viernes, 10 de julio de 2009


HISTORIAS DE LOS TORCADES: 3.- LA CONTIENDA DEL RIO VERDE (JÚCAR)


La trágica muerte del Caudillo Lerdicio convulsionó la pacífica vida del pueblo Torcade. Unos años antes habían fallecido los dos hijos varones mayores, habidos con la primera esposa Helinda.
El mayor, Saltorio, marchó a una cacería invitado por el caudillo oretano Antagesio en los alrededores de la montaña sagrada Almenara, en lo que hoy se denomina la Sierra de Alcaráz. Tenía veinte años, era fuerte, inteligente y audaz. Desde pequeño había salido de caza con su padre y conocía todos los secretos de la misma.
En una batida de jabalíes se adentró, siguiendo a su perro, en la “cueva de la mala entrada”. Pasadas unas horas y viendo que no salía, entraron a buscarle hallando parte de su cuerpo y el de su perro devorados por un enorme oso que dormitaba satisfecho y al que dieron muerte en el instante. Fue enterrado allí mismo, al pie de la cueva y las exequias duraron varios días, asistiendo a ellas todos los jefes de los poblados vecinos. Posteriormente se colocó un gran monolito ante su tumba que ordenó levantar su padre.
El segundo hijo Elicio también sufrió un trágico desenlace en otra cacería. Los jabalíes destrozaban por la noche los pocos cultivos de que disponían en la ladera sur de las torcas. Una noche de luna llena se juntaron unos cuántos jóvenes y les hicieron una espera. No tardaron en aparecer los marranos y empezó una brutal persecución de hombres y perros que los dejaron diezmados.
Elicio y otro compañero suyo perseguían un jabalí que corría monte arriba en dirección a las torcas. Se encaminó el marrano por una pequeña hoz sin salida que conduce directamente a la torca grande, donde una gran roca que sobresale como medio metro del suelo, oculta de la luna en una zona de sombra, sirve de parapeto (lo que siempre se ha conocido como “el balcón”) En su estrepitosa huída el jabalí se precipitó al vacío seguido desafortunadamente por sus dos perseguidores. Fueron enterrados en la torca a pesar de la oposición de su padre que conservaba maL recuerdo desde el entierro de Jabalón.
El tercer hijo de Lerdicio y Helinda, Esclerotex, fue elegido a los dieciocho años jefe del pueblo Torcade por el consejo de ancianos en trágicas circunstancias. Su padre Lerdicio yacía sepultado en vida bajo un enorme menhir entre las dos torcas, sin posibilidad humana de ser rescatado.
Esclerotex era de complexión débil. Padecía frecuentemente de reumas que menguaban sustancialmente su movilidad. Consciente de su debilidad física siempre rehuía las manifestaciones de fuerza como la caza y preso de una profunda melancolía se refugió, como hiciera su padre, en el estudio y observación de los astros y dejó los asuntos de gobierno en manos de su madre Helinda y su esposa Suintra, hija menor del caudillo de los Hortelenios, Horítemo; única mujer con la que yació y de la que tuvo un solo hijo que le sucedería a muy temprana edad, Ustorgio.
Esclerotex fue perdiendo movilidad y sus músculos agarrotados le postraron en el lecho falleciendo apenas cumplidos los cuarenta años.
A la muerte de Esclerotex, las otras dieciséis mujeres de su padre Lerdicio, algunas de ellas con hijos de parecida edad, conspiraron para impedir la elección de Ustorgio, apoyadas por algunos de los los jefes de sus respectivos poblados de origen. Estas eran: Trípana, hija de Hornulio, caudillo de los Puteones; Tolonia, hija de Humedeo, jefe de los Riolas; Uséfora, hija de Urreón, jefe de los Júrculos; Levigia, hija de Virgonio, jefe de los Santanos; Ortonia, hija de Horítemo, caudillo de los Hortelenios; Putrecia, hija de Saltorio, jefe de los Pantanotes; Eurepa, hija de Sérbulo, jefe de los Cañátulos; Marselia, hija de Genarex, jefe de los Térbulos; Capraia, hija de Antagraz, jefe de los Talayotes; Semanda, hija de Temifesto, jefe de los Testerones; Nerunda, hija de Orlonio, caudillo de los Harones; Silvela, hija de Bonifax, jefe de los Minaios; Polvania, hija de Barraigón, caudillo de los Barrátulos; Rusela, hija de Serpicio, jefe de los Munérulos; Cloranta, hija de Bacín, caudillo de los Tocones; Salvinia, hija de Gertrote, jefe de los Gentucios.
Frente a ellas, Elinda, primera esposa de Lerdicio y madre de Esclerotex, hija del poderoso caudillo de los Rodenos, Argucio.
Gracias al apoyo de su abuela paterna Helinda y de su abuelo materno Horítemo consiguió Ustorgio del Consejo de Ancianos ser elegido jefe de los Torcades frente a su primo Venildo al que apoyaban las otras mujeres de Lerdicio.
Ustorgio fue elegido jefe de los Torcades a la temprana edad de catorce años. Su madre Suintra y su abuela Helinda habían gobernado a la sombra de Esclerotex y su elección causó malestar en otros poblados vecinos, aquellos a los que Lerdicio se había ganado con su política matrimonial.
A diferencia de su padre, era de complexión fuerte y su robustez y altura le hacían representar más edad de la que tenía. Desde muy corta edad había acudido a las cacerías acompañando a los hombres del poblado y conocía muy bien el monte así como los animales y sus costumbres. A los doce años ya había matado un jabalí habiendo sido premiado por sus acompañantes con la primera experiencia sexual con una mujer ya madura, esposa de uno de ellos.
Una vez conseguido el poder olvidó Ustorgio las afrentas recibidas de sus parientes para no enemistarse con los poblados vecinos aunque en algunos casos no lo consiguiera. Centró su interés en recuperar el esplendor de la época de su abuelo Lerdicio y su bisabuelo Jabalón.
Consciente de que sus vecinos eran en su mayoría agricultores, pastores y cazadores pero no guerreros, puso en práctica una idea que ya le rondara desde niño, convertir en guerreros a muchos de los jóvenes Torcades, buenos y experimentados cazadores y formar un pequeño ejército que le otorgara la supremacía sobre sus vecinos.
Su ejército mercenario protegía a las aldeas de sus enemigos o las alimañas a cambio de unos impuestos en especie que se cobraban anualmente. En unas ocasiones arbitraba en los conflictos fronterizos, en otras sometía a algunos poblados levantiscos o ayudaba en las cacerías de alimañas que destrozaban los cultivos y mataban el ganado; de todo un poco pero siempre dejando claro donde estaba el poder y la fuerza.
Creó dos nuevos asentamientos Torcades junto a los pozos situados en los montes próximos hacia el saliente. (hoy conocidos por “La Hoz” y “La Olivilla”) Extendió su territorio hasta el Río Verde sometiendo a los Riolas y quedando dueño de la ribera desde los Hortelenios hasta los Júrculos y exigió vasallaje a todos los poblados colindantes, incluyendo en el impuesto anual un número determinado de mujeres jóvenes ante la escasez de éstas entre los Torcades por un crecimiento exagerado del nacimiento de varones.
Tuvo varias esposas siendo la primera Melunda, nieta del caudillo de los Riolas, Humedeo, que la ofreció a Ustorgio como parte del botín tras la conquista del poblado, sellando al tiempo una alianza que hábilmente tejió Ustorgio al mantener a Humedeo como caudillo de su pueblo a condición de prestarle vasallaje.
Conforme fue afianzando su autoridad, hecha la paz con algunos y sometidos algunos otros, apenas quedaban entre sus vecinos quienes estuvieran dispuestos a plantarle cara. Esto hizo que disminuyera la tensión y las ganas de guerrear permitiendo a Ustorgio dedicar más tiempo a las cosas domésticas como atender asuntos de sus numerosas mujeres y de sus no menos numerosos hijos, sin abandonar las tareas de gobierno, aunque todo esto junto no consumiera más de la mitad de su tiempo. El resto lo dedicaba a sus actividades favoritas, comer, beber, cazar y fornicar en prolongadas orgías, tanto en su territorio como en el de sus vecinos llegando a cobrar fama de fanfarrón así como de voraz e insaciable. Comía de todo y en abundancia, más bien con exageración y lo mismo bebía. Entre sus favoritos estaban el ciervo, el jabalí, el conejo y algunas aves. Como bebida consumía grandes cantidades de vino y de una bebida hecha a base de cereales parecida a la cerveza.
El año que hizo veinte de sus elección y bien avanzado el verano, envió a sus hombres a recorrer los poblados en los que había que cobrar tributos, acompañados de numerosas bestias que deberían volver cargadas de cereal y unos poco perros para ayudar al traslado de cabras, ovejas y cerdos.
Cuando sus hombres comenzaron a recorrer el río ya se oyeron los primeros lamentos de Hortemio, jefe de los Hortelenios, quejándose de la mala cosecha habida ese año lo que les forzaba a no desprenderse de demasiados animales que les habrían de servir de sustento en el largo invierno. Igualmente se lamentaba Humedeo, caudillo de los Riolas y primer suegro de Ustorgio.
Enterado Ustorgio de las dificultades que estaban teniendo sus recaudadores, se decidió él mismo a visitarlos acompañado esta vez de numerosos guerreros y con la intención de hacerles recordar sus compromisos.
Negoció una rebaja para ese año haciéndoles jurar que tal rebaja sería aumentada en los tributos del año siguiente.
Corrió la noticia de la rebaja encubierta de Ustorgio y llegado a oídos de Urreón, jefe de los Júrculos, pensó éste que tal actitud en Ustorgio era un signo de la debilidad del mismo por lo que planeó junto con su vecino Virgonio, jefe de los Santanos, negarle el pago de los tributos, a sabiendas de que tal negativa conduciría inexcusablemente a la guerra entre ambos.
Mientras Ustorgio disfrutaba en el poblado Riola de una de sus acostumbradas orgías, los recaudadores comandados por su hijo mayor, Sefronio, se adelantaron hasta el poblado de los Júrculos donde nada más llegar fueron hechos prisioneros.
Conducidos a presencia de Urreón y de su aliado accidental Virgonio, se les comunicó que uno de ellos iría a comunicar a Ustorgio la noticia y la promesa de liberar a los prisioneros a cambio de retirarse de sus territorios y renunciar al pago de tributos.
Oído que fue el ultimátum, el caudillo Torcade montó en cólera y envió a su hombre de confianza Bautistonio a reclutar cuántos guerreros pudiera para ajustar cuentas a los levantiscos Júrculos y Santanos.
Consiguió reunir un grupo numeroso de guerreros y con ellos se dispuso a cercar a los Júrculos hasta conseguir su claudicación. El poblado, situado en una ladera orientada al mediodía y con el río por medio no ofrecía demasiadas dificultades, así que acampó con sus guerreros en lo alto del cerro profiriendo un ensordecedor griterío y haciendo sonar los tambores para hacer creer que eran mucho más numerosos.
Los Júrculos, poco acostumbrados a estas lides pues eran un pueblo de labradores y pastores fueron presos de pánico y a punto estuvieron de huir río abajo abandonando todas sus posesiones. Cuando Urreón palpó el escaso arrojo de sus gentes intuyó que una victoria de Ustorgio podría ir acompañada de una traición de Virgonio por lo que convocó al Consejo de Ancianos y al brujo Calamitax el cual elaboró un plan que aún levantando muchas dudas fue aprobado por todos. El plan consistía en lo siguiente: Sabiendo la inferioridad de sus fuerzas frente a los entrenados guerreros Torcades sería un desastre entrar en batalla, dejando esta opción para cuando ya no hubiera otra posibilidad. Conociendo también lo bravucón y fanfarrón que era Ustorgio pensaron retarle personalmente a un combate con Urreón, confiando en que la corpulencia de éste como su descomunal fuerza y la corta diferencia de edad con su rival inclinara la suerte a su favor.
La propuesta que hicieran a Ustorgio consistía en una competición que duraría quince días, al cabo de los cuales saldría vencedor el que hubiera cazado y llevado hasta el poblado el ciervo con mayor número de puntas y además hubiera comido más carne y bebido más vino. Si el ganador era Ustorgio los Júrculos le devolverían a su hijo y pagarían los tributos del año. Si por el contrario ganaba Urreón los Torcades debían retirarse renunciando al cobro del tributo además de pagar un rescate por Sefronio.
El brujo fue también el encargado de la negociación. Cuando llegó a las líneas enemigas pidió hablar con Ustorgio y le expuso el plan no sin antes deshacerle en alabanzas de su fortaleza y poderío.
Tan ridículo y fácil pareció a Ustorgio el plan de Calamitax que en medio de grandes carcajadas propuso al brujo añadir una prueba más que consistía en copular el mayor número de veces con mujeres, esclavas o libres, de Júrculos y Santanos.
Volvió el brujo a su poblado y comentó la propuesta de Ustorgio, que fue aceptada al momento con lo cual el brujo hizo la señal convenida, una gran hoguera humeante de ramas verdes. A la vista de la señal los dos contrincantes se trasladarían a los terrenos de caza acompañado cada uno por dos guerreros del contrario para dar fe de la caza y evitar trucos y engaños. Mientras tanto en las afueras del poblado junto al río se prepararon sendos hornillos para asar la carne y llevaron numerosas vasijas con vino y otras bebidas. Un poco retirada de los hornillos se construyó una gran choza de ramas donde tendría lugar la prueba con esclavas. Al tiempo algunos cazadores se internaron en los terrenos de caza de los Santanos para proveer de carne a los dos competidores. El jefe de los Santanos observaba divertido el montaje a la vez que contrariado viendo que no iba a sacar tan buen partido como tenía planeado.
Al atardecer del primer día apareció Ustorgio con un ciervo de dieciséis puntas, arrastrado sobre unas improvisadas parihuelas por los dos guerreros. Ya bien entrada la noche llegó Urreón con otro ciervo, este con catorce puntas. Al conocerse l a noticia cundió la alarma en el temeroso poblado.
Al día siguiente, después de haber pasado la noche en la choza con las esclavas en un forzado empate, se sentó cada uno junto a su hornillo, a unos cincuenta pasos de distancia entre uno y otro, que les permitía observarse sin dirigirse la palabra aunque sí algunos gestos retadores. Cada uno estaba acompañado por dos guerreros propios y dos contrarios, los primeros para ayudar y vigilar los movimientos del rival y los segundos para tomar nota de lo consumido y de lo conseguido en la choza.
Hartos de comer y prácticamente igualados quedaban tendidos en el suelo dando unos ronquidos que espantaban hasta los pájaros. Cuando uno se levantaba y desperezándose se dirigía a la choza, los guerreros contrarios despertaban precipitadamente a su jefe para que no perdiera comba.
Así un día y otro; capones, conejos, perdices, jabatos, ciervos, cebollas y tortas de cereales, todo ello acompañado de ingentes cantidades de vino y algo parecido a la cerveza. Los guerreros tomaban nota de cada uno de los animales consumidos así como de su peso antes de ser asados; también de las vasijas vaciadas. Los comensales no se perdían de vista, ni comiendo ni en la choza donde cada uno intentaba superar al otro en número de cópulas Hasta quedar exhaustos.
El día decimotercero, después de haber consumido ya cada uno alrededor de un centenar de piezas y seis arrobas de vino, entraron en la choza y de nuevo intentaron superarse uno a otro en sus actuaciones. En ello estaban cuando Ustorgio, yendo ya por la octava vez, cayó de bruces inconsciente sobre la esclava Tinea. Sus ayudantes corrieron presto a socorrerle arrojándole agua y dándole golpes para reanimarle pero no hubo forma; Ustorgio estaba en coma y tardaría cuatro días en despertar.
Corrió la noticia como la pólvora por el poblado Júrculo que se apiñó cerca de su jefe sin sobrepasar la distancia permitida. Los Santanos congregados expectantes con su jefe al frente, que aceptó a regañadientes la noticia y por más que el ambiente de fiesta le rodeara su entrecejo no ocultaba su profunda decepción; porque el triunfo de Urreón sobre Ustorgio podía cambiar el equilibrio de poder en la zona en perjuicio suyo y de su pueblo.
La contienda tenía que durar quince días y Urreón, receloso de que su oponente despertara en cualquier momento con voraz apetito y vigorosidad, no dejó de comer y beber y visitar la choza, aunque ya con algo menos de entusiasmo. Al final del decimoquinto día Urreón salió de la choza blandiendo su espada con los brazos en alto y gritando de satisfacción. Su pueblo coreaba sus gritos mientras que entre los Torcades cundía el pánico por el estado físico de Ustorgio, la situación de su hijo y el temor al rescate que exigiera Urreón.
El día decimoséptimo despertó Ustorgio sobresaltado. Recorrió con la mirada la choza donde ya no quedaba nadie a excepción de sus dos guerreros y el brujo Calamitax que le había cubierto el cuerpo con apósitos y le hacia tomar un brebaje hechos ambos con hierbas silvestres. Preguntó a sus guerreros que había pasado y dónde estaban Urreón y las mujeres. Cuando oyó lo que le contaban montó en cólera y echando improperios agarró su falcata y a punto estuvo de clavársela en el vientre de no haber sido por la pericia de sus guerreros que se avalanzaron sobre él y le contuvieron.
.Fue Calamitax a comunicar la buena nueva a Urreón y al poco bajó éste acompañado del Consejo de Ancianos. Sentados en el suelo de la choza rodeando a Ustorgio, el anciano de más edad Dartecio habló pausadamente y con voz temblorosa le comunicó la decisión adoptada por todos ellos. Los guerreros Torcades tendrían que abandonar las tierras del río y volver a sus poblados del monte. Ustorgio y su hijo permanecerían en el poblado Júrculo hasta que los Torcades cumplieran con el pago del rescate, que consistía en cincuenta cargas de cereal, cien pellejos de vino, cuarenta ovejas, treinta cabras y diez caballos.
Tales exigencias cayeron a Ustorgio como si de un rayo se tratara. El pago del rescate pronosticaba un duro invierno para su pueblo pero lo que su orgullo no podía consentir era que sus guerreros volvieran a su tierra quedando él preso de su enemigo. Ustorgio trasmitió su pesar y disconformidad a los Júrculos. Les hizo ver que él nunca aceptaría ese estado y se daría muerte antes de verse cautivo, amenazando con que su muerte les acarrearía desgracias pues sus guerreros arrasarían el poblado, pasarían a cuchillo a todos los varones y llevarían a las mujeres como esclavas. A cambio ofreció dejar a su hijo y treinta guerreros como prisioneros hasta que les hiciera llegar el rescate exigido, que pensaba reunir en poco tiempo exigiendo un tributo especial a los poblados vecinos, por él sometidos o controlados.
Aceptaron los Júrculos y Ustorgio marchó con parte de sus guerreros, profundamente avergonzado de sí mismo por haber sido tan incauto y con la idea de venganza rondando por su cabeza. No tardó mucho en reunir todo lo exigido por los Júrculos. Lo mandó entregar y traer de vuelta a su hijo y los otros guerreros cautivos.
Llegó el invierno y la escasez de alimentos empezó a notarse aunque no llegara a ser preocupante. Ustorgio cambió su genio, se volvió hosco, esquivo y severo, violento y despiadado. Solo pensaba en vengar la humillación que le hicieran Júrculos y Santanos. Para la llegada del verano ya había duplicado el número de guerreros y les sometía a un feroz y bárbaro entrenamiento ...

Y así finalizó la primera contienda con los Júrculos, que pudo haberse ganado sin esfuerzo por los guerreros Torcades y en cambio se perdió por la bravuconería de Ustorgio que no valoró sino despreció las posibilidades de sus enemigos, algo que en un enfrentamiento nunca debe hacerse.

Paco del Hoyo, "6 Flores" nº 16, Diciembre 2008, "Relatos sisanteños"

EUROPA , LOS POLÍTICOS Y LA ABSTENCIÓN

Esto que escribo pasadas las elecciones europeas bien lo pudiera haber hecho antes porque el voto mayoritario, en este caso la abstención, ya se preveía y los pronósticos no han fallado. No es el caso de Sisante donde el porcentaje de votantes ha superado el 60%.
Está claro que a mayor interés del electorado mayor participación y lo mismo ocurre al contrario.
Hay varias razones por las que el electorado se abstiene; una puede ser la falta de interés sobre el significado y contenido de algunas elecciones. Otra puede ser por un exceso de confianza a priori en unos resultados predecibles.
Cuando los electores no se sienten motivados se quedan en casa y cuando sospechan de unos resultados ya asegurados hacen lo mismo.
El ejemplo de lo primero ya lo tenemos en las elecciones europeas. Como ejemplo de lo segundo, el caso de muchos electores andaluces o extremeños que no acuden a las urnas, unos porque se saben ya perdedores y otros porque tienen segura la victoria, Solo donde hay posibilidades de cambio se encienden los ánimos o las alarmas y se participa masivamente.
Pero ¿Cuál es la principal causa que motiva la abstención? Seguramente la desmotivación de los votantes viene dada principalmente por la desconfianza en la clase política.
¿Y por qué desconfía la gente en la clase política? Por varias razones, por ejemplo:
La clase política se ha hecho profesional. La incursión temporal en el mundo de la política es cada vez más escasa. Ahora los políticos son profesionales; viven de la política, desde los niveles locales hasta los supranacionales. Es curioso el diálogo de dos mujeres andaluzas: “mi marido trabaja en el paro, ¡ah, pues el mío está en eso de la política!”.
¿Y qué es lo que ocurre cuando el político es profesional?, Pues que lo más importante para él es mantener el puesto y el sueldo. La gestión política queda subordinada al interés personal en perjuicio del interés público o general. Valga como ejemplo el Presidente Zapatero, cuyo único trabajo remunerado a lo largo de su vida ha sido el de político.
La clase política se está volviendo egocéntrica, aborregada e inútil, Con mirarse el ombligo y decir “si” a todo se complace a sí misma. Para colmo de males está muy bien pagada y poco controlada y el absentismo roza la desvergüenza.
Lo más importante para el político es mantener el voto y si hay que pagarlo se paga; véase el PER en Andalucía, el derroche de dinero de los viajes del INSERSO o la picaresca de una alcaldesa de la sierra albacetense regalando a las mujeres canutos de hilo.
La publicación de algún listado con los haberes que perciben los políticos de primera línea, en un país con casi cinco millones de parados, nos ha permitido conocer hasta que punto la poca vergüenza y el desprecio a los ciudadanos se ha instalado entre ellos, sea cualquiera su nivel porque ya el sueldo de un alcalde casi de aldea o el de un simple diputado provincial dan para vivir holgadamente.
Pero volvamos a la primera de las razones expuestas, la falta de interés de los ciudadanos en unas elecciones cuyo significado y contenido ignoran, como es el caso de las europeas.
¿Después de casi treinta años de nuestro bautizo como europeos de derecho, tiene el electorado español una idea clara de lo que es y supone Europa?, ¿conocen cómo se gobierna y cómo se gestionan los recursos comunitarios?, ¿saben qué es el Parlamento Europeo y cómo funciona?, y lo más importante, ¿saben cómo les afecta cualquiera de las decisiones que allí se tomen?
No, no saben absolutamente nada. Se nos ha vendido Europa como la lámpara mágica a la que todo se le pide y todo lo concede. Nos hacen ver a través de los miles de carteles desplegados por toda la geografía lo que Europa nos da pero no lo que nos cuesta ni lo que nos quita. Nos obligan a arrancar viñas para que otros países las planten; nos obligan a dejar los campos yermos mientras tenemos que importar los cereales básicos. Nos obligan a arrancar los olivos a favor de los italianos, que encima controlan la industria de envasado y distribución, Nos pagan por eliminar nuestra cabaña ganadera etc. etc. ; pero todo esto no nos lo dicen. Tampoco nos han dicho que en Europa estamos condenados a ser únicamente un país de servicios y que nuestra industria se encuentra en franco retroceso y controlada por capitales extranjeros.
La Unión Europea no va a hacer nada para que salgamos de la crisis. Allá cada cual, que se apañe como pueda. No hay una política común sino una guerra de intereses en la que priman los de los grandes con Alemania al frente. Hasta ahora hemos estado en el grupo de los que recibían pero de aquí en adelante estaremos en el de los que pagan, en plena crisis y con un porcentaje de paro de más del doble de la media de la Unión. Pagamos hasta las nóminas de miles de emigrantes comunitarios del Este, que una vez cobradas y repatriadas se gastan en productos del mercado alemán.
¿Nos han dicho acaso que el Parlamento Europeo para el que ahora hemos votado no sirve para nada? ¿y que quién parte el bacalao que es la Comisión Europea no se elige en las urnas?
¿Nos han hablado del ”chollo” que supone ser eurodiputado?, ¿de los desmesurados ingresos que perciben incluyendo desplazamientos gratis, comisiones, dietas y otras mil gabelas?
¿Nos han explicado acaso que la ampliación de la Unión estaba pensada para ampliar el mercado a los más poderosos, pagando los costes de la misma entre todos?
Nada nos han dicho los principales Partidos de cual es su opinión sobre esto y como piensan defender los intereses españoles llegado el caso y apenas ha trascendido a la opinión publica que, en varias ocasiones, una propuesta favorable a España presentada por un partido nacional haya sido votada en contra por otro partido también nacional . ¿No será que ellos mismos son los responsables de que a medio plazo y sin que se note nos hayamos convertido en un país de tercera fila o tercera velocidad?
Nuestros políticos no nos han hablado de Europa porque se han enzarzado en una guerra sucia de descalificaciones personales entre ellos. Los Partidos en España están continuamente en campaña por el calendario electoral tan complejo. Elecciones gallegas, vascas, catalanas, andaluzas, generales, europeas y resto de autonómicas y municipales. Siete convocatorias electorales en cada periodo de cuatro años no permiten espacios largos de sosiego ni facilitan acuerdos estables, a veces tan necesarios entre las partes.
Europa sigue siendo una incógnita. Un galimatías de intereses donde “el que más chifla, capaor”. Un aparato burocrático tan alejado de la realidad ciudadana que se ha convertido en fábrica de euroescepticos. Un “ente” lejano que está condicionando sobremanera nuestra forma de vida y en cambio solo interesa a menos de un cuarenta por ciento de la población. Creer en Europa hoy día no deja de ser un acto de fe y creer en nuestros políticos, también.

Paco del Hoyo, Revista "6 Flores" nº 18, Junio 2009, "Opinión"