CONDUCIR POR ALBACETE
Siempre se ha dicho que cada ciudad tiene su modo o estilo
propio de conducir vehículos a motor y conocido es el tópico de que tal o cual
ciudad es la peor para conducir. La verdad es que la orografía, la
climatología, el modelo de urbanismo, la diferencia entre ciudades grandes y
pequeñas, entre los barrios modernos y
los antiguos cascos urbanos, la abundancia o no de glorietas y semáforos y un
largo etc. determinan la forma de conducir en cada punto y es una
característica que el oriundo asume con naturalidad y el visitante observa con
cierta extrañeza.
En esta ciudad en la que las cuatro estaciones cada vez más
se reducen a dos hay una gran diferencia en el volumen de tráfico y en el tipo
de usuarios. En la larga estación fría el automóvil es el gran protagonista de
la calzada, protagonismo que comparte al llegar el buen tiempo con infinidad de
ciclomotores, motos y patines eléctricos,
estos últimos recién incorporados para uso en todo tiempo y a falta de
reglamentar su uso y conducción salvo alguna directriz emanada de la Policía
Local. Las bicicletas ya no son solo para el verano, ya hay quien se atreve a
desafiar las mañanas de hielo, aunque no se corresponde el inmenso trazado de
carril bici (de dudosa legalidad y operatividad) con el uso del que son objeto.
Vamos a salir a la calle a recorrer Albacete al volante de un
automóvil. Cuando transitamos por vías de dos carriles en único sentido damos
la sensación de conducir ebrios por la cantidad de “eses” a que nos
obligan los que por necesidad, por
comodidad o por capricho se encuentran parados lo mismo a un lado que a otro de
la vía.
Si llegamos a alguna de las
numerosas glorietas (el invento no puede ser bueno si viene de los
franceses cuando el punto más negro de tráfico en París es la glorieta del Arco
del Triunfo) observaremos que no se ha ahorrado en semáforos sino que han
tenido que mantenerse para evitar el caos (véase si no la glorieta de Tamos).
Aún así, una vez dentro de ellas y con los carriles pintados hay muchos que o se colocan mal o tiran por lo derecho y las
convierten en puntos peligrosos en los que hay que prestar especial atención.
En este sentido las campañas de educación vial deben ser permanentes para que
puedan asumirse con prontitud los cambios e innovaciones en las vías urbanas
sin obligar al conductor a un permanente ejercicio de intuición o a la arriesgada
prueba de acierto-error.
Los pasos de peatones son otro capítulo a destacar porque los
responsables de tráfico no aciertan a establecer un sistema homologado de aviso.
Señales verticales, en ocasiones tapadas por los árboles o por algún vehículo
de altura estacionado delante, pasos
sobreelevados (de altura ilegal en algunos casos) con o sin aviso de señal vertical
o las bandas sonoras, que precisan un
continuo mantenimiento por el desgaste. No existe señalización vertical
iluminada en los pasos más problemáticos y la pintura deja mucho que desear
hasta incluso ser peligrosa por
resbaladiza y desde luego difícil de ver en muchos lugares a pesar
de los intentos de hacerlas parcialmente luminiscentes.
Si intentamos aparcar el vehículo, Albacete tiene tres zonas
bien delimitadas. La zona azul cada vez más extendida aún en lugares que nadie
se explica. La zona roja para residentes, insuficiente según los usuarios y la zona
libre, sí, la zona libre plagada de garajes individuales, puerta sí y puerta
no, en gran parte ilegales sin que el Ayuntamiento haga inspecciones periódicas
para comprobar este extremo. Son al fin y al cabo una buena fuente de ingresos,
igual o superior a la zona azul y sin necesidad de invertir en vigilantes.
Las bicicletas son cada vez mayor motivo de preocupación y lo
serán los patines eléctrico si no se regula y se vigila el cumplimiento de la
norma. Las bicicletas van por donde les apetece, calzada, acera y algunas hasta
por el carril bici y no digamos de los patines, que alcanzan velocidades
inapropiadas para el correcto manejo de los mismos y circulan a su antojo por
dónde les cuadra.
Seguramente me dejo mucho sin observar pero termino
criticando una de las características de la circulación albaceteña, la lentitud.
Cierto es que en pocas calles de la ciudad se pueden sobrepasar los límites
establecidos pero a esto hay que añadir la lentitud de los conductores que se
aprecia sobro todo en los semáforos. Por cada veinte vehículos que arrancan en
Madrid en un espacio de tiempo al abrirse el semáforo, en Albacete lo hacen
como mucho cinco; o por falta de atención, teléfono, conversación etc. o por
costumbres como la de apagar el motor o incluso hasta poner el freno de mano.
Tiene trabajo la Concejalía de tráfico si quiere convertir
Albacete en una ciudad cómoda y segura para el conductor y para el viandante.
Extender la zona azul y mantener el negocio de los garajes individuales puede
resultar económicamente rentable pero enormemente perjudicial para muchos de los
ciudadanos. Comprar o alquilar un piso sin garaje en las zonas de Ensanche o Industria,
por ejemplo, es una locura a la hora de aparcar pues hay calles ocupadas en más
de un 80% por garajes individuales, muchos de ellos de dudosa legalidad. Y
quién se atreve a utilizar los aparcamientos públicos al precio que tienen. Otro
capítulo más para estudio.
Claro que, los albaceteños tenemos también mucha culpa de
ciertas incomodidades, desde el momento en que en Albacete se llega al centro andando desde cualquier punto en menos de
media hora pero utilizamos el coche hasta para ir de cañas.
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