Nuevos tiempos
Los que ya tenemos una edad respetable y hemos vivido la
primera mitad de nuestra vida en la dictadura y la otra mitad en la
democracia, llegamos a estar convencidos de haber encontrado el sistema
perfecto, el que conforma y satisface a todos. Una Patria, una Bandera y
una Constitución, tres pilares fundamentales en los que asentar las
garantías de paz, solidaridad, desarrollo, estabilidad, proyección
internacional y un futuro al que mirar con confianza.Por desgracia la ambición humana, la soberbia, la envidia y la
avaricia, que tanto calado tienen en nuestros genes de españoles, dieron
al traste o al menos lo intentan, con todo aquello que con renuncia,
ilusión y esperanza fuimos capaces de crear.
Llegados a este punto, a poco más de 37 años de la promulgación de la
Constitución, estamos sorprendidos de ver que aquellos que nacieron
y crecieron a la sombra de nuestra obra, ahora la denigran y desechan
por caduca, por antigualla. Creamos un sistema para gobernarnos que
permitía que dos grandes corrientes ideológicas, al estilo de la gran
Europa, centro-derecha y socialdemocracia pudieran turnarse y gobernar
la Nación con sus propios matices dentro del status que recomienda o
impone la Unión Europea. Fuimos racionales con quienes defendían la
diversidad y generosos en el tratamiento que la Constitución les hace.
Hicimos una España al gusto de todos, donde nadie se sintiera extraño,
perjudicado u ofendido.
Al cabo de todos estos años ese Estado ha quedado reducido a pura
entelequia. La continua transferencia de competencias a las CCAA le ha
hecho adelgazar hasta el punto de que muchas Leyes emanadas de las
Cortes Generales necesitan el veredicto final del Tribunal
Constitucional.
Los grandes Partidos, PSOE y PP que han gobernado España a lo largo
de estos años y otros como CIU en el ámbito regional, han creado un
sistema clientelar donde la corrupción anida bajo las alfombras de los
despachos de Ayuntamientos, Diputaciones, CCAA. Partidos Políticos y del
mismo Gobierno.
Aquellas CCAA que más autogobierno acumularon, basado en unos
falseados derechos históricos y en la debilidad ocasional de los
Gobiernos de PSOE y PP, ya no se conforman con nada y exigen la ruptura
del Estado, de la Nación Española que consagra la Constitución, para
tomar un camino errático en un mundo cada día más globalizado e
interdependiente.
Todo esto ha dado lugar a la situación catastrófica a la que nos
enfrentamos, en la que los egoísmos personales hace meses que impiden
que tengamos un Gobierno sólido y fuerte –muy necesario en los tiempos
que corren- y los fracasos del Estado en los programas educativos y la
mala gestión de la crisis han provocado el nacimiento de movimientos
populistas que acarrean tras de sí un importante colectivo de
insatisfechos , de gente que huye de los principios morales que dieron
vida a la sociedad actual, de personas que encuentran sus líderes en la
telebasura y en los predicadores populistas.
Estamos al comienzo de otra época, de otros tiempos, donde habrá que
buscar la forma de compaginar lo bueno que se hizo y todavía funciona
con las nuevas formas e ideas de los que vienen detrás; esto forma parte
de la misma evolución humana. No va a ser fácil. En estos días estamos
asistiendo a la representación de la más burda farsa, protagonizada por
una execrable clase política. Jamás la envidia, los odios y los
intereses personales pudieron llegar tan lejos en política. El pueblo
apenas se siente representado pero sí intensamente burlado; puede ser
el comienzo del camino hacia el cambio, pero no el cambio sin cambiar
nada que proponen los ilusos Sánchez y Rivera sino al cambio del
sistema que pasa por la destrucción del Estado que ahora conocemos, que
proponen podemitas, comunistas, independentistas, anarquistas,
antisistemas y algún que otro residuo de la sociedad española. Yo confío
y espero que el sentido común se imponga y no nos veamos reconociendo
como un mal menor esta última vía. Desde luego, algo malo hemos hecho
para que aquello que consideramos tan bueno y duradero haya resultado
tan efímero.