Los estudiantes manchegos están
en pie de guerra. De una guerra entre el Rectorado de la Universidad y la
Consejería de Educación,- Universidad versus Junta-, en la que los estudiantes
son como siempre carne de cañón, la fiel infantería de pocas causas propias y
muchas ajenas. El espíritu rebelde de los pocos años, la incapacidad para
apreciar matices entre el blanco y el negro, la facilidad para montarse la
fiesta a costa de lo que sea; todo eso aprovechado hábilmente por quienes por
intereses personales y políticos ven en esta masa de inconformismo la materia
prima para montar la algarada ya sea para protestar por esto, por lo otro, por
aquello o por lo que vendrá.
En la Universidad manchega hay
problemas desde su misma creación, desde que
los criterios políticos se impusieron a los estrictamente académicos. La
Universidad manchega es un pozo sin fondo donde cada vez entra más dinero y
sale menos calidad. Los famosos recortes de Cospedal siguen siendo arma
arrojadiza y el Rector Collado que en su
campaña de reelección daba por buena y muy sólida la situación económica,
amenaza ahora con suprimir becas, dejar de contratar personal docente y
administrativo y reducir el presupuesto para investigación si la Junta no
aumenta hasta 160 millones los 140 que se contemplan en el borrador de los
Presupuestos de 2018. En la otra parte, el portavoz de la Junta Nacho Hernando
pide al Rector que deje de “chantajear y meter miedo” y le pregunta que si es
que tiene algún agujero que no se conozca y le amenaza con una auditoría del
Tribunal de Cuentas.
Habría que preguntar a ese
Tribunal de Cuentas que nos dijera cuánto cuesta sacar un Diplomado en la
Universidad manchega en relación a otras Universidades, históricas o creadas al
amparo de las CCAA. La disgregación territorial de la Universidad de Castilla
La Mancha, dividida en cuatro campus, Albacete, Ciudad Real, Cuenca y Toledo,
con otras dos sedes en Almadén y Talavera y el campus de Guadalajara
dependiente de la Universidad de Alcalá, supone un coste administrativo, de gestión
y mantenimiento así como de personal funcionario, laboral y docente que tenemos
que soportar los castellano manchegos solo porque los caciques políticos de los
años ochenta querían Universidades y Hospitales a la puerta de su casa. Ya no
es solo que haya esta disgregación territorial sino que ahora se impone la académica.
Albacete tiene Medicina y Ciudad Real que es la sede no va a ser menos, también
Medicina. Las antiguas Escuelas de Maestros y Enfermeras ahora convertidas en
Facultades, también una por provincia, Derecho en Albacete y Ciudad Real, otras
con igual cometido pero con nombres distintos repartidas por varios campus etc.
Etc. Todas las sinergias que acarrearía la concentración echadas a perder por
la cortedad de miras y la ambición de los políticos de aldea que caracterizan a
esta Región.
En la Universidad manchega cuesta
más dinero sacar un titulado que en otras Universidades españolas y además con
una producción muy superior en algunas especialidades a la que la sociedad
demanda, por lo que no solo sale cara sino que es una fábrica de parados,
aparte de no figurar apenas en los ranking de calidad entre las Universidades
españolas y europeas. Pero a los estudiantes se les calienta la cabeza con
otras cosas, sobre todo con la amenaza de reducir las becas. Los estudiantes no
indagan en las cuestiones políticas ni en cómo se gasta el presupuesto ni en si
hay más o menos medios dedicados a investigación, ni si el Rector Collado tiene
buenas o malas relaciones con Page y sus socios podemitas. Por suerte, la
participación de los estudiantes en esta guerra política ha sido menos numerosa
de lo esperado, no porque las manifestaciones fueran convocadas por la NNGG o
porque hubiera un frente de jóvenes socialistas defendiendo la política de Page
sino porque a unos y a otros se les empieza a ver el plumero y hay quien ha
elegido la calle y muchos más los que se han quedado estudiando, que es su
oficio.
La ambición de los políticos de
aldea que gobiernan Castilla La Mancha ha llevado a la Región a contar con la formación
universitaria y la sanidad más caras de España. La mayor disgregación
universitaria y la mayor concentración de hospitales conocidos en España,
sirvan o no a los intereses de los castellano manchegos pero sí al de sus
gobernantes. Y mientras tanto, a pagar impuestos, que en Fuensalida saben cómo
darles aire.
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