POLÍTICA DE GALLOS
Estamos viviendo los momentos más difíciles de la
España democrática desde el golpe de Tejero y salvo por el revuelo político
preelectoral y las continuas patochadas
del homínido del lazo amarillo, no parece sino que el personal está en una
especie de limbo, pasota, expectante, ajeno a lo que puede venir, sin tener
plena consciencia de la realidad y de sus consecuencias.
Costó años y sangre acabar con el terrorismo de ETA y estamos en
vísperas de ver renacer movimientos similares en los herederos de Terra Lliure,
que ya apuntan maneras y que pueden comenzar a actuar tan pronto se conozcan
las sentencias del T. Supremo o se forme
en Madrid un Gobierno capaz de enfrentarse seriamente al independentismo,
desmontarlo y hacer volver a la realidad a una buena parte de catalanes que han
sido utilizados y engañados por una clase política oportunista y una burguesía
económicamente pudiente y supremacista, con la pasividad, permisividad e
incluso apoyo de casi todos los Gobiernos que por Madrid pasaron.
Reconociendo que el órdago
catalán es el mayor problema que tenemos y sufrimos todos los españoles y
visto el grado de sometimiento que el
nuevo socialismo sanchísta y la desbandada podemita demuestran cada día ante los intereses de los
que pretenden quebrar España y trasmitir la enfermedad a la Unión Europea, no
queda otra alternativa que la de encontrar el medio para atajar el mal y
terminar con él y en eso, la derecha política y sus votantes tendrán una cuota
importante de responsabilidad en lo que pueda pasar en un futuro próximo, tan
próximo que está a la vuelta de la esquina.
Las encuestas en su mayoría, aun
considerando la volatilidad del voto, apuntan a que el sanchísmo puede
salir si no triunfante al menos mejorado
con respecto a anteriores citas electorales, pero incapaz a su vez de poder
formar gobierno sin contar con sus socios actuales, la extrema izquierda de las
confluencias podemitas y los independentistas catalanes y vascos, ambos tres
empeñados en deshacer la España de cinco
siglos para regresar a la tribu.
La derecha con su fragmentación será la responsable de lo
que ocurra en este país en los próximos años. Es el momento de crear una nueva
CEDA, moderna, actualizada y desprovista de tintes fascistas y confesionales,
que sea capaz de calar en una población que, digan lo que digan, es mayormente conservadora , tan conservadora
que acepta el pastoreo de cualquier indigente instalado en Moncloa y guarda
silencio ante la amenaza y opresión del independentismo catalán.
Pero la derecha española tiene un
problema difícil de solucionar en breve plazo. Aznar fue capaz de unir en torno
al Partido Popular a casi todas las familias y corrientes que ocupaban el centro y la derecha
política. Rajoy en cambio pasará a la historia como un buen administrador
pero un pésimo político, porque solo él y su equipo de gestores fueron capaces
de crear, por culpa de su debilidad y ausencia en la realidad del día a día, el
embrión de inconformismo de parte de la sociedad catalana que se sintió
desprotegida y olvidada, dando lugar al nacimiento de Ciudadanos, que lejos de
limitarse al territorio que les vio nacer y a consecuencia de esa falta de
energía y de la filosofía del verlas
venir del Gobierno de Rajoy se lanzó a
la conquista del electorado, sin aclarar
suficientemente su lugar en el espectro político al poner una vela a Dios y
otra al diablo, pero convenciendo a desilusionados e insatisfechos del bipartidismo.
Por otro lado, el creciente
problema catalán y el desencanto por la
política aplicada por Rajoy, débilmente apaciguadora e inocente y la de Sánchez
con un total sometimiento a los dictados del sátrapa catalán de turno, ha dado
lugar a que parte de la población ande buscando en formaciones de tinte nacionalista español, ancladas en la
derecha más arcaica y con alguna
pincelada de fascismo, el remedio para volver a la senda constitucional, sin
caer en la cuenta de que tanto VOX como los partidos en sus antípodas andan juntos en la intención de
desbaratar el Estado Constitucional nacido tras la dictadura.
La política española se ha
convertido en una política de gallos. Gallo doméstico, depredador sexual tipo
“Alfa” en Podemos; gallo narcisista de concurso y exhibición en el PSOE y gallos
de pelea en la derecha, Casado, Rivera y Abascal, tres gallos de pelea de nueva
generación que apenas han conocido y por ello no temen los picotazos del
contrario y que van a por todas, sin ser conscientes del mal que pueden causar
sus peleas o del bien de su entendimiento; jóvenes e inexpertos, poco evolucionados desde esa juventud en la que todo se ve blanco o negro, sin
matices; triunfadores con poco mérito en una sociedad nada exigente y carentes
del raciocinio necesario para buscar
soluciones en la generosidad de la cesión para el entendimiento.
La política española es una
política de gallos y no es esto lo más peligroso sino que el electorado,
decepcionado por la mínima categoría de la clase política tradicional y
frustrado por sus decisiones, está siendo encaminado a emitir su voto más con
el corazón que con la cabeza y eso puede conducir a resultados inesperados y
sorprendentes de los que pudiéramos arrepentirnos.
Del movimiento y trasiego de cesantes sin oficio y desertores desahuciados
con los que se nutren los recién llegados, ya trataré en otra ocasión, cuando finalice
el mercado de invierno.
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