jueves, 21 de julio de 2016

EL ALCÁZAR NO SE RINDE


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Momento de la voladura el 18 de Septiembre


EL ALCÁZAR NO SE RINDE


Hoy hace ochenta años que mis abuelos, mi madre con 9 años y dos de mis tíos, más pequeños,  se refugiaron en el Alcázar toledano huyendo de la chusma miliciana que había intentado en varias ocasiones asaltar el Cuartel de la Guardia Civil de Bargas,  el cual desvalijaron tan pronto fue abandonado por sus moradores.


De sobra son conocidos los pormenores de la defensa de la fortaleza y es mucho lo que se ha escrito sobre este hecho de armas. Yo voy a  traer a colación la tan manida “memoria histórica” para recordar esos dos meses de sufrimiento, de miedo y de muerte, enfrentados al odio de quienes creyeron que con un fusil en la mano eran dueños de vidas y haciendas y a quienes parapetados tras su cobardía los pusieron en sus manos.


La izquierda de Zapatero, Garzón, Cañamero, Anguita,  Iglesias o la “nueva Pasionaria”, la de hijos sí maridos no, Ana Gabriel,  siguen subiendo a los pedestales a todos los criminales de guerra y genocidas del bando republicano y desterrado a los infiernos  a quienes formaron en el otro bando. Esto, visto en los años de la dictadura podría parecer normal en ellos, pero ahora al cabo de ochenta años del inicio de la guerra civil no parece sino que siguen avergonzados de su derrota; derrota que fue de ellos, de los suyos, porque el ejército republicano cumplió con su misión y luchó con honor.


Estado final en que quedó trás la voladura


En el Alcázar de Toledo se  habían refugiado quinientas mujeres y cincuenta niños, familiares de los defensores de la fortaleza. Poco importó este detalle al Gobierno de Largo Caballero que en su delirio criminal pretendió enterrarlos bajo los escombros ante la presencia de representantes de la prensa internacional. El Gobierno de la República lo intentó todo. Envió fuerzas de artillería ligera y pesada y  unos cuantos miles de milicianos, unos permanentes y otros que bajaban desde Madrid los fines de semana a practicar el deporte de  “matar fascistas” y que a la primera escaramuza en la que caía alguno huían como ratas del escenario bélico.


El Alcázar fue bombardeado desde tierra con artillería pesada y desde el aire en 35 incursiones de la aviación. Fue gaseado con gases de guerra traídos de Francia; incendiado con gasolina a cargo de bomberos de Madrid y al final volado a través de unas minas excavadas por mineros asturianos traídos al efecto. Ninguna de estas barbaridades fue capaz de doblegarlos. Los milicianos morían como chinches a manos de los experimentados miembros de la Guardia Civil bien parapetados entre las ruinas; de hecho y visto el estado final del edificio sorprende que de los aproximadamente 1.300 defensores solo hubo 70 bajas entre muertos y desaparecidos y unos 400 heridos. Los muertos entre los atacantes se contaron por cientos y recuerdo que contaba mi abuela que al salir a la Plaza de Zocodover tras la liberación, iban caminando entre cadáveres de milicianos.

Un grupo de defensores entre los que pudiera estar mi abuelo
 

El genocida y  criminal de guerra Largo Caballero llegó hasta el extremo de convocar Consejo de Ministros para decidir volar el Alcázar aún a sabiendas del contingente de mujeres y niños que allí se encontraban;  pero no conforme con ello invitó a la voladura, que se produjo a las  6,30 de la mañana del 18 de Septiembre, a una nutrida representación de periodistas internacionales para que presenciaran como se cometía el que pudo haber sido el mayor de los crímenes de la contienda.


Los herederos de la izquierda derrotada siguen manteniendo la leyenda de Guernica cuando el precedente de bombardeo de civiles, mujeres y niños, lo estableció “la gloriosa” como así llamaban a la aviación republicana, bombardeando el Alcázar en 35 ocasiones y que después  se cubriera de gloria ametrallando en el agua a los marineros del hundido crucero Baleares. En Guernica no hubo ametrallamientos a los que huían de la ciudad porque solo fueron tres incursiones de bombarderos, que destruyeron unos cincuenta edificios y fallecieron 126 personas.


El asalto al Alcázar toledano fue un desastre para los atacantes y una vergüenza para el Gobierno Republicano. Se utilizaron gases de guerra y cisternas de gasolina y se convocó a la prensa mundial para ver cómo mediante la voladura se enterraban entre escombros a 500 mujeres y 50 niños, dos de ellos nacidos durante el asedio. Que venga luego la moderna rojería hablando de genocidios y crímenes de guerra, pues que reparen en este episodio de la guerra civil española, aquí tienen donde documentarse.

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