto aplicar una tregua de cien días a cada nuevo Gobierno tras su toma de posesión, con el fin de permitir la adaptación y el conocimiento a los nuevos miembros del mismo y la formación de los equipos de cada gabinete. A partir de esos cien días daba comienzo la carga de la caballería opositora y la normalidad se instalaba en el Parlamento. En esta ocasión, las paupérrimas condiciones de Estado casi indigente heredadas de Zapatero unidas a las prisas de los mercados, los socios comunitarios y el acoso dentro y fuera de tribuna de una oposición intransigente y desleal, han convertido estos primeros cien días de Rajoy en un suplicio, superado felizmente por el tesón, el trabajo y el buen hacer de un Gobierno al que se considera uno de los mejores desde el inicio del nuevo régimen.

En cien días salen a la luz cinco leyes de máxima importancia: Ley de reforma del sistema bancario que ataja de una vez y por todas los endémicos males de la banca española, las cajas mayormente, llena de parches de la marca ZP/BE (Banco España) y la encamina a un modelo competitivo lejos de los mangoneos políticos, determinando incluso los emolumentos de los directivos de aquellas entidades que se han reflotado con dinero público. Ley de estabilidad presupuestaria, ya establecida en el gobierno de Aznar y que Zapatero tardó dos minutos en cargársela dejando abierto el saco común para que cada cual metiera la mano a su antojo. El tope del 0,4% de déficit en las administraciones públicas permitirá poner orden sobre todo en el gasto de los reinos de Taifas. Pero no sería eficaz esta ley si no fuera acompañada de la Ley de transparencia, que va a permitir al Estado exigir responsabilidades penales por los abusos e incumplimientos de los gestores públicos, sin permitirles, como a estos últimos, dejar al país en la ruina y marchar como si nada fuera con ellos. Quizás la más importante y la que más revuelo ha levantado sea la Ley de reforma laboral, que pretende sacar del Siglo XX al mercado laboral español y adaptarlo a los nuevos tiempos que corren, más difíciles, más competitivos y más globalizados. Ha sido la más contestada en la calle hasta el extremo de una huelga general pero no por la parte de contenido que afecta realmente a las condiciones de los obreros sino por la que afecta a la pérdida de privilegios de los Sindicatos. En cambio, la más costosa de elaborar y que mas pasa desapercibida al pueblo en general pero es más observada en los foros europeos es la Ley de Presupuestos para el 2012. Gracias que Elena Salgado se estuvo quietecita porque de haberlos aprobado ellos, hoy estarían hablando en Europa de intervenirnos. Aparte de estas cinco Leyes de primer orden son muchas más las decisiones adoptadas para salir del desastre lo más airosos posible. Zapatero bajó las pensiones y los sueldos a los funcionarios. Rajoy revaloriza las pensiones y mantiene congelado el sueldo a los funcionarios, ampliando a estos últimos el horario semanal y reduciendo horas extras y contratos innecesarios, Vuelva a aplicar el tipo mínimo del 4% de IVA para la compra de vivienda y recupera la deducción por adquisición con carácter retroactivo desde 2010, que Zapatero había eliminado y sube el IBI para las viviendas más caras. Elimina el canon digital. Refuerza la enseñanza secundaria. Descongestiona los Juzgados estableciendo tasas superiores para segundas instancias. Elimina en un primer paso veinticuatro empresas públicas ruinosas e ineficientes. Mantiene todas las políticas sociales. Controla las ayudas fraudulentas a las energías renovables y amplía la duración de las centrales nucleares abaratando la producción de energía. Acomete la reforma de la ley del aborto para no permitirlo a menores. Impone, y esto es muy importante, el código de buenas prácticas bancarias que permite la dación en pago de la vivienda en determinadas ocasiones. Un largo etcétera de difíciles resoluciones completarían este periodo que otros dedicaron a cambiar muebles y remodelar edificios mientras este gobierno lo ha dedicado, pese a quien pese, a trabajar para recomponer el entuerto heredado de quien estuvo siempre en las nubes y ahora se dedica a contemplarlas.

Todo esto está muy bien, pero por desgracia “Juan pueblo” no lo conoce. Solo conoce las versiones interesadas y envenenadas de quienes habiendo perdido su confianza por méritos propios, vienen ahora vendiendo recetas y elixires curalotodo. El Gobierno ha hecho muchas cosas en poco tiempo pero ha dejado de hacer otras también importantes; una de ellas, informar al pueblo de las decisiones tomadas, “el qué”, “por qué” y “para qué”; sin ello el pueblo anda desorientado, cayendo fácilmente en manos de charlatanes. No es labor solo de Gobierno sino incluso más de Partido. El PP se ha caracterizado por su mala comunicación con la sociedad y ésta ha sido una de las causas, o la mayor, del resultado de Andalucía. Mientras el PP no lance a la calle a alcaldes, concejales, diputados de provincia, de región y de estado, asesores y enchufados miles a convencer a la gente de que lo que se hace es lo mejor y más conveniente, estará ofreciendo su cabeza en bandeja a la oposición, bastante más hábil, por cierto, en estos menesteres. Con la oposición hecha trizas a pesar de Andalucía y con los sindicatos en el más alto nivel de desprestigio, jamás alcanzado, el Gobierno tiene que cumplir con el encargo de esa gran mayoría de votantes y tiene la obligación de informarles y al día. No vale ni el síndrome de Moncloa ni la comodidad del despacho. Frente a la barbarie, hay que ganar la calle con sólidos argumentos y para ello hace falta comunicar, comunicar y comunicar.

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