LOS AVIONES Y LA LLUVIA
El día de la “Purísima
Constitución” –valga el calificativo toda vez que el intento de los
secesionistas catalanes no han
conseguido violarla-, lo pasé en mi segundo pueblo y en medio de unas cervezas,
alguien me comentó ante mi sorpresa la “teoría de la lluvia” que los podemitas
locales están trasmitiendo a sus simpatizantes en particular y al pueblo en
general.
Según los podemitas serranos, la
culpa de que no llueva la tienen los aviones: “Porque mire Vd., le decían a mi
interlocutor, la culpa de que no llueva la tienen los aviones, sí, los aviones,
pero no todos, porque hay dos clases de aviones ¿sabe Vd?, los que pasan por
encima del Ardal que van derechos y echan el humo blanco y los otros, que hacen
mucho ruido y pasan por encima del pueblo dando vueltas.” Ante la extrañeza de
mi interlocutor, la podemita, una mujer de en torno a los cuarenta, es decir de
las de la EGB, insistía: ¿Pero Vd. no sabía eso?, que los que echan el humo
blanco son los buenos y los que hacen ruido y dan vueltas son los malos, que
echan cosas para que no haya nubes; pues sí y sabrá Vd. que estos son los del
Gobierno, porque es el Gobierno el que los lleva donde quiere para que no
llueva y aquí como mandan los socialistas el Gobierno no quiere que caiga una
gota”
Este relato surrealista no pasa
de ser anécdota si no fuera porque ese argumento cala entre gente con poca
formación y menos sentido común, que haberla hayla y mucha. Es la gente de la
que se han aprovechado continuamente los políticos de aldea, que haberlos haylos
y muchísimos, contándoles historias que los ignorantes creen a pie juntillas y
que los otros aprovechan para canalizar el voto en uno o en otro sentido.
Cierto es que de los cuentos de los socialistas de aldea la genta ya está
curada porque el descrédito de éstos es notorio y salta a la vista su
transparencia malintencionada, ahora creen en los cuentos podemitas.
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Estos son los aviones "malos" |
Aún recuerdo la imagen de dos de
estos políticos que en plena campaña electoral salieron con una cinta métrica u
un saco de yeso a marcar señales en una carretera maltrecha, en la que no
tenían competencias, pero haciendo creer a la gente que estaban marcando ya por
dónde iba a ir el ensanche. El mensaje llegó a los votantes y colaboró a la
obtención de unos resultados electorales favorables y aunque siguiendo el
refrán de que “antes se coge a un mentiroso que a un cojo”, cuando el pueblo
comenzó a digerir el engaño las elecciones ya habían pasado pero el cebo había dado sus frutos.
Otro caso de intoxicación, cuando
menos para echarse a reír, o a llorar, quién sabe, fue el de otro político de
aldea que dejó caer en un centro de la tercera edad que los autobuses que les
transportaban en los viajes del IMSERSO no estaban obligados a pasar la ITV,
con lo cual el Gobierno pretendía de alguna forma deshacerse de ellos. Los
comentarios y las protestas no se hicieron esperar dando una vez más la imagen
de lo que esta sociedad tiene de nivel cultural, en el caso de los mayores
porque no tuvieron mejores oportunidades y en el caso de los menos mayores
porque las tuvieron y las desaprovecharon.
A la intoxicación de los
políticos de aldea, pueblo o ciudad, se añade ahora la que trasmiten los medios
de comunicación, la televisión sobre todo y las redes sociales. Contra esto sí que la sociedad
tiene menos defensas porque siempre creyó que lo que dice la “caja tonta” es lo
cierto, sin percatarse de que la información es dúctil y maleable y se estira o
encoge a tenor de los intereses de quien la proporciona. Ya con la red llegó el
caos. Al menos con la tele eran un puñado los comprados por la telepolítica o la
telebasura, que vienen a ser lo mismo, pero en la red y amparados en el anonimato son
millones los que se dedican a traer y llevar, a insultar, a intoxicar, a
acosar, a veces cayendo en lo más bajo a
que puede llegar la condición humana y sin que los Gobiernos hagan o puedan
hacer nada por controlar esos desmanes.
Contra todos estos males no hay mejor medicina que la educación y solo
con la educación se podrá crear una sociedad inteligente, responsable y
crítica, que sepa distinguir el grano de la paja y no se deje engañar por
vendedores de humo. Claro que hasta la misma educación está al servicio de los
intereses políticos de determinadas ideologías, sobre todo de aquellas que
pretenden igualar a todos por el mínimo, echando por tierra el estímulo, el
esfuerzo y la competencia hasta conseguir una masa amorfa, incapaz de pensar
por sí misma y manejable a su antojo. Los planes de educación de estos cuarenta
años de democracia, mejor de partitocracia, han ido en ese sentido y ahora nos
encontramos con que hemos creado una sociedad que se cree lo de los aviones que
impiden que llueva o que llega al
extremo de que el libro más vendido en España el pasado año fuera el de las memorias de Belén Esteban “la
princesa del pueblo”. Estamos creando el caldo de cultivo del populismo, que ha
venido para quedarse, porque ha
encontrado en la sociedad española el mejor laboratorio.
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