LA HUELGA VA DE FEMINAZIS
Cuando el culebrón catalán preocupa cada vez menos a pesar de
seguir ofreciendo nuevos capítulos y la investigación del mismo descubriendo
nuevas razones para imputar a sus mentores; la preocupación por el paro, que es la primera, se mantiene persistente y casi
invariable; la preocupación por la corrupción, que va a impulsos siguiendo el
devenir errático e interesado de la justicia o la mala imagen que se tiene de la clase política,
que es otra constante en todas las encuestas; mientras todo esto es lo que más
preocupa a los españoles, los políticos siguen lanzándose el “y tú más” en las
inútiles comisiones, el Gobierno pensando en cómo salir airoso del 155 y como
vencer la añoranza del PNV que acaba de redescubrir a Ibarretxe o cómo bajarle
los humos a este aspirante a gobernador de ínsulas que en su traslado de
Barcelona a Madrid ha transmutado en mosca cojonera. Y mientras todo esto
ocurre hay una cosa importantísima, la educación, que tan solo preocupa el 6,8%
de los españoles y por cuyo modelo andan a la gresca los que luchan por la
excelencia y la calidad y los que defienden la mediocridad y la igualdad por el
listón más bajo
La izquierda en su errante deambular buscando los puntos
cardinales, ha descubierto dos filones de los que puede sacar provecho sin
aportar otra cosa que no sea su conocida y nauseabunda demagogia. La izquierda
y sus parásitos sindicales han descubierto que hay un colectivo de pensionistas a los que poder manipular y
a través de ellos rebajar las
expectativas electorales del partido en el Gobierno, pero de esto trataré en
otro momento. El otro filón al que me refiero es el de la conjunción astral
entre izquierda, populismo y feminismo que habiendo llegado al éxtasis nos
quieren hacer partícipes del mismo con una huelga general de féminas, pare
reivindicar entre otras cosas que las abuelas no cuiden de sus nietos o que no
se usen determinados productos íntimos en sus días críticos.
El feminismo como corriente de pensamiento de quienes
propugnan la igualdad de oportunidades y la equiparación del género femenino al
masculino en este nuevo mundo globalizado “occidental” en el que vivimos, ha de
parecernos necesario, justo, oportuno y admirable en su capacidad luchadora y
paciente. Pero hay otras corrientes que usurpadoras del concepto de feminismo
lo utilizan como amuleto en su revolución contra todo lo establecido. Son los
movimientos feminazis que pretenden el regreso a la tribu, el fin del sistema
que las alimenta y protege sin reparar en que fuera de nuestro pequeño mundo
civilizado solo existe la esclavitud, la opresión y la infravaloración de todo
lo que comporta el género femenino.
En nuestro modelo de sociedad el machismo es un tópico que se
utiliza tanto para catalogar situaciones de desigualdad como para justificar la
propia inapetencia femenina de conquistar determinados “status”. A lo
largo de mis más de cuatro décadas de
carrera profesional he tenido la oportunidad de compartir con mujeres, unas
veces a sus órdenes, otras bajo las mías y otras tantas al mismo nivel y no
recuerdo haber vivido ninguna situación de privilegio respecto a ellas sino a
veces todo lo contrario. En los años finales del antiguo régimen y a pesar de
todo cuanto se ha dicho y escrito sobre los demonios del mismo, mientras yo
perdía tontamente quince meses de mi vida obedeciendo a sargentos analfabetos
en un acuartelamiento tercermundista, mis compañeras de carrera tuvieron la
ocasión de preparar oposiciones y vive Dios que la aprovecharon porque en
aquellos años dio comienzo el “boom de las maestras”.
La mayoría de los
hombres de nuestra sociedad occidental estamos en contra de todo lo que
conlleve desigualdad de géneros. Estamos en contra de la situación que viven
las mujeres en los países del tercer mundo; en contra de la situación a que las
relega el Islam o las sociedades religioso-clasistas del Continente asiático;
en contra de las mutilaciones a que son sometidas en el Continente africano; en
contra del mercadeo con niñas y jóvenes de corta edad en más de medio mundo; en
contra de cualquier tipo de maltrato hacia las personas, mujeres incluidas.
Los hombres no somos los culpables de que muchas mujeres opten en su formación y
profesionalmente a determinados estudios y profesiones. Conocido es que las
carreras de humanidades, educación, medicina o derecho son las preferidas por
las mujeres frente a las carreras técnicas que atraen más a los hombres y lo
mismo ocurre en la devaluada formación profesional donde las mujeres eligen los
estudios y profesiones de bata blanca frente al mono o la bata azul.
El feminismo revolucionario de las feminazis solo se
justifica en su afán de destruir nuestra cultura, nuestra organización social y
nuestras tradiciones. El verdadero feminismo inició una revolución pacífica
siglo y medio atrás y paso a paso ha ido conquistando parcelas en un mundo
tradicionalmente controlado por el
hombre. Ese es el feminismo al que hay que defender, que es tanto como defender
los derechos fundamentales de la mitad de la población. Lo demás es postureo,
ruido y escándalo.
El jueves saldrán a la calle las de las tetas pintarrajeadas,
las de la procesión del coño y otras tantas de grupúsculos antisistemas a las
que el populismo y la errante izquierda protegen, patrocinan y apoyan. Ya me
gustaría ver en esas “manifas” a alguien protestando contra la ablación del
clítoris, contra la situación de las mujeres musulmanas o la esclavitud de
castas en la India. Saldrán también muchas mujeres de buena fe sin percatarse
de que esa buena fe está manejada y explotada por quienes no son feministas
sino feminazis.
La izquierda y el populismo encantados. Todo lo que sea
subvertir el sistema es bienvenido. La miopía de Occidente contrasta con la
agudeza visual o el “verlas venir” de las sociedades emergentes. El fin del segundo
imperio romano está cerca.
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