miércoles, 27 de julio de 2016

NUEVOS TIEMPOS

 

Nuevos tiempos

Los que ya tenemos una edad respetable y hemos vivido la primera  mitad de nuestra vida en la dictadura y la otra mitad en la democracia, llegamos a estar convencidos de haber encontrado el sistema perfecto, el que conforma y satisface a todos. Una Patria, una Bandera y una Constitución, tres pilares fundamentales en los que asentar las garantías de paz, solidaridad, desarrollo, estabilidad, proyección internacional y un futuro al que mirar con confianza.Por desgracia la ambición humana, la soberbia, la envidia y la avaricia, que tanto calado tienen en nuestros genes de españoles, dieron al traste o al menos lo intentan, con todo aquello que con renuncia,  ilusión y esperanza fuimos capaces de crear.

Llegados a este punto, a poco más de 37 años de la promulgación de la Constitución, estamos sorprendidos  de ver que  aquellos que nacieron y  crecieron a la sombra de nuestra obra, ahora la denigran y desechan por caduca, por antigualla. Creamos un sistema para gobernarnos que permitía que dos grandes corrientes ideológicas, al estilo de la gran Europa, centro-derecha y socialdemocracia pudieran turnarse y gobernar la Nación con sus propios matices dentro del status que recomienda o impone la Unión Europea. Fuimos racionales con quienes  defendían la diversidad y generosos en el tratamiento que la Constitución les hace. Hicimos una España al gusto de todos, donde nadie se sintiera extraño, perjudicado u ofendido.

Al cabo de todos estos años ese Estado  ha quedado reducido a pura entelequia. La continua transferencia de  competencias a las CCAA  le ha hecho  adelgazar hasta el punto de que muchas Leyes emanadas de las Cortes Generales  necesitan el veredicto final del Tribunal Constitucional.

Los grandes Partidos, PSOE y PP que han gobernado España a lo largo de estos años y otros como CIU en el ámbito regional,  han creado un sistema clientelar donde la corrupción anida bajo las alfombras de los despachos de Ayuntamientos, Diputaciones, CCAA. Partidos Políticos y del mismo Gobierno.

Aquellas CCAA que más autogobierno acumularon, basado en unos falseados derechos históricos y en la debilidad ocasional de los Gobiernos de PSOE y PP, ya no se conforman con nada y exigen la ruptura del Estado, de la Nación Española que consagra la Constitución, para tomar un camino errático en un mundo cada día más globalizado e interdependiente.

Todo esto ha dado lugar a la situación catastrófica a la que nos enfrentamos, en la que los egoísmos personales hace meses que impiden que tengamos un Gobierno sólido y fuerte –muy necesario en los tiempos que corren- y los fracasos del Estado en los programas educativos y  la mala gestión de la crisis han provocado el nacimiento de movimientos populistas que acarrean tras de sí un importante colectivo de insatisfechos , de gente que huye de los principios morales que dieron vida a la sociedad actual, de personas que encuentran sus líderes  en la telebasura y en los  predicadores populistas.

Estamos al comienzo de otra época, de otros tiempos, donde habrá que buscar la forma de compaginar lo bueno que se hizo y todavía funciona con las nuevas formas e ideas de los que vienen detrás; esto forma parte de la misma evolución humana. No va a ser fácil. En estos días estamos asistiendo a la representación de la más burda farsa, protagonizada por una execrable clase política. Jamás la envidia, los odios y los intereses personales pudieron llegar tan lejos en política. El pueblo apenas se siente representado pero sí  intensamente burlado; puede ser el comienzo del camino hacia el cambio, pero no el cambio sin cambiar nada que proponen los ilusos Sánchez y Rivera  sino al cambio del sistema que pasa por la destrucción del Estado que ahora conocemos, que proponen podemitas, comunistas, independentistas, anarquistas, antisistemas y algún que otro residuo de la sociedad española. Yo confío y espero que el sentido común se imponga y no nos veamos reconociendo como un mal menor esta última vía. Desde luego, algo malo hemos hecho para que aquello que consideramos tan bueno y duradero haya resultado tan efímero.


jueves, 21 de julio de 2016

EL ALCÁZAR NO SE RINDE


VIDEOS

Momento de la voladura el 18 de Septiembre


EL ALCÁZAR NO SE RINDE


Hoy hace ochenta años que mis abuelos, mi madre con 9 años y dos de mis tíos, más pequeños,  se refugiaron en el Alcázar toledano huyendo de la chusma miliciana que había intentado en varias ocasiones asaltar el Cuartel de la Guardia Civil de Bargas,  el cual desvalijaron tan pronto fue abandonado por sus moradores.


De sobra son conocidos los pormenores de la defensa de la fortaleza y es mucho lo que se ha escrito sobre este hecho de armas. Yo voy a  traer a colación la tan manida “memoria histórica” para recordar esos dos meses de sufrimiento, de miedo y de muerte, enfrentados al odio de quienes creyeron que con un fusil en la mano eran dueños de vidas y haciendas y a quienes parapetados tras su cobardía los pusieron en sus manos.


La izquierda de Zapatero, Garzón, Cañamero, Anguita,  Iglesias o la “nueva Pasionaria”, la de hijos sí maridos no, Ana Gabriel,  siguen subiendo a los pedestales a todos los criminales de guerra y genocidas del bando republicano y desterrado a los infiernos  a quienes formaron en el otro bando. Esto, visto en los años de la dictadura podría parecer normal en ellos, pero ahora al cabo de ochenta años del inicio de la guerra civil no parece sino que siguen avergonzados de su derrota; derrota que fue de ellos, de los suyos, porque el ejército republicano cumplió con su misión y luchó con honor.


Estado final en que quedó trás la voladura


En el Alcázar de Toledo se  habían refugiado quinientas mujeres y cincuenta niños, familiares de los defensores de la fortaleza. Poco importó este detalle al Gobierno de Largo Caballero que en su delirio criminal pretendió enterrarlos bajo los escombros ante la presencia de representantes de la prensa internacional. El Gobierno de la República lo intentó todo. Envió fuerzas de artillería ligera y pesada y  unos cuantos miles de milicianos, unos permanentes y otros que bajaban desde Madrid los fines de semana a practicar el deporte de  “matar fascistas” y que a la primera escaramuza en la que caía alguno huían como ratas del escenario bélico.


El Alcázar fue bombardeado desde tierra con artillería pesada y desde el aire en 35 incursiones de la aviación. Fue gaseado con gases de guerra traídos de Francia; incendiado con gasolina a cargo de bomberos de Madrid y al final volado a través de unas minas excavadas por mineros asturianos traídos al efecto. Ninguna de estas barbaridades fue capaz de doblegarlos. Los milicianos morían como chinches a manos de los experimentados miembros de la Guardia Civil bien parapetados entre las ruinas; de hecho y visto el estado final del edificio sorprende que de los aproximadamente 1.300 defensores solo hubo 70 bajas entre muertos y desaparecidos y unos 400 heridos. Los muertos entre los atacantes se contaron por cientos y recuerdo que contaba mi abuela que al salir a la Plaza de Zocodover tras la liberación, iban caminando entre cadáveres de milicianos.

Un grupo de defensores entre los que pudiera estar mi abuelo
 

El genocida y  criminal de guerra Largo Caballero llegó hasta el extremo de convocar Consejo de Ministros para decidir volar el Alcázar aún a sabiendas del contingente de mujeres y niños que allí se encontraban;  pero no conforme con ello invitó a la voladura, que se produjo a las  6,30 de la mañana del 18 de Septiembre, a una nutrida representación de periodistas internacionales para que presenciaran como se cometía el que pudo haber sido el mayor de los crímenes de la contienda.


Los herederos de la izquierda derrotada siguen manteniendo la leyenda de Guernica cuando el precedente de bombardeo de civiles, mujeres y niños, lo estableció “la gloriosa” como así llamaban a la aviación republicana, bombardeando el Alcázar en 35 ocasiones y que después  se cubriera de gloria ametrallando en el agua a los marineros del hundido crucero Baleares. En Guernica no hubo ametrallamientos a los que huían de la ciudad porque solo fueron tres incursiones de bombarderos, que destruyeron unos cincuenta edificios y fallecieron 126 personas.


El asalto al Alcázar toledano fue un desastre para los atacantes y una vergüenza para el Gobierno Republicano. Se utilizaron gases de guerra y cisternas de gasolina y se convocó a la prensa mundial para ver cómo mediante la voladura se enterraban entre escombros a 500 mujeres y 50 niños, dos de ellos nacidos durante el asedio. Que venga luego la moderna rojería hablando de genocidios y crímenes de guerra, pues que reparen en este episodio de la guerra civil española, aquí tienen donde documentarse.

lunes, 18 de julio de 2016

LA GUERRA QUE PERDIMOS TODOS





LA GUERRA QUE PERDIMOS TODOS



Escribo esto cuando se cumplen ochenta años del alzamiento militar en defensa de la República. Dos años antes los socialistas se habían  levantado contra ella y proclamado Repúblicas Socialistas en diversas poblaciones asturianas. Son dos situaciones distintas a las que los años y la propaganda de la izquierda han intentado dar la vuelta e intentan vendernos la idea de que lo de Asturias fue un movimiento obrero revolucionario justificado y necesario mientras el levantamiento militar lo achacan a la derecha monárquica y católica. 


Lo de Asturias fue una revolución socialista contra el Gobierno de la República legalmente constituido pero también contra la República misma, que aprovecharon para sustituir por Repúblicas Socialistas en los lugares en que se hicieron fuertes, Mieres, Sama de Langreo o Gijón. La semilla revolucionaria encontró en Cataluña la excusa perfecta para proclamar  la independencia, cosa que hizo el Presidente Lluis Companys en la noche de 7 de Octubre proclamando el nacimiento  del Estado Catalán, “dentro de la República Federal Española”. Por el contrario, la sublevación militar de Julio de 1936 se hizo en defensa de la República y contra los desmanes y tropelías del Frente Popular –continuación del movimiento revolucionario de 1934- consentidos cuando no fomentados por el Gobierno republicano de Manuel Azaña, constituido ilegalmente al haberse formado antes  de la celebración de la segunda vuelta electoral. La guerra civil la comenzaron los socialistas con su revolución de Octubre; lo demás fue sobrevenido.



Han pasado ochenta años del segundo golpe, ochenta y dos del primero. Las dos corrientes políticas que dominaban Europa, fascismo y comunismo,  dieron en encontrarse y medir sus fuerzas en España. La amenaza de crear una República comunista que se venía gestando desde el primer golpe en Asturias y casi materializando con el Frente popular, hizo que se removieran los cimientos de la derecha monárquica, clerical y caciquil y también de la derecha republicana  que trasladaron su inquietud al estamento militar y lo convencieron.

Al cabo de ochenta años las heridas siguen vivas, no porque siempre lo estuvieran sino porque alguien se encargó de reabrirlas. El fin de la dictadura dio como uno de sus primeros frutos la Ley de Amnistía de 1977. Ese fue el comienzo del entendimiento basado en el perdón y en el olvido. Desde esas fechas hasta la llegada al poder de una nueva generación de socialistas, no comprometidos con los postulados de sus antecesores, encabezada por la persona que más daño hizo a España en menos tiempo, Zapatero, la guerra era algo pasado, algo para recordar,  aprender y no repetir. Zapatero se empeñó en abrir las heridas con la mejor de las armas para refrescar la memoria, el dinero. Con dinero compró voluntades y abrió tumbas. Hizo la división entre buenos y malos y con ello hasta de las fosas comunes que recibieron distinto tratamiento  dependiendo de a quienes albergaran.


Esa izquierda revanchista patrocinada por Zapatero es la que olvidó la Ley de Amnistía y los principios en los que se asentaba y trata de invertir la realidad interpretando y retorciendo torticeramente la historia. Hablar de vencedores y vencidos al cabo de ochenta años es más de locos que de cuerdos, más de oportunistas que de sensatos pero curiosamente nadie sale a defender a los que creyeron ganar la guerra y en cambio toda la izquierda sale en defensa de los creyeron perderla. 



En las guerras siempre se pierde. Cuando son de una nación contra otra una sale victoriosa aunque a veces con una amarga victoria –España derrotó a los ejércitos de Napoleón pero estos dejaron al país arrasado-. En una guerra entre hermanos todos pierden. Habrá un bando que al final se alce con la victoria pero unos y otro habrán dejado muertos en las trincheras y los  campos y los muertos no son ni rojos ni azules, son personas que lucharon y murieron dejando un gran vacío en sus familias y ninguna madre lloró a su hijo más o menos según en el bando donde combatía. De nada sirve el odio y el resentimiento que perseveran en el alma de la izquierda; esta fue una guerra que perdimos todos.


El día 21 hará ochenta años que mi madre, con nueve años, corrió a refugiarse en el Alcázar de Toledo después de ver como los milicianos habían asaltado y saqueado el Cuartel de la Guardia Civil en Bargas. Una niña de nueve años con otros dos hermanos más pequeños que estuvieron a punto de perecer a manos de los genocidas que ahora son ensalzados. Otro día trataré de ello.