LA PROCESIÓN DEL VOTO
Pocas Semanas Santas habremos conocido tan entretenidas como
ésta que se nos echa encima. Yo no recuerdo ninguna. Al inquilino con derecho
de compra que habita en Moncloa se le ha ocurrido jodernos las procesiones de
toda la vida, las del santo a hombros, con costaleros o con ruedas y va a hacer
procesionar a un ejército de vividores, trileros, cuentistas, cantamañanas,
soplagaitas, tiralevitas, chupatintas y un largo etc. que en mayor o menor
grado conforman nuestra clase política, para vendernos las mil y una burras y
hacernos creer que cada uno de ellos es el cristo resucitado que viene a
redimirnos de nuestros pecados.
Esta Semana Santa además servirá para dar penitente cobijo a
quienes la denigran y en más de un caso veremos a quienes torpedean a la
iglesia, vestirse de nazareno, a cara descubierta, sin caput para que se les
vea y salir en procesión mediática, rodeados de una corte de fotógrafos y
aduladores de pluma y pantalla. También esta Semana Santa frenará los
exabruptos de los herederos de matacuras y pisacristos de la chusma
podemita-comunista, que buscarán medios más sibilinamente encaminados a obstruir la devota
celebración, como en el caso de Santiago de Compostela donde el alcalde ha retirado
las ayudas a las cofradías católicas en
Semana Santa.
Aunque dice Tezanos en su fogón que, consultadas las meigas,
el número de católicos practicantes ha decaído hasta cifras irrisorias, pero sin ofrecer la
muestra del patrón-medida que le permite establecer cuantas misas, confesiones,
bodas, entierros o limosnas son necesarios para
pasar del estado de católico ascético al de católico escéptico, lo
cierto y verdad es que por los cuatro puntos cardinales, aldeas, pueblos y
ciudades se engalanan y preparan para celebrar la pasión, muerte y resurrección de Cristo, sacando en
procesión desde la imagen más sencilla a las tallas de Salcillo, Juan de Mesa,
Montañés, Astorga o la familia Roldán con Pedro y su hija María Luisa (la
Roldana) de cuyas manos salió la imagen del Nazareno que se venera en mi villa natal,
Sisante.
Ya sea por verdadera fe, sentimiento religioso temporal o
circunstancial, penitencia ofrecida o simplemente tradición, lo cierto es que
la Semana Santa es, junto a la Navidad, la celebración más importante de la cristiandad española, que
además de su carácter religioso, sus connotaciones culturales, artísticas, culinarias, turísticas y
económicas son tan fuertes y arraigadas que aguantan sin cantearse los envites de
las Carmenas, Colaus, Martiños, Quichis y demás morralla que anda suelta por la
vieja piel de toro.
No creo que al final el intento del perverso Sánchez de adormilar a la derecha
con el éxtasis de su celebración religiosa le vaya a dar resultado, más bien
pienso que la sociedad cristiana ya redimida esté en mejor situación de colocar
a casa uno en el sitio que se merece, porque quienes pretenden destruir nuestra
civilización cristiana occidental, nuestra historia y nuestras tradiciones,
necesitan que alguien les salga al frente y les haga bajarse del burro.
La procesión de las urnas de esta democracia casi yacente se
entremezclará estos días con las devotas
procesiones religiosas y pretenderán sacar partido de ellas. No seamos ingenuos,
ellos van a lo que van aprovechando
todos los medios a su alcance y esta ocasión se la pintan calva. Llegada la
Pascua, habremos dado a Dios lo que es de Dios y el domingo siguiente al César
lo que es del César.
Hay otras procesiones
las internas, con itinerarios y
horarios desconocidos pero no menos escasas de penitencia. Hay quien es el
costalero de su propia procesión.
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