sábado, 5 de agosto de 2017

YESTE, ¿Y AHORA QUÉ?




 YESTE, ¿Y AHORA QUÉ?


Hace veintitrés años publicaba yo con este título un artículo haciendo balance del devastador incendio de 1994, en el que ardieron catorce mil hectáreas, casi la tercera parte del término municipal. Traslado la pregunta de entonces al momento actual y aunque comparativamente el terreno calcinado haya sido cinco veces menor, el daño en cambio puede ser imprevisible, porque la economía de Yeste se encuentra muy debilitada desde aquel Agosto negro y pronto se verá, como se vio entonces, que los políticos se hicieron la foto y se olvidaron.


Son muchas las preguntas  del porqué de este incendio, que se inició junto a La Parrilla sin que hubiera tormenta eléctrica ni actividad humana en el entorno. Desgraciadamente, la mayoría de los fuegos que han asolado Yeste han sido intencionados, con tan buena suerte para los incendiarios que jamás ha sido descubierto y detenido ninguno. ¿Y las razones?, miles de ellas, desde las venganzas personales, las envidias, las a menudo tensas relaciones con los responsables de la vigilancia, los intereses económicos que en su tiempo pudo haber cuando la madera tenía valor, los otros intereses también económicos de quienes crearon el aparato y el producto para luchar contra el incendio y tienen necesidad de venderlo, los pequeños y localizados fuegos de aviso que cada primavera reclamaban la contratación de personal, pero sobre todo, la presión a la que está sometida una parte de la población serrana que tiene aquí sus raíces e intenta seguir en su tierra saliendo adelante con miles sacrificios e incomodidades. 


En esta parte de la Sierra todo son prohibiciones y dificultades, para utilizar los montes, para disfrutarlos, para explotarlos, para establecer negocios, en definitiva para vivir.  Para cualquier actividad la legislación es tan intensa y restrictiva que poco a poco ha ido limitando las posibilidades de los lugareños. Ya no se permite la explotación de plantas aromáticas ni que el ganado entre en los montes públicos con lo cual éstas, a falta de renovación están disminuyendo cuando no desapareciendo. Las trabas para la caza son cada vez más intensas de modo que los jabalíes, cabras montesas y ciervos asolan las pocas parcelas de huerta que aún quedan, llegando a alimentarse en los mismos contenedores de las Aldeas. Si hablamos de la pesca, el coto de Yeste que en su tiempo fue de los más importantes de la Sierra y atraía durante la temporada a decenas de pescadores murcianos y valencianos, este año ha echado el cierre, porque ya para repoblar tiene que ser a base de truchas de no sé cuántos colores, colas y aletas  y contar con instalaciones tan sofisticadas que encarecen de tal forma la actividad que la hace inviable. Todo  por ese mismo empeño de legislar y regular todos los aspectos de la vida de los pocos pobladores que aún resisten en esta inhóspita tierra. Ese empeño de  poner puertas al campo que tienen como vicio la legión de burócratas y políticos de medio pelo que pululan por las Consejerías y que de alguna forma han de justificar su existencia. El Parque Natural de Los Calares del Mundo y de la Sima no ha venido sino a empeorar la ya calamitosa situación de los pocos valientes que resisten. Pegas y trabas para todo, para hundir, para remozar, para construir, para montar un negocio, para explotar las riquezas de la tierra. Trabas y burocracia unidas tienen un efecto demoledor en el ánimo de la gente y en más de una ocasión se ha oído decir que el Parque iba a arder por los cuatro costados y en ello están, movidos a veces por la misma desesperación.


Del incendio  último poco queda que decir que no se haya dicho. Un minúsculo foco en las mismas narices de la tan cacareada base de Molinicos, que los lugareños hubieran apagado en cuestión de minutos, como siempre lo han venido haciendo, ha terminado con más de tres mil hectáreas calcinadas en un desbarajuste organizativo que llegó hasta producir la destitución del responsable de la extinción. 


Cuando la incompetencia y la soberbia se unen, el desastre está asegurado y eso fue lo que pasó. Despreciaron la experiencia de los nativos y les prohibieron cualquier intervención, hasta que llegó el Ejército, la UME, que aún sufriendo la indiferencia y el menosprecio de quienes dirigían la extinción, dieron ejemplo de profesionalidad y competencia;  reunieron a los lugareños y contaron con su opinión y ayuda para establecer los cortafuegos en los lugares más indicados y hacerse en definitiva con el control del incendio.


¿Por qué se tardó tanto en decretar en nivel dos y llamar a la UME?, ¿Por qué se dudó en decretar el nivel tres que hubiera permitido a la UME hacerse con el control del incendio? Está claro que una decisión de ese tipo no podía tomarla un funcionario o político de tercer nivel y más estando al frente del Ejército la ex presidenta Cospedal. Las equívocas decisiones que se tomaron solo pudieron provenir del primer nivel, de Presidencia. En consecuencia, el gobernante que por un asunto de enfrentamiento político o personal consiente o produce un perjuicio a uno solo de sus gobernados no merece la consideración de estos pero sí la calificación de sinvergüenza, máxime si encima les conmina a que se abstengan de tocarle los atributos.  Mientras el Presidente y su séquito de marisqueros se daban el festín en Peñarrubia, más de una quincena de los valientes que arriesgaban el pellejo en el incendio resultaban intoxicados gravemente  al parecer por ingestión de bocadillos en mal estado. Esto en un país auténticamente democrático sería razón suficiente para presentar la dimisión pero aquí eso de dimitir es cosa de los demás no de uno mismo; con cesar al responsable de la dirección técnica del incendio se da por saldada la ofensa.


Promete Page no sé cuántos millones para Ayuntamientos, limpieza de montes públicos y privados y relanzamiento de la actividad económica en la zona afectada. Bono también prometió dos mil millones de Pesetas en 1994 pero los afectados por el incendio no vieron ni un céntimo. Gran parte de lo prometido se lo llevó la empresa pública Tragsa  en un supuesto acondicionamiento de las infraestructuras afectadas y el resto destinado a reforestación se lo llevaron multitud de empresas creadas ad hoc en las que figuraban allegados a muchos de los responsables técnicos y políticos de la Consejería. A los particulares se les obligó a darse de alta como autónomos, contratar y asegurar al personal necesario y presentar un proyecto de repoblación de acuerdo con la normativa vigente. La segunda opción era dejar todo en manos de estas empresas, que aseguraban  un trabajo de calidad, que no fue así en la mayoría de los casos y a   las que iría a parar el importe total de la ayuda. Al final, lo repoblado por la propia naturaleza o lo subvencionado, como el resto de los montes de propiedad privada se convirtieron en un bosque infranqueable que es un riesgo para todos.


El monte en sí ya no tiene valor económico. La madera no tiene precio y cortar un pino, pelarlo, ajorrarlo y quemar los despojos cuesta tres veces más que lo que se percibe por él. Por esta razón los propietarios privados han abandonado el cuidado de sus montes y aquí es donde los poderes públicos deberían intervenir cogiendo el toro por los cuernos y obligando a hacer o dejar hacer, limpieza, cortafuegos y toda serie de  medidas preventivas, con ayudas, expropiaciones o cualesquiera otros métodos. Con un programa intenso  de prevención y la debida idoneidad y competencia del personal pueden evitarse en el futuro estos desastres.


Dicho todo esto solo me queda dar ánimos a los valientes que aún subsisten en estas sierras pese a las dificultades. Pero ánimo sin sustentarlo en las vacuas promesas de Page, que no sé si llegarán a verse reflejadas y en qué cuantía en los nuevos presupuestos. Ahora Page está en cómo compartir litera con Podemos, los dos quieren estar arriba y Page tiene todo que perder. El fuego de Yeste ya es agua pasada, un ligero calentamiento de cabeza veraniego solucionado con una destitución. 


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