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Momento de la voladura el 18 de Septiembre |
EL ALCÁZAR
NO SE RINDE
Hoy hace ochenta años que mis abuelos, mi madre con 9 años y
dos de mis tíos, más pequeños, se
refugiaron en el Alcázar toledano huyendo de la chusma miliciana que había
intentado en varias ocasiones asaltar el Cuartel de la Guardia Civil de Bargas,
el cual desvalijaron tan pronto fue abandonado
por sus moradores.
De sobra son conocidos los pormenores de la defensa de la
fortaleza y es mucho lo que se ha escrito sobre este hecho de armas. Yo voy
a traer a colación la tan manida “memoria
histórica” para recordar esos dos meses de sufrimiento, de miedo y de muerte,
enfrentados al odio de quienes creyeron que con un fusil en la mano eran dueños
de vidas y haciendas y a quienes parapetados tras su cobardía los pusieron en
sus manos.
La izquierda de Zapatero, Garzón, Cañamero, Anguita, Iglesias o la “nueva Pasionaria”, la de hijos
sí maridos no, Ana Gabriel, siguen
subiendo a los pedestales a todos los criminales de guerra y genocidas del
bando republicano y desterrado a los infiernos
a quienes formaron en el otro bando. Esto, visto en los años de la
dictadura podría parecer normal en ellos, pero ahora al cabo de ochenta años
del inicio de la guerra civil no parece sino que siguen avergonzados de su
derrota; derrota que fue de ellos, de los suyos, porque el ejército republicano
cumplió con su misión y luchó con honor.
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Estado final en que quedó trás la voladura |
En el Alcázar de Toledo se habían refugiado quinientas mujeres y
cincuenta niños, familiares de los defensores de la fortaleza. Poco importó este
detalle al Gobierno de Largo Caballero que en su delirio criminal pretendió
enterrarlos bajo los escombros ante la presencia de representantes de la prensa
internacional. El Gobierno de la República lo intentó todo. Envió fuerzas de artillería
ligera y pesada y unos cuantos miles de
milicianos, unos permanentes y otros que bajaban desde Madrid los fines de
semana a practicar el deporte de “matar
fascistas” y que a la primera escaramuza en la que caía alguno huían como ratas
del escenario bélico.
El Alcázar fue bombardeado desde tierra con artillería pesada
y desde el aire en 35 incursiones de la aviación. Fue gaseado con gases de
guerra traídos de Francia; incendiado con gasolina a cargo de bomberos de
Madrid y al final volado a través de unas minas excavadas por mineros asturianos
traídos al efecto. Ninguna de estas barbaridades fue capaz de doblegarlos. Los
milicianos morían como chinches a manos de los experimentados miembros de la
Guardia Civil bien parapetados entre las ruinas; de hecho y visto el estado
final del edificio sorprende que de los aproximadamente 1.300 defensores solo
hubo 70 bajas entre muertos y desaparecidos y unos 400 heridos. Los muertos
entre los atacantes se contaron por cientos y recuerdo que contaba mi abuela
que al salir a la Plaza de Zocodover tras la liberación, iban caminando entre
cadáveres de milicianos.
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Un grupo de defensores entre los que pudiera estar mi abuelo |
El genocida y criminal
de guerra Largo Caballero llegó hasta el extremo de convocar Consejo de
Ministros para decidir volar el Alcázar aún a sabiendas del contingente de
mujeres y niños que allí se encontraban; pero no conforme con ello invitó a la
voladura, que se produjo a las 6,30 de
la mañana del 18 de Septiembre, a una nutrida representación de periodistas
internacionales para que presenciaran como se cometía el que pudo haber sido el
mayor de los crímenes de la contienda.
Los herederos de la izquierda derrotada siguen manteniendo la
leyenda de Guernica cuando el precedente de bombardeo de civiles, mujeres y
niños, lo estableció “la gloriosa” como así llamaban a la aviación republicana,
bombardeando el Alcázar en 35 ocasiones y que después se cubriera de gloria ametrallando en el agua
a los marineros del hundido crucero Baleares. En Guernica no hubo
ametrallamientos a los que huían de la ciudad porque solo fueron tres incursiones
de bombarderos, que destruyeron unos cincuenta edificios y fallecieron 126
personas.
El asalto al
Alcázar toledano fue un desastre para los atacantes y una vergüenza para el
Gobierno Republicano. Se utilizaron gases de guerra y cisternas de gasolina y
se convocó a la prensa mundial para ver cómo mediante la voladura se enterraban
entre escombros a 500 mujeres y 50 niños, dos de ellos nacidos durante el
asedio. Que venga luego la moderna rojería hablando de genocidios y crímenes de
guerra, pues que reparen en este episodio de la guerra civil española, aquí
tienen donde documentarse.
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