LA “MANIFA” DE LOS
LIBERADOS
Anunciaron a bombo y platillo grandes movilizaciones. Josep
Maria Álvarez (ahora Pepe Álvarez) tenía que estrenar la calle como nuevo líder
ugetista y Fernández Toxo también sentía la necesidad de salir a estirar las
piernas. Ambos hubieran deseado que la maniobra de Pedro Sánchez fuera exitosa,
más que nada por si hubiera caído la breva de devolverles antiguos privilegios
de sindicatos verticales que Mariano Rajoy se encargó de hacerlos desaparecer.
Pero como a falta de pan buenas son tortas, no están Pedro Sánchez, Iglesias y
Garzón, contra los que hubiera sido inoportuno ganar la calle, pero está
Mariano en Moncloa y contra Mariano vale todo, la calle, las redes, los medios
afines etc. etc.
Es curiosa la figura de este nuevo líder del sindicato
socialista. Asturiano de nacimiento, a los diecinueve años marchó a Barcelona a
trabajar a La Maquinista y tan solo había transcurrido un año y ya era secretario
de acción sindical, trampolín que utilizó para ir escalando puestos en el
entramado sindical catalán hasta llegar a la cabeza de UGT. Un año trabajando y
cuarenta viviendo del cuento a sueldo del Estado que es –somos- quién los
mantiene. De llamarse José María pasó a ser Josep Maria y cuando vio que su fe
de charnego converso no generaba simpatías entre sus correligionarios del resto
de España no dudó en volver a españolizarse haciéndose llamar Pepe Álvarez; no
obstante, sea José, Josep o Pepe, siempre se ha manifestado fiel al
catalanismo, al derecho a decidir y a cuántas muestras de profesión de fe se
exigen en Cataluña para ser alguien socialmente aceptable.
Pepe Álvarez, nuevo líder de UGT |
A Pepe Álvarez dice gustarle la calle porque hay que
reconquistar las cuotas de bienestar perdidas en la crisis y hay que velar –y
esto es una novedad- por el mantenimiento de las pensiones –nunca se acordaron
de los pensionistas y mucho menos de los parados después de haberles esquilmado
parte de sus indemnizaciones de los ERE. Para ello defiende la derogación de la
reforma laboral, que por cierto y al igual que en CCOO aplican a rajatabla en
sus despidos, la última y ya bajo el mandato de Álvarez, la Federación de
industria de UGT va a despedir a 110 empleados aplicando las peores condiciones
recogidas en la ley que pretende derogar, 25 días por año con un máximo de 13 mensualidades.
Mientras él sigue cobrando 11.000€ anuales por once reuniones al año del
inoperante Consejo Asesor de Endesa.
Más de lo mismo. El sindicalismo neo vertical no es capaz de
asimilar que es un sindicalismo del siglo XIX porque hasta ahora le ha venido
bien vivir del Presupuesto estatal y del chollo de los cursos de formación y
las comisiones por los ERE. A consecuencia de su inoperancia y del abandono de
los más necesitados, los parados, han ido perdiendo cuota de poder hasta quedar
reducida su representación a no más del 10%
del conjunto de asalariados y dentro de estos un porcentaje muy alto en
el funcionariado. A pesar de ello, los delegados de personal y miembros de
comités de empresas desaparecidas durante la crisis siguen en nómina del Estado
incluidos en la subvención del Ministerio de Empleo y S.S., el al año 2015 un millón de euros para 26.650 sindicalistas
según El País y dos millones y medio de euros para 80.000 sindicalistas despojados
de su condición de representantes según CSIF.
Dos trasnochados del S XIX en plena globalización |
La primera prueba de fuego de Pepe Álvarez, en comandita con
su colega Toxo y la ¿valiosa? aportación de Iglesias, Garzón y la bendición
solemne del resquebrajado PSOE, ha sido un fiasco total. A la “manifa” del día
18 no fueron ni los liberados. 4.000 según la Delegación del Gobierno, 20.000
según ellos. Aun considerando buena su cifra no deja de ser desolador; los
depósitos de banderas debieron quedar casi llenos a falta de liberados que
fueran a recoger la suya, un desastre.
A la izquierda española le duele la reforma laboral, no por
lo que pueda suponer de ventaja o perjuicio para la clase obrera sino porque
con ella pierde el control que de la misma se tenía a través de los convenios y la formación, que los sindicatos
se encargaban de administrar. El
sindicalismo decimonónico español está cegado de gloria y comodidad. La
izquierda también está volviendo a los postulados del siglo XIX y principios
del XX. La involución de ambos queda bien retratada en el escaso poder de
convocatoria de los unos y en el resultado de las urnas de los otros, ellos
verán.
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